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FERIA DE BILBAO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Garrido devuelve la fiesta a Bilbao

El extremeño cortó una oreja a un bravo toro de Torrestrella y demostró su deseo de triunfo mientras López Simón pasó de puntillas

José Garrido, en el sexto toro que esperó a puerta gayola.
José Garrido, en el sexto toro que esperó a puerta gayola.FERNANDO DOMINGO-ALDAMA

Solamente fueron unos minutos. Apenas media hora. Lo suficiente para que volviera la fiesta a la plaza de Bilbao. José Garrido había cortado una oreja al quinto de la tarde; acabó la vuelta al ruedo y le comunicaron que también tenía que matar el sexto. Se caló la montera, extendió su capote y cruzó la arena hasta la puerta de chiqueros. Vista Alegre rompió en una ovación y todo el público se puso con el corazón en un puño.

Torrestrella / Simón y Garrido

Seis toros de Torrestrella, desiguales de presentación, tan sólo los dos últimos con trapío y destacó la bravura del quinto.

Alberto López Simón: pinchazo con apuro, estocada contraria caída y dos descabellos (algunos pitos). Estocada baja (silencio).

José Garrido: pinchazo y estocada (saludos tras aviso). Estocada contraria (vuelta tras petición). Estocada (oreja). Dos pinchazos y dos descabellos (saludos tras aviso) en el que mató por López Simón.

López Simón sufrió una alcalosis respiratoria con cuadro vasovagal, que le impidió matar su tercer toro.

Plaza de Bilbao. 26 de agosto. Séptima de las Corridas Generales. Más de media plaza.

Esa es la fiesta, la grandeza que está a esperando el aficionado. Unos minutos de fiesta grande.

Luego salió el ensabanado y el extremeño tuvo que tirarse al suelo para no ser arrollado por el de Torrestrella. De nuevo de rodillas y verónicas en la boca de riego. Pronto se vino la cosa abajo y entre que el astado tuvo las fuerzas justas y el torero no acertó con las distancias en la muleta, el epílogo de la tarde fue menos brillante de lo que se pudo esperar.

Ya la corrida había comenzado enrarecida. El absurdo remedo de la ausencia de Roca Rey, un mano a mano entre López Simón y José Garrido, levantó las irás de muchos aficionados en las horas previas al festejo cansados de la mala tarde vivida en la víspera. Por ello, el paseíllo fue acompañado de pitos que no se acallaron en los primeros compases del festejo.

La rareza no quedó ahí. López Simón, que estuvo desangelado en su primero, con un labor llena de desarmes y apuros, sufrió una posible crisis de ansiedad tras esa labor de la que tuvo que ser atendido en el callejón y, aunque mató el tercero visiblemente mermado, pasó a la enfermería antes de ser trasladado al hospital.

Así que Garrido se quedó solo para el tramo final. Se la jugó en el cuarto, un toro protestado por falta de fuerzas, con el que se arrimó en el tramo final y en unos remates con unas bernardinas sin estoque en las que fue atropellado; suficiente para arrancar una petición minoritaria.

Corrió turno y en el quinto sí tocó pelo. Tuvo delante un toro bravo, con sus complicaciones y, por fin con trapío, y sobre todo con una transmisión tremenda. Una tanda de naturales hizo rugir la plaza, pero el toro era de los de encumbrar a un torero; Garrido estuvo bien aunque no lograra la gloria. Posiblemente, pocos del escalafón habrían encontrado el camino ante ese toro, que murió como bravo y fue ovacionado en el arrastre.

Antes, estuvo aseado con un toro más terciado, que le recetó buenos derechazos pero acortó las distancias muy pronto. Los de Torrestrella pidieron sitio, se movieron y tuvieron alegría en la embestida. Fue otra cosa.

Garrido devolvió la fiesta a Bilbao. Cuando todo parecía en contra, dejó un ramillete de naturales para el recuerdo y las ganas de ser figura en el inicio del que cerró plaza.

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