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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sin futuro

La serie francesa 'Sección Zero' recoge la antorcha de las ficciones distópicas

Ángel S. Harguindey
'Seccion Zero'.
'Seccion Zero'.

Los primeros aldabonazos literarios los firmaron Orwell, Huxley y Bradbury: el futuro ya está aquí y es desolador. Después, el cine de Ridley Scott y el primer Mad Max de Georges Miller lo ratificaron. La televisión no quiso quedarse atrás: The Walking Dead fue su abanderada. Ahora la francesa Sección Zero recoge la antorcha. Ya lo dijeron los Sex Pistols: no hay futuro.

2024, los países endeudados delegan su autonomía en las grandes corporaciones que ejercen un régimen totalitario con la inestimable ayuda de una milicia privada, los Escuadrones Negros (¿ciencia ficción o documento social?). La radiación quemó el mundo, como vaticinó Nostradamus. La Tercera Guerra Mundial dejó la Tierra como le gustaba al caballo de Atila. La desigualdad social alcanzó su apogeo y el desconsuelo se integró en el paisaje: es el momento de los héroes, o para ser más precisos, de los antihéroes.

Hablamos de Sirius Becker, un policía que se niega a renunciar a los valores tradicionales de la justicia por más que sus métodos tengan poco que ver con un Estado de derecho. La ley mordaza a su lado es un pícnic escolar. Será el encargado de dirigir la Sección Zero, un grupo de la resistencia ante lo establecido.

El creador de la serie, Olivier Marchal, ya dejó constancia de su talento con la excelente Braquo, una serie menos apocalíptica, pero igual de violenta. Marchal, que fue inspector de policía, tiene la gracia de saber de lo que habla. Lo mismo le pasa a David Simon, el creador de la extraordinaria The Wire, que fue redactor de sucesos en Baltimore. A diferencia de nuestros ministros, los responsables de estas series conocen muy bien las parcelas sobre las que trabajan.

Francia, por otra parte, fue pionera en la reivindicación de la mejor novela negra estadounidense. Breton fue el primero en elogiar a los Chandler o Hammett. Desde entonces, nombres como Jean Pierre Melville o Luc Besson han justificado esa elección. Marchal es su alumno aventajado.

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