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Lo que no se ve

En su nueva obra Puértolas prescinde de la tercera persona para contar sus historias

Soledad Puértolas.
Soledad Puértolas.Bernardo Pérez

Un profesor les encarga a sus alumnos comentar un cuadro del Greco, no con ánimo de juzgarlo sino de sacar algo de él. Les anima a escribir un relato a partir de la contemplación de la obra: inventar una historia, ponerse en la piel del pintor o imaginarse que son uno de los personajes, incluso un narrador ajeno al asunto. El caso es que se metan allí y olviden todo lo demás: “En cuanto vislumbren la idea, láncense”, les aconseja. Un estudiante titula su ejercicio “Lo que no se ve”, y redacta una relación de cosas que quedan fuera de la vista.

Este cuento, ‘Ausencia’, contiene una de las claves que iluminan la lectura de Chicos y chicas, último libro de relatos de Soledad Puértolas. Otra la encontramos en ‘Barro’, protagonizado por una joven con grandes dotes para modelar, para hacer una figura expresiva con un poco de arcilla húmeda, convencida como lo está de que “existe el acecho de un vacío en el interior de las personas”.

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Y no importa que ahora Soledad Puértolas prescinda de la primera persona en favor de la tercera (como se nos recuerda en la contraportada), porque lo decisivo es que para contarnos sus historias sigue llevándonos a rincones escondidos, a planos donde subyace lo que no se ve porque no se dijo o no se mostró. Y cuando los personajes lo descubren, cobran conciencia de que ya es demasiado tarde, de que se quedarán al margen para siempre, “en tierra extraña” (título de otro cuento destacable).

Retorna en el lector la sensación que comenté al reseñar el anterior libro de cuentos de la autora, El fin (2015): que Puértolas descorre un telón y, más allá de la escena que se representa en el primer plano, nos ofrece también una incursión por debajo de la superficie de las aguas de la vida, y nos hunde en su corriente. Pues en esos vacíos o silencios es donde la escritora sitúa esta vez el epicentro de los conflictos que sacuden a los personajes cuando por fin afloran, o simplemente se barruntan, lo que por lo general sucede al cabo de los años, a veces con la muerte de por medio. Atañen a todo tipo de relaciones personales, aunque predominan las de pareja —sean matrimonios de larga duración o aventuras más inestables e incluso esporádicas— y las que se desarrollan en el núcleo familiar, sobre todo entre madres e hijas o entre hermanas.

Puértolas condensa drásticamente el tiempo para trazar el transcurso de unas vidas y desvelar los encuentros y desencuentros, la desconfianza, los sueños, los ideales, los miedos, la soledad, la incertidumbre de nuestra condición o el espejismo que nos ciega y paraliza cuando las cosas suceden o acaban sin explicación alguna.

¿Un consejo? Empiecen leyendo ‘La misma mujer’, tan perturbador.

Chicos y chicas. Soledad Puértolas. Anagrama. Barcelona, 2016. 222 páginas. 17,90 euros

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