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¿En qué lengua soy?

Sylvia Molloy ofrece un libro de lectura especialmente pertinente en España sobre vida y plurilingüismo

Patricio Pron
David Cheshire (Getty)

Sylvia Molloy recuerda haber visitado a su abuela paterna poco antes de su muerte, a los cuatro años, pero no recuerda en qué lengua le habló. Nacida como hija de hijos de ingleses y franceses en Argentina, la autora habla tres idiomas desde su infancia con resonancias y afectividades distintas: el inglés es la lengua del padre, la de la escolarización y la de una vida adulta vivida casi por completo en Nueva York; el francés es la del desamparo lingüístico de la madre (que no lo hablaba), las canciones de Charles Trenet, los estudios en Francia; el español es la de las conversaciones familiares, el pudor infantil, la ficción. Decidir en qué idioma se dirigió a su abuela paterna no sólo es importante para determinar la naturaleza de su recuerdo, sino también para trazar un ámbito, el de las incertidumbres del bilingüismo.

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“¿En qué lengua soy?”, es la pregunta del bilingüe. No es una pregunta retórica y no es pertinente sólo en relación con la biografía de la autora de Vivir entre lenguas: desde las afectaciones de una sociedad argentina históricamente permeable a la adopción de extranjerismos hasta la impotencia del fontanero polaco que visita su casa y quiere (pero no puede) hablarle en inglés de una experiencia estética, pasando por las conversaciones con sus gallinas (sólo un argentino puede entender por qué la autora llama a una “Curuzú Cuatiá” ni con cuánta justicia les canta el tema musical de un antiguo programa televisivo poblado de vedettes y plumas), los pecios del idioma de la infancia, la lengua privada de los latinoamericanos en Estados Unidos, los esfuerzos (generalmente vanos) de ciertos padres por poner a sus hijos nombres que funcionen en más de una comunidad lingüística, los casos de Jules Supervielle, Joseph Conrad, William Henry Hudson, Elie Wiesel y otros autores que cambiaron de lengua de escritura, la autora (una de las más notables de las últimas décadas en Argentina, ensayista y académica de excepción y maestra de escritores latinoamericanos) ofrece, posiblemente sin pensarlo, un libro de lectura particularmente pertinente en España, donde las lenguas son vinculadas a menudo a identidades que se desean monolíticas y son encarnadas por fuerzas políticas que las imaginan como fronteras; es decir, como herramientas de exclusión y no como puentes tendidos. “Para el monolingüe no hay sino una lengua desde donde se piensa un solo mundo”, afirma Molloy: en la posibilidad de imaginar que las cosas no son necesariamente como se nos dice que son radica la importancia política, también en España, del bilingüismo y de su elogio en Vivir entre lenguas.

Vivir entre lenguas Sylvia Molloy Eterna Cadencia Buenos Aires, 2016 80 páginas, 12 euros

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