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ASÍ SE RODARON LOS CLÁSICOS | DOS HOMBRES Y UN DESTINO

Los ladrones más famosos del Oeste

El guionista William Goldman reinventó el ‘western’ con la colaboración de Paul Newman y Robert Redford

Robert Redford y Paul Newman, en 'Dos hombres y un destino'.
Robert Redford y Paul Newman, en 'Dos hombres y un destino'.

Al contrario que en Europa, defensora de la teoría del cineasta autor al cargo de la dirección y del guion, en Hollywood cada película suele ser el resultado de la labor de un equipo, de la confluencia de momentos brillantes surgidos de mentes experimentadas… siempre que un ejecutivo de un gran estudio no reviente el trabajo previo. Un productor reúne a las tropas: un guionista o equipo de escritores redacta un buen libreto o adapta una obra teatral de éxito; un director plasma, gracias a un reparto lúcido, los sentimientos del guion, apoyado por una serie de técnicos. Después, el montador pule y convierte en diamante la joya previa. Así al menos era en la época del reinado de las majors, y un heredero de esa escuela fue el guionista William Goldman y la película Dos hombres y un destino, la mejor prueba de su talento y de la importancia de un buen guion.

Los auténticos Sundance Kid (primero por la izquierda) y Butch Cassidy (primero por la derecha) y el resto de la banda.
Los auténticos Sundance Kid (primero por la izquierda) y Butch Cassidy (primero por la derecha) y el resto de la banda.

Goldman (Highland Park, Illinois, EE UU, 1931) es escritor de novelas, de divertidísimos libros (Las aventuras de un guionista en Hollywood y Nuevas aventuras de un guionista en Hollywood), donde plasma con brillantez anécdotas estupendas su devenir en la gran pantalla, de los libretos de títulos como Todos los hombres del presidente, Marathon man, La princesa prometida, Misery y Poder absoluto, y autor de una famosísima máxima sobre el mundo del cine: “Nadie sabe nada”. Pero a inicios de los años sesenta, Goldman era un desconocido. Había escrito una novela sin éxito, había leído algo sobre Butch Cassidy y Sundance Kid y la historia le impactó, porque la pareja de bandidos había forjado su leyenda dos veces, primero en Estados Unidos y, después, cuando las cosas se les pusieron mal, en América del Sur, donde comenzaron de cero.

El genio del guion

Escritor, articulista, novelista y guionista, William Goldman es experto en diálogos ingeniosos y autor de dos grandes libros que explican cómo es Hollywood: Las aventuras de un guionista en Hollywood y Nuevas aventuras de un guionista en Hollywood. Su primer éxito le llegó con Harper, investigador privado (1965). Después volcó su talento "en una de las dos grandes historias" que encontró en su vida. Las aventuras de Butch Cassidy y Sundance Kid en Dos hombres y un destino, que le reportó su primer Oscar. En la década de los setenta enlazó un éxito tras otro: The Stepford wives, El carnaval de las águilas, Todos los hombres del presidente (su segundo Oscar), Marathon man, Un puente lejano y Magic.

De repente, en 1980, su teléfono dejó de sonar, y decidió pasarse a la novela. Cuando un lustro después volvió a coger una racha, lo primero que hizo fue adaptar una de sus propias novelas, la excepcional La princesa prometida. A inicios de los noventa escribió Misery, Memorias de un hombre invisible, El año del cometa, Chaplin, Maverick y se convirtió en un famoso doctor de guiones, es decir, un escritor al que los estudios contratan para mejorar libretos que necesitan un retoque. En 1995, redactó la historia real de dos leones devoradores de hombres en África —la segunda gran historia que Goldman dice haber encontrado en su vida— para Los demonios de la noche, una película fallida. Después llegaron Cámara de gas, Poder absoluto ("el encargo más difícil al que me he enfrentado"), Criaturas feroces, La hija del general, Corazón en Atlantis y Dreamcatcher y metió mano a los guiones de El último héroe de acción, Bajo sospecha o El indomable Will Hunting (nunca ha quedado claro cuánto de este libreto es suyo y cuánto de Ben Affleck y Matt Damon).

“Investigué cuanto me fue posible, con la esperanza de lograr una historia que fuera coherente, y escribí la primera versión en 1966. Me llevó cuatro semanas”, comenta en Las aventuras de un guionista en Hollywood. Ahí estaba la semilla de Dos hombres y un destino, Butch Cassidy and the Sundance Kid en su título original, un filme que recuperó el western para la gran pantalla en una época en que estaba casi desaparecido y que se redactó en las Navidades de 1965, en el tiempo  libre que le dejó a Goldman su labor como profesor de escritura creativa en Princeton.

De Butch Cassidy (su verdadero nombre era Robert Leroy Parker) se tiene bastante información: nacido en Utah, en 1866, se puso como mote Cassidy en homenaje a Mike Cassidy, un famoso ladrón de bancos. En 1890, lideraba el último gran grupo de forajidos del Oeste: la Banda del Agujero en la Pared (en la película, en su versión española, se les bautiza como la Banda del Desfiladero) o El grupo salvaje, la cuadrilla que cometió más crímenes y asesinatos. Sin embargo, Cassidy no era un pistolero. No mató a nadie hasta poco antes de morir, cuando trabajaba como guardia en América del Sur. Tampoco sabía pelear. Ni siquiera planeaba los golpes. Goldman lo cuenta: “Eran hombres arrogantes y brutales. Y allí, a la cabeza, estaba Cassidy. ¿Por qué? La respuesta es increíble pero cierta: le caía bien a la gente. A todo el mundo. A veces, cuando le seguían, llegaba a un rancho y decía: ‘Mire usted, soy Butch Cassidy y me vienen siguiendo. Les estaría muy agradecido si me escondiesen una temporadita’. Y lo hacían”.

Entre los bandidos estadounidenses, solo Butch y Jesse James conocieron la fama en vida, y Butch la exprimió. El bandido hizo su último trabajo en EE UU en otoño de 1901. Cuando le tocó demasiado las narices a los ferrocarriles de la Union Pacific, su propietario formó una banda de seis superpolicías. En cuanto Butch se enteró de la existencia de la patrulla, huyó junto a Sundance Kid (nombre real, Harry Alonzo Longabaugh) y la amante de este, Etta Place. De ellos no se sabe mucho: que Sundance (nacido en Mont Clare, Pensilvania, en 1867) era un extraordinario pistolero de El grupo salvaje, y que Etta era su pareja, probablemente una prostituta. Existen fotos del trío paseando por Nueva York en 1902 camino de su exilio: a Butch le encantaba retratarse. En los siguientes siete años —hasta que les mataron en Bolivia—, Butch y Sundance asaltaron bancos, robaron ganado, cuidaron un rancho, hicieron de guardias y, por segunda vez, se convirtieron en leyendas bajo el nombre de Bandidos yanquies. En 1905, ya existía una película de dos rollos de metraje, unos 40 minutos, sobre sus vidas.

El trío protagonista, en el rodaje en México.
El trío protagonista, en el rodaje en México.

El buen trabajo que Goldman había hecho en Harper, investigador privado sirvió para que Fox comprara, en puja con otros estudios, su libreto por unos estratosféricos 400.000 dólares en octubre de 1967. El estudio puso en el proyecto en marzo de 1968 como director a George Roy Hill. Él y Goldman pulieron el libreto. A inicios de 1967, antes de la compra de Fox, Goldman le había contado a Paul Newman la historia de los bandoleros. El actor se vio como Sundance, y cuando Fox entró en la producción se sumó al proyecto. Goldman había escrito el personaje de Butch pensando en Jack Lemmon, pero el estudio se negó. Steve McQueen, convencido por Newman, estuvo a punto de firmar, pero su legendaria inseguridad le llevó a renunciar y Hill propuso finalmente a Robert Redford.

“Había leído el guion y claro que me atraía, pero era joven, había mucha gente luchando por esos personajes y no pensé que me tocaría. En Fox no paraban de decirme que contaban con McQueen”, apunta Redford. Él dio la última vuelta de tuerca tras su fichaje: zurdo como Sundance, pidió intercambiar los roles. Y así, con Newman como Butch, el rodaje de Butch Cassidy and the Sundance Kid arrancó el 16 de septiembre de 1968 en Durango (Colorado), con Katharine Ross, la chica de El graduado, completando el triángulo.

En el estudio no dejaron margen para el error al programar 12 semanas de rodaje. Por miedo a las nevadas invernales, los productores decidieron que la filmación arrancara en el primer asalto al tren. Newman empezó a comportarse de forma extraña. No solo le ponían nervioso los caballos, sino que en su interpretación añadió unas exageradas notas de humor que sacaron de quicio a Hill. Era su miedo a no ser lo suficientemente cómico. Poco a poco, el director le recondujo. Según Redford, “George Roy Hill te daba el espacio para crear. Echaba del rodaje a todo el que no fuera imprescindible, era muy disciplinado en el trabajo y tenía todo preparado. Paul y yo desarrollamos una amistad que Hill supo trasladar a la pantalla. Llevó lo de fuera adentro y acertó”. Para Newman, “aquel rodaje fue un ejemplo perfecto de la creación de una película como experiencia comunitaria”. El horario de Newman refleja la energía de la estrella. Se levantaba a las cinco y media, dedicaba una hora a la sauna y a nadar, y a las siete aparecía listo en el plató. Por la noche, solía preparar ensaladas para el equipo artístico y una cafetera rellena de whisky y hielo. En México se filmaron las secuencias correspondientes a Bolivia. Casi todos, incluido Hill, acabaron enfermos con diarreas por culpa del agua. Newman, Katharine Ross y Redford se salvaron por su afición a la soda y al alcohol.

Entre las visitas que pasearon por el plató, los protagonistas rememoran con cariño a Lulu Betanson, la hermana real de Butch Cassidy. Betanson vio la toma en que Butch le arrea una patada en los testículos a otro ladrón y aseguró que así era su hermano, que también tenía los ojos azules y una sonrisa hipnótica como la de Newman. La anciana volvió en diversas ocasiones al rodaje e incluso asistió al estreno en Durango, el 2 de septiembre de 1969. En la taquilla, Dos hombres y un destino superó los 100 millones de dólares. Como bromeó Newman tras esas ganancias: “Lástima que les matemos al final”. A Redford le cambió la vida: “¿Mis dos grandes trabajos? Dos hombres y un destino es el más divertido y en el que muestro mi parte más oscura. El otro fue Todos los hombres del presidente, porque todo el mundo nos dijo que no podríamos hacerla y que a nadie le interesaba el caso Watergate”. En homenaje a este western, Redford bautizó a su festival de cine independiente en Park City (Utah) con el nombre de su personaje: Sundance.

Fotograma del tiroteo final.
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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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