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CRÓNICAS DEL CALOR
Columna
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Esperando al Watusi

Los libros se leen y, con unos pocos, se juega. Es lo que ocurrirá el lunes 15 en León, donde desde 2010, lectores empecinados de Francisco Casavella impulsan una fiesta en torno a su novela

El escritor Francisco Casavella en una imagen de 1997.
El escritor Francisco Casavella en una imagen de 1997. Marceli Sáenz Martínez
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Para algunas personas, lectoras de Francisco Casavella (1963-2008), el 15 de agosto es el día del Watusi. Ese día, en 1971, según su novela homónima, apareció flotando junto al puerto de Barcelona el cadáver de un tipo de los bajos fondos, sin zapatos ni pantalones, que bien podría ser el Watusi, a quien le atribuían la violación y el asesinato de una joven. La narración de esa jornada, a cargo de Fernando Atienza, un muchacho procedente de las chabolas de Montjuïc, ocupa la primera parte de la novela. En la segunda y tercera, Atienza ha prosperado y es un miembro del mundo de la banca y la política de la Transición, que en sus ratos libres se dedica a pintar una ‘W’ en los muros de la ciudad para hacer creer a sus habitantes que quizá el Watusi esté vivo. A lo largo de mil páginas, entre 1971 y los años de la Barcelona olímpica, con sus desmadres, todo cuanto ocurre en la obra remite al 15 de agosto.

En la literatura de Casavella son recurrentes los personajes míticos, de los que no existen noticias de primera mano, como el Watusi, y que se agrandan sobre leyendas y relatos ajenos, hasta trascenderlo todo. Incluso el propio libro. Casavella no sospechaba que, además de escribir un novela que con el tiempo se volvería legendaria, estaba creando un juguete irrompible. El día del Watusi ha acabado convirtiendo los 15 de agosto en una fiesta alrededor del libro, en cierto sentido, a semejanza del Bloomsday con el Ulises de Joyce. Los libros se leen y, con unos pocos, se juega. Es lo que ocurrirá este lunes 15 en León, donde desde 2010, lectores empecinados de Casavella impulsan una fiesta en torno a la novela. Yago Ferreira, su inspirador, leyó la novela cuando vivía en Barcelona. "Fueron seis años de barrio chino en los que no es descabellado pensar que el novelista y yo frecuentamos ambientes y salíamos a fumar a balcones cercanos". De hecho, sin saberlo, eran casi vecinos. La primera lectura lo succionó. Un día regresó a León, abrió el bar Belmondo y convocó al Watusi, casi como lo habría escrito el novelista.

Todo comenzó como una broma privada entre amigos que habían leído El día del Watusi. Se veían poco, pero lo hacían el 15 de agosto. "Ojalá la historia se resumiera a que un día nos levantamos pensando que si queríamos hablar de la literatura de Francis debíamos hacer una fiesta popular basada en su libro, un libro que, además, nadie en León ha leído. Fue más bien que año a año el Watusi nos pedía más". Este año se leerán pasajes, habrá conciertos, se proyectará Antártida, la película que escribió Casavella para Manuel Huerga, y se bailará la conga, igual que en la novela. "Hemos querido jugar con el libro hasta tal punto que hemos fundado el Partido Liberal Ciudadano –que forma parte de la trama de la novela– y daremos un mitin", señala la escritora Ainhoa Rebolledo.

Kiko Amat, en su prólogo a la reedición que Anagrama ha hecho de El día del Watusi, resalta que muchos lectores idealizaron a Casavella "por encima de todo lo idealizable", y convirtieron en un icono la ‘W’, y en una especie de día nacional para casavellistas el 15 de agosto. Excesivo o no, ello "habla de lo que sus libros le hacían a determinada gente". Esa fascinación consiguió que el Watusi trascendiese a la ficción y ganase "su guerra a la realidad", como subraya Carlos Zanón, en un segundo prólogo a la obra, que se cierra con un epílogo de Miqui Otero.

Fotograma de 'Antártida' (1995), la película que Casavella escribió para Manuel Huerga.
Fotograma de 'Antártida' (1995), la película que Casavella escribió para Manuel Huerga.

Poco antes de fallecer, el autor barcelonés recibió en Roda de Barà a tres periodistas de la revista Quimera. Pasaba unos días en casa de su madre, que anunció que se iba a misa, para no molestar, y los dejó solos. "Vale, mamá, dale recuerdos a Jesús", dijo Casavella, y comenzó una entrevista de más de tres horas en la que desgranó su obra y sus personajes, y en especial el origen del Watusi, inspirado en tipo que "todo el mundo en mi barrio había visto veinte mil veces y yo nunca, llamado el Botas, y en otro más llamado Pepe el Francés". Unidas sus historias, el resultado era un personaje que "enlazaba casi con la Biblia", inventado pero verdadero. El nombre quizá lo encontró en una canción de Ray Barretto. A veces, añadía, "es más real, más vigente, más importante lo que tú inventas que la realidad". Quizá por eso, cuando llega el 15 de agosto, el Watusi desborda la novela y huye al mundo real, a León, donde Yago Ferreira sigue leyendo a Casavella una vez y otra, "a veces de rodillas".

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