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CRÍTICA | SING STREET
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una pegadiza canción pop

'Sing street' es esa canción que siempre funciona. Tres minutos de melodía poderosa. Hora y tres cuartos de película irresistible

Tráiler de 'Sing Street', dirigida por John Carney.
Javier Ocaña

SING STREET

Dirección: John Carney.

Intérpretes: Ferdia Walsh-Peelo, Lucy Boynton, Jack Reynor, Aidan Gillen, Ian Kenny.

Género: melodrama. Reino Unido, 2016.

Duración: 105 minutos.

Estribillos pop de melodía contagiosa que siempre funcionan, aunque sus compases se hayan utilizado una y mil veces. Relatos cinematográficos basados en la nostalgia del emisor, que llegan al receptor con la eficacia de la identificación, el sabor de la música de nuestras vidas y la clásica estructura de efervescencia juvenil, tanto en el amor como en el arte. Sing street, nuevo acercamiento del irlandés John Carney al melodrama romántico de cancionero pop, se apunta a la (casi al límite) revalorización de los años ochenta con un ejercicio de nostalgia sobre la formación de una banda juvenil.

Carney se mueve con la seguridad del terreno ya abonado. Por los demás y por él mismo. Por el Alan Parker de The Commitments (1991) y por sus refrescantes Once (2006) y, sobre todo, Begin again (2013), su obra más creativa, tanto en la narración como en la puesta en escena. Por Sing street circulan Duran Duran y Joy Division, Depeche Mode y The Cure, los nuevos románticos y los góticos, como una suerte de recopilatorio de melodías, y modas de peluquería, vestuario y maquillaje, que, envuelto en la simpatía de una pandilla de adolescentes en un colegio católico de estrictas normas, resulta imposible de dejar de tararear.

Hay una época de la vida en la que uno lo hace todo por ligar con esa persona aún en el escalón de arriba; en edad, en personalidad, en belleza. Por ejemplo, hacer canciones. Así, con los años de la eclosión del videoclip como envoltorio, y un puñado de estupendos temas originales, Carney conforma una obra que no inventa nada (ni falta que le hace), rodeada por un par de subtextos, de nuevo, anclados en el poder de la identificación: el regodeo en la tristeza, en la crisis adolescente, para desarrollar las primeras muestras de creatividad; y el camino abierto por los hermanos mayores a los menores de la casa. Intrascendente, a pesar de hablar de matonismo, paro, emigración y hasta pedofilia, pero profundamente pegadiza, Sing street es esa canción que siempre funciona. Tres minutos de melodía poderosa. Hora y tres cuartos de película irresistible.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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