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ENTREVISTA | ARCÁNGEL

“Eso del duende es una gilipollez”

El cantaor está consagrado a la evolución del cante jondo, mal que les pese a los puristas

El cantaor Arcángel en el Teatro Real de Madrid en julio pasado.Vídeo: JAIME VILLANUEVA / EFE
Borja Hermoso

Francisco José Arcángel Ramos nació en Huelva en 1977 pero sigue naciendo cada noche que se sube a un tablao. Hace poco, el 30 de julio, convirtió en uno el mismísimo escenario del Teatro Real, toma medicina para los puristas de pro. No por casualidad, su último disco, el cuarto, se titula así, Tablao. Su voluntad de evolución dentro del género, sin descartar la revolución, es proporcional a su capacidad de autocrítica con el mundo del flamenco.

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Pregunta. Camarón, Agujetas, Morente, El Torta… y ahora Menese. Se han ido yendo los más grandes, ¿qué nos queda? ¿Hay vacío, hay vértigo?

Respuesta. Bueno, vértigo y vacío hay siempre, en el flamenco y en al arte en general hay un vértigo permanente. Todo es tan cambiante… pero creo que ese vacío no es preocupante. El flamenco no está en riesgo de extinción, como creen algunos.

P. ¿Os han puesto demasiados palos en las ruedas los llamados puristas a quienes habéis querido renovar el género?

R. No creo que lo hagan para hacer mal a nadie sino porque se sienten tan atacados en sus conocimientos, que para ellos cualquier evolución es una ofensa. Es como si tú entras en su casa y les cambias los muebles de sitio. Lo sienten así. Algunos han entendido la defensa de la tradición como arma arrojadiza contra la evolución. Y están en una realidad muy distorsionada de lo que son las cosas.

P. ¿Prefiere la búsqueda o el logro?

R. La búsqueda, siempre. El proceso de búsqueda de algo que no sabes qué es es lo que uno disfruta de verdad. Ya una vez que lo consigues… pues nada, ya has besado el santo, y entonces vamos a besar a otro santico.

P. Bueno, luego está el empaquetado, el negocio… es imprescindible para poder seguir buscando, ¿no?

Si no tienes éxito eres un don nadie

R. Esta conversación tiene sentido si tenemos claro que la devoción es algo muy distinto a la profesión. Si por mí fuera, la búsqueda sería permanente, pero el modelo de negocio que tenemos nos obliga permanentemente a lo contrario, a ir empaquetando todo el rato pequeñas dosis de nuestra búsqueda.

P. Lo que los expertos en mercadotecnia llaman ahora aterrizar las cosas.

R. Claro, pero es que a lo mejor no te apetece aterrizarlas en ese momento, pero resulta que lo tienes que hacer, porque si no lo haces, pues… es lo que decía Paco de Lucía: “Yo querría grabar un solo disco toda mi vida, siempre el mismo, hasta que en mi último momento lo tocara como a mí me gustara de verdad”. Pero el modelo de vida que hemos elegido, ya no solo en lo artístico o en lo profesional, sino en todo, es ir empaquetando momentos todo el tiempo.

P. Da como la sensación de que el flamenco lleva toda la vida teniendo que justificarse. Que si era franquista, que si los payos y los gitanos, que si la mala vida…

R. Eso es una realidad. El flamenco se ha tenido que justificar continuamente ante los medios de comunicación, ante los estamentos públicos, ante la sociedad… y eso tiene que ver con dos cuestiones básicas. Una, esa pelea entre lo puro y lo impuro hace que nos debilitemos de tal forma que algunos encuentran el resquicio para atacarnos en el corazón. Y además, hacemos sentir demasiadas veces a la gente que para escuchar flamenco hay que ser como un ser superior.

P. ¿Cree que falta una relación del público con el flamenco más espontánea, más natural?

R. Más de puro disfrute, obviamente. Durante muchos años hemos provocado rechazo en la gente, porque se suponía que para sentarte en una peña tenías que saber perfectamente todo lo que se estaba tocando, y si no, solo eras un invitado de piedra, y no bien recibido.

P. Y a la contraria, la sociedad nunca consideró la de artista flamenco como una profesión digamos de prestigio.

Los de la música en general parece que somos los que más vivimos de noche y más nos castigamos

R. Exactamente. Aquí solo se le otorga la calidad de prestigio al que tiene éxito. Y eso pasa en el mundo del arte en general. Si no tienes éxito eres un don nadie.

P. Para ciertos especialistas en dar y quitar prebendas, el flamenco es baja cultura, o cultura popular como los cómics, el rock o el arte urbano, frente a la ópera, el arte en los grandes museos o la literatura –la que les gusta a ellos- que serían alta cultura. ¿Qué opina?

R. Es así. Pero el gran fallo que han cometido los que han defendido la alta cultura cuando han hablado del flamenco es haberse situado, por desgracia, de parte de la pelea racial que existe desde hace muchos años, que si payos y gitanos, y todo eso. Solo les ha interesado lo racial, no lo racional, ese que sale allí y pega cuatro gritos aunque no le entiendan. Eso les parece la hostia.

P. ¿Crees que ha podido influir en eso el estilo de vida que eligieron algunos? Que si el alcohol, que si la coca, que si el caballo… Hay gente que cree que vivís solo de noche, como Drácula.

R. Eso también es una realidad. No solo los flamencos. Los de la música en general parece que somos los que más vivimos de noche y más nos castigamos. Bueno, no digo yo que no hubiera un tiempo en el que eso fuera así y algunos fueran propensos a esta historia, pero eso no es un fiel reflejo de lo que es hoy el flamenco. Si ese estigma ha quedado grabado en la gente, es una pena.

P. En cualquier caso, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, ¿no?, también hay altos ejecutivos y respetables abogados, periodistas y políticos que van encocados a trabajar.

R. Pues claro, pero como son profesiones de prestigio…

P. Claro, si ustedes llevaran traje y corbata se les vería distinto.

R. Traje y corbata no, pero el problema es que hay quien solo se fija en lo que hacemos en hora y media y no en el resto del día. Da igual traje que chanclas.

P. Hay quienes sostienen que eso del duende es una gilipollez. ¿Y Arcángel que opina de eso?

Yo no quiero estar separado de la gente ni que me relacionen con algo espiritual, porque no lo soy

R. Que eso del duende es, efectivamente, una gilipollez. El duende, las musas… ese afán por darle explicación a lo que no lo tiene. No entiendo esas cosas. Es revestir la cosa artística de algo que nos hace mucho daño porque nos separa de la gente. Y yo no quiero estar separado de la gente. Ni que me relacionen con algo espiritual, porque no lo soy. Espiritual es la música. Los músicos podemos entrar en estados espirituales pero eso no es inherente al artista.

P. Mejor que el duende le pille a uno trabajando, ¿no?

R. Eso sin lugar a dudas. Porque esa noche que ves al público que no está conectado, porque no tienes el día o porque ellos no lo están sabiendo entender, ¿qué pasa, que el duende ese está de vacaciones? ¿Que no le he pagado lo suficiente? ¿Que no le gusta cómo voy peinado?

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Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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