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MUSEOS FUERA DE RUTA | MEMORIA Y TOLERANCIA

Un grito contra los genocidios

La pinacoteca, que expone los horrores del siglo XX y la discriminación que sigue viva en México, no da lugar a la indiferencia

Vagón original de traslado de prisioneros en la Primera Guerra Mundial.
Vagón original de traslado de prisioneros en la Primera Guerra Mundial.Museo Memoria y Tolerancia

La Ciudad de México está salpicada por decenas y decenas de museos de todo tipo. La visita obligada pasa por el Museo de Antropología (el arqueológico más impactante del mundo), la Casa Azul en la que vivieron Diego Rivera y Frida Kahlo o el palacio de Bellas Artes con sus paredes ocupadas por los muralistas históricos. Dentro de esta insuperable oferta, hay un nuevo espacio, el Museo Memoria y Tolerancia, inaugurado en octubre de 2010, del que es imposible salir con sensación de indiferencia.

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Situado en la avenida Juárez, frente al palacio de Bellas Artes, por fuera es una inmensa mole de cemento de cinco plantas cuyo contenido responde a una sola idea: recordar para aprender; aprender para no repetir.

Obra de Arditti Arquitectos y realizado con una museografía ejemplar (cada planta tiene una iluminación diferente, en función del drama que se narre) está dividido en dos partes. La primera, la Memoria, rescata los horrores más terribles del siglo XX, con un protagonismo especial para el Holocausto y sus millones de víctimas (judíos, discapacitados, gitanos, homosexuales, testigos de Jehová, intelectuales y una parte del pueblo alemán que se enfrentó al nazismo desde sus orígenes). Con vídeos, fotografías, testimonio y objetos personales de las víctimas (el material audiovisual procede del archivo de Steven Spielberg), se construye un recorrido durante el cual las lágrimas y la angustia son visibles en el rostro de los visitantes.

Pero como se advierte a la entrada del museo, el siglo XX que empezó siendo sinónimo de modernidad, está plagado de horrores. Los genocidios y crímenes contra la humanidad han sido tantos que es difícil resumirlos incluso en un museo de estas dimensiones. Aquí están reconstruidos con todo lujo de detalles y de manera muy didáctica los casos de Armenia, Yugoslavia, Ruanda, Camboya, Guatemala y Darfur. Mapas, vídeos, gráficos y cartelas explicativas aportan todos los datos sobre el drama. Y además, siempre con objetos originales, se hace una aproximación al sufrimiento humano de la manera más personalizada posible. Ricardo Paquini, conservador del museo, pone como ejemplo el caso de Ruanda, del que él se ha ocupado. Como en los otros casos, lo más difícil era desvincular el objeto de las emociones que puede provocar. Junto a objetos cotidianos de la víctima (una radio, una batea, un cubo, objetos religiosos como cruces, rosarios) se muestran herramientas usadas para torturar (garrotes, picos), piezas que te desgarran y enfrentan a la realidad: ropa, calzado de niños y adultos, dientes, cabelleras trenzadas, algunas aún con restos de cuero capilar. Todo procede de fosas comunes. “Parecía que el reto para nosotros era retirar los restos de barro, basura, capullos de gusanos, insectos y todo lo que tu mente pueda imaginar al respecto; debíamos conservar el objeto sin despojarlo en su totalidad de estos testigos de historia y sin pasar por alto las medidas de conservación que aseguraran su manipulación, almacenamiento y exhibición. Pero el reto, en realidad, fue evitar la emotividad y proceder a su intervención con absoluto respeto sin perder de vista el objetivo: conservarlo para exponerlo y que no vuelva a suceder”.

Sala del Museo Memoria y Tolerancia en la Ciudad de México.
Sala del Museo Memoria y Tolerancia en la Ciudad de México.B. MONCADA (NOTIMEX)

En el tránsito hacia el espacio dedicado a la Tolerancia, una monumental escultura titulada Lamento, del artista holandés Jan Hendrix, recuerda a todos los niños asesinados en los genocidios.

El contenido de esta segunda parte tiene su origen, y así lo recordó el ex presidente Felipe Calderón en la inauguración, en la discriminación que sigue muy viva frente a los indígenas, a las mujeres, los niños, los discapacitados, los migrantes y todo aquél al que se considera diferente. Fotografías, vídeos, películas y gráficos sirven de nuevo para denunciar situaciones cotidianas extraídas de la realidad mexicana: el maltrato a la mujer, la persecución a los periodistas que cada día se juegan la vida en algunas zonas del país, los abusos infantiles, la discriminación racial; haciendo hincapié siempre en el papel que en todo ello tiene la publicidad. Hay una proyección absolutamente ilustrativa. En ella se ve a un niño muy moreno de unos cinco años al que se le piden opiniones sobre dos muñecos: uno muy rubio y de ojos azules y otro muy moreno, también con ojos azules. El pequeño va respondiendo que se fía más del rubio porque se le ve más listo, sería mejor amigo, es más guapo…Cuando la locutora le pregunta que a cual de los dos se parece él, señala sin dudar al muñeco rubio.

La manipulación, propaganda y publicidad que al comienzo del recorrido se contemplan como causas esenciales de que el pueblo alemán siguiera enardecido a Hitler, vuelven a señalarse en el final como muestras de un presente que vuelve a repetir los errores del pasado. Una visita que nos recuerda el gran peligro que supone olvidar.

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