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Columna
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Aguafiestas

Quisiera escribir algo contra las fiestas populares, pero no me atrevo para que no me llamen aguafiestas ni señor Scrooge, Grinch o Papá Pitufo

Sergio del Molino

Quisiera escribir algo contra las fiestas populares, pero no me atrevo para que no me llamen aguafiestas ni señor Scrooge, Grinch o Papá Pitufo.

Quisiera escribir algo sobre aquellas fiestas de aquel pueblo mesetario de cuyo nombre no quiero acordarme donde un grupo de sanos muchachotes con corte de pelo cuartelero decidió quemarme la melena, que a mis por entonces 15 años caía hasta la cintura, y cómo tuve que correr mucho para escapar de la divertidísima broma, pero no me atrevo para que no me acusen de confundir culos con témporas y partes con todos y que no digan que mi trauma personalísimo no invalida la alegría y el buen rollo de ningún festejo.

Quisiera escribir algo sobre cabras tiradas de campanarios, toros alanceados, embolados, ensogados, arrojados al mar, quemados, pateados, cegados y torturados, pero no me atrevo para que no me acusen de no entender las tradiciones y de ser un ñoño hipócrita que mira con asco esa barbarie mientras se zampa un chuletón de buey.

Quisiera escribir algo sobre cómo un grupo de personas con mucho alcohol en sangre y la capacidad vocal (que no armónica) de 20 sopranos se apropia de todo el espacio público, anteponiendo su propio disfrute a cualquier otra consideración y arrogándose la representación de todo un pueblo, pero no me atrevo para que no me llamen antidemócrata.

Quisiera escribir algo sobre agresiones a mujeres, sobre intimidación, violencia sexual, humillaciones y terrores tolerados y disimulados en medio de la jarana propiciatoria, en la que los alegres y sanos muchachos se desfogan y desquitan, pero no me atrevo para que no me acusen de puritano, reprimido, mojigato y asexual.

Quisiera escribir algo sobre el atentado visual y sonoro al buen gusto, o al gusto a secas, de charangas, verbenas, discomóviles y etcéteras, y de cómo los Ayuntamientos tienden a interpretar la expresión “para todos los públicos” como algo muy ruidoso, barato y machacón que nadie puede librarse de oír en todo el término municipal, pero no me atrevo para que no me llamen esnob y elitista.

Quisiera escribir algo sobre cómo muchos municipios en ruinas que a duras penas pueden mantener sus servicios sociales más básicos no han descuidado ningún año la programación de las fiestas patronales, pero no me atrevo para que no me acusen de demagogo y populista.

Quisiera escribir algo, cualquier cosa, incluso a favor de las fiestas, pero el volumen de la verbena y los muchachos que gritan en el portal no me dejan concentrarme.

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Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

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