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CONTAR HASTA LOS 40

“Ya no soy natural en las redes sociales, desconfío de ellas, no me compensan”

La vida de la periodista Lara Siscar se complicó por culpa de los mensajes en Twitter, donde los acosadores saben hacer su agosto. Hoy mira lo ocurrido con distancia y con coraza

Borja Hermoso
La presentadora Lara Siscar hace el gesto de enmarcarse en una pantalla.
La presentadora Lara Siscar hace el gesto de enmarcarse en una pantalla.CARLOS ROSILLO

Lara Siscar (Gandía, 1977) nos mete cada mañana en casa el mundo y su abanico de verdades y mentiras. La chica del 24 horas se convirtió un día, por desgracia, en carne de teletipo. Confesó que llevaba tres años siendo acosada en las redes sociales por dos energúmenos. Ya nada fue igual. Ha escrito una novela, La vigilante del Louvre (Plaza & Janés) y ya enfila la segunda, inspirada en un caso real y espeluznante de abusos sexuales a menores.

Pregunta. ¿Y qué es la televisión?

Respuesta. Pues ya más que un emisor es un receptor. Recibe las expectativas del personal, del televidente, sus esperanzas, sus frustraciones y sus deseos. Yo creo que por eso tienen tanto éxito los programas de cotilleos.

P. ¿La tele es eso que todos encendemos aunque la pongamos a parir y el que diga lo contrario miente?

R. Absolutamente. El televisor sigue siendo ese electrodoméstico que uno, cuando llega a casa, lo enciende y lo deja encendido lo vea o no, echen lo que echen y aunque esté haciendo otras cosas.

Si tienes credibilidad la gente escucha atentamente lo que dices

P. Dice mucho de una sociedad el que la tele esté ahí todo el rato, encendida como animal de compañía, ¿no?

R. Yo creo que eso no es malo. Depende de qué pones. Y ahí sí que se ve de qué pie cojea una sociedad. No quiero demonizar ningún programa, pero todos sabemos de lo que hablo.

P. Son ustedes periodistas pero también actrices, ¿no? Ese modular la voz, ese mover las manos, la cabeza… toda una coreografía. Resulta paradójico pero a veces cuesta contemplarles y, a la vez, enterarse de lo que dicen.

R. Pues eso debe suplirlo la credibilidad. Si tienes credibilidad, se supone que la gente te escucha atentamente, a pesar de que haya en escena cierta seducción, porque la televisión es imagen y, al final, tienes que vender tu producto.

P. ¿No es la televisión una metáfora de la dictadura de la imagen? Formulada la pregunta de otra forma: ¿por qué casi todas las mujeres que trabajan en la pequeña pantalla son guapas? Voy más allá: al mundo de la moda llegaron hace tiempo las mujeres gruesas. Al de los informativos en televisión, no.

R. A ver, obviamente, si se es guapa o guapo se le puede sacar partido, y sí, si alguien es guapo tiene más fácil trabajar en televisión... bueno, pero hay que vernos sin maquillar a las ocho de la mañana, ¿eh?

P. Visto desde fuera, el trabajo en la tele tiene pinta de —perdone la palabra— encabronar mucho, La tensión, el directo, el estrés…

R. Pues mucho, mucho. A veces esto es como un corredor del Tour, que tienes que subir un puerto y no te puedes dopar. Tienes que estar muy fresco para cinco horas de directo, porque los fallos y los imprevistos son constantes. Y eso provoca tensión, y desgasta.

Los guapos y guapas tienen más fácil trabajar en la televisión

P. Vaya, que esto de chica de la televisión no es para siempre, ¿no?

R. No. Me encanta mi trabajo, pero llega un momento en que ya no puedes hacerlo más. Te satura. En mi caso yo creo que por eso me busqué esa salida de escribir una novela… no sé, a lo mejor yo ya estoy, en efecto, para buscarme otros escenarios. Lo que pasa es que la información pura y dura provoca tirón, a mí me sigue gustando levantarme para ir a la tele.

P. Que por cierto, se levanta…

R. A las siete menos cuarto.

P. Pocas noches locas.

R. De lunes a viernes ninguna… pero el fin de semana no piso la casa.

P. ¿Hay dos laras siscar, la presentadora de televisión y la otra, un poco como Jekyll & Hyde, o solo hay una que se desdobla?

Según la programación elegida, se ve de qué pie cojea una sociedad

R. Dos, hay dos. Y cada vez me es más difícil conjugarlas, porque una tiene que ser muy activa, muy expresiva y muy rápida… y la otra tiene que ser más introspectiva y más calmada. A veces resulta complicado.

P. Hablemos del asunto. Sufrió acoso sexual y psicológico en las redes sociales por parte de dos desgraciados a los que finalmente detuvo la policía. Dijo en una entrevista: “Eso me afectó mucho”. La pregunta es: ¿le sigue afectando?

R. Eso ya no me afecta, pero sí me sigue influyendo. No me afecta porque, lamentablemente, vivir un caso como ese te hace callo y acabas relativizando, aunque esto no se acaba nunca, seres de ese tipo siempre van a aparecer. En lo que sí me influye es en que yo en las redes sociales ya no soy natural. Ya no me compensa. De hecho, he perdido el interés. Desconfío de ellas.

P. Va cobrando cuerpo la tesis sobre lo que podríamos llamar la gran falacia que suponen las redes sociales…

R. Las redes sociales son una gran farsa. Y los grandes culpables de esta farsa y los únicos que podríamos acabar con ella somos los periodistas. Hace mucho daño lo que solemos hacer, que es utilizar como excusa las redes sociales para convertir en noticia algo que no lo es. Cuando un periodista titula "Las redes arden" y utiliza para ello siete tuits… pues eso no debería tener ningún peso, pero lo hacemos una y otra vez porque no tenemos nada que poner, o porque genera retuits… es muy grave.

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Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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