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Después de ‘Je suis Charlie’

Catherine Meurisse y Luz, supervivientes del atentado de 2015 contra el semanario, reconstruyen su historia en sendos libros

Viñetas (esta y las de más abajo) tomada del último libro de Catherine Meurisse, 'La Légèreté', publicado en Francia por el sello Dargaud.
Viñetas (esta y las de más abajo) tomada del último libro de Catherine Meurisse, 'La Légèreté', publicado en Francia por el sello Dargaud.

Hay que traducirlo como “la levedad”, ya que es a esto a lo que alude la autora. Ella es Catherine Meurisse y explica que tomó su título de la novela de Milan Kundera La insoportable levedad del ser. En su nuevo álbum, La légèreté (Dargaud, 2016) la dibujante se lanza a la fascinante búsqueda de la belleza porque quiere seguir viviendo. Desde que sobrevivió a la masacre de Charlie Hebdo, Catherine ha intentado seguir haciéndolo, sobrevivir, pero le es imposible con todo lo que pasó, y con lo que siguió al convertirse en una prisionera escoltada 24 horas al día, en un símbolo acosado por la prensa, en una dibujante cuyo lugar de trabajo se había convertido primero en un búnker (instalado en la última planta del edificio de Libération, con unos ordenadores cedidos por Le Monde), y luego en un lugar secreto de algún rincón de París. Diez meses después, otra matanza en París: la del 13 de noviembre, 137 muertos. Catherine ya había empezado a trabajar en su álbum y se dio cuenta de que la media de edad de los asesinados era de 35 años, la misma que la suya. Y sintió más acuciante la necesidad de salvarse de un terror que la perseguía a ella y a todo lo que pertenece, y que parecía no querer dejarla vivir. Y todo eso se convirtió en una lucha por recuperar la ligereza, la levedad.

Catherine empezó muy joven en Charlie Hebdo, pero cuando pasó lo del 7 de enero, ya llevaba 10 años en la revista. Fue la única mujer del equipo durante mucho tiempo, y la más pequeña en ese desmadre de viejos veteranos del 68, libertarios y descreídos. Su tira Scènes de la vie hormonale es una delicia. En ella aborda descaradamente sus problemas sentimentales, casi siempre con hombres casados. Y precisamente eso fue lo que la salvó de morir acribillada: que aquel miércoles se retrasó porque había pasado la noche sin pegar ojo a causa de un disgusto amoroso. Así que cuando el 69 llegó (el bus, no lo otro, tal como ella precisa), muy cerca del 10 de Nicolas Appert donde estaba la redacción, fue justo para escuchar desde la acera las ráfagas que exterminaban a sus amigos, a sus maestros. Aniquilados los cuerpos, se empezó a hablar del “espíritu Charlie”. Catherine, que se dibuja como una chica de pelo lacio y lluvioso al modo del joven Neil Young, de Patti Smith, con las manos todo el rato hundidas en los bolsillos de su trenca verde, explica qué supone para ella dicho espíritu: “Reírse de lo absurdo de la vida, descojonarse todos juntos para no tener miedo de nada, y sobre todo de la muerte”.

En la calle, frente al edificio de la redacción, la mañana del atentado Catherine se encontró con su compañero Luz, que también llegaba tarde. Él, porque era su cumpleaños. Había pasado la noche celebrándolo con su mujer, Camille, y con Charb (el director de Charlie, que dicen que murió haciendo un corte de mangas a sus asesinos), y ahora todavía resacoso se había entretenido en comprar el roscón de Reyes.

Fue Luz el primero en editar un álbum donde digerir lo vivido. Lo tituló Catharsis, y apareció en mayo de 2015. A Luz pertenece la portada del llamado “número de los supervivientes”, la famosa imagen, sobre fondo verde, con el rostro del profeta llorando y diciendo “Todo está perdonado” con que Charlie, solo una semana después del atentado, inundó los quioscos de Europa con cerca de ocho millones de ejemplares. Junto con Charb, Luz se había significado entre los miembros de la revista más mordaces a la hora de satirizar el fundamentalismo islámico.

La lucha de Catherine por sobreponerse al terror se convirtió en una batalla por recuperar la ligereza

En Catharsis, Luz no pretende salvarse por la belleza, como quiere Catherine, sino mediante el amor de su mujer. Catherine hace su libro para provocarse un síndrome de Stendhal a la inversa, así lo dice, para curarse por un exceso de belleza artística, y por eso está lleno de acuarelas deslumbrantes, de la lectura de Proust, de representaciones de obras de arte (empezó a trabajarlo en la Villa Médicis, sede de la Académie Française en Roma). La dibujante siente que se ha quedado sola y llama a las puertas de la cultura para volver a la vida. Y contemplando los cuerpos mutilados de las estatuas romanas, sus cabezas cortadas, que asocia a los cuerpos rotos y destruidos de los atentados, logra poner en marcha el mecanismo redentor del arte. Pero es que Catherine, que convive con el dibujo feísta y transgresor de buena parte de sus compañeros, pertenece de pleno al canon clásico de las artes y las letras. Su libro más celebrado, Moderne Olympia (2014), es un homenaje al cuadro de Manet. Y su primer álbum, Mes hommes de lettres, consiste en una galería de los autores más consagrados de la literatura francesa. Este ha sido publicado en castellano como La comedia literaria (Impedimenta). En La légèreté, Catherine se representa frágil, flacucha al lado de Luz en medio de una multitud que grita Je suis Charlie! mientras ambos piensan qui suis-je? (¿quién soy yo?).

Luz es en Catharsis un ser obsesivo, asustado, rabioso, desgarrador. Hecho de pura tinta, el autor se dibuja siempre con los ojos desorbitados. Hijo del agobio y el dolor (que dirían Triana), Luz se mete por un momento en la fosa donde yace su amigo Charb para departir con él. Y toda esta tensión la va liberando a través del sexo más visceral. De hecho el libro acaba con su mujer y él haciendo un niño, que realmente nació a finales de 2015. Reconstruirse, renacer, Catharsis es un canto a la vida. Y a la necesidad vital de reír. Porque había sido Luz quien soltó la carcajada en la cara de Hollande durante la marcha que siguió a los atentados del supermercado judío, de los policías muertos, de Charlie. Le entró un ataque de hilaridad cuando vio que el presidente francés iba con una cagada de paloma en la manga de la chaqueta. Pero en Charb esto es la levedad, la ligereza, y él mismo utiliza esa palabra en la introducción de Catharsis cuando explica que el dibujo se le “ha vuelto a la vez más oscuro y más ligero”.

“El atentado nos apiñó, nos convirtió en nosotros”, declara Catherine en una entrevista para Le Mag, “y fue Luz quien al sacar Catharsis empezó a decir yo. Al principio creí que Luz nos abandonaba, pero enseguida me di cuenta de que tenía razón, que después de nosotros había que decir yo para recuperar nuestra propia identidad”. Luz abandonó Charlie Hebdo en septiembre de 2015. Catherine envía sus colaboraciones por correo electrónico desde un país extranjero. Del “espíritu Charlie” ya apenas se habla y permanece el silencio creado por el terrorismo.

Javier Pérez Andújar es escritor. Su último libro es Diccionario enciclopédico de la vieja escuela.

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