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Libros

Ensimismamiento

El diario de Andrés Sánchez Robayna refleja la preocupación por el pensamiento vinculado al arte y su dominio de tradiciones poéticas dispares

Diarios de escritor.
Diarios de escritor.

“Escribo diarios porque no puedo hacer pensamiento puro”, anota el poeta, traductor y profesor Andrés Sánchez Robayna en la última entrega de su diario, Mundo, año, hombre. Mundus annus homo fue el lema del que se valió el erudito y eclesiástico Isidoro de Sevilla para resumir su visión unitaria del universo y la armonía de los tres conceptos a lo largo del tiempo. En la figura circular, o rueda, concebida por el autor de las Etimologías, el hombre tiene una posición central, pero ubicada en un tiempo (annus) y un espacio (mundus). Los tres elementos se hallan en movimiento y de ahí la imagen de una rueda que gira, imparable.

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Me parece un lema muy acertado para definir la naturaleza de la escritura diaristica, en la que siempre alguien escribe partiendo de unas coordenadas solidarias, es decir, en un tiempo y un lugar determinados, de los que surge la anotación, la huella humana. La especificidad de cualquier diario radica en esto precisamente, en la voluntad de retener, de algún modo, la pérdida incontenible de existencia preservando algunos instantes de su fluir permanente. El tipo de instantes retenidos por el diarista en su particular selección de lo vivido dicen de él, pero no del género donde se ubica. Eso explica la enorme variedad de diarios, tan singulares como lo puedan ser sus autores; en todos late el deseo de atrapar algo de lo acontecido, su “pálpito” en palabra de Sánchez Robayna.

Otras razones explican la querencia, en la cultura española reciente, por el llamado “diario de escritor” (yo prefiero el término dietario, pues los diarios de escritores como Virginia Woolf o John Cheever no encajan en dicho perfil), fundamentalmente practicado por poetas, donde la transversal trazada en la propia existencia tiene que ver con la profesión y los referentes culturales: lecturas, viajes, colegas, conferencias, ideas, sueños, paisajes. Es decir, sin voluntad introspectiva. Una variante que ilustra el problema de una técnica literaria en busca de un tema. En todo caso, en Sánchez Robayna el “diario de escritor” adquiere una modulación especial, reflejada en un anhelo metafísico, una preocupación por el pensamiento vinculado al arte que tiñe asimismo toda su obra literaria, dotándola de una gran coherencia intelectual. Eso ocurre con Mundo, año, hombre, un diario que aspira a apresar la evolución de un espíritu y donde sorprende y maravilla la pluralidad de tradiciones poéticas manejadas por su autor: de la poesía griega a la anglosajona, de la portuguesa a la catalana, Sánchez Robayna tiene observaciones extraordinariamente sutiles sobre el quehacer poético y cómo se alimenta de él en su propia escritura a través de la traducción. Dicho esto, el reparo posible, como lectora, es el nivel formal de las anotaciones. Cualquiera de ellas —la traducción (magnífica, por cierto) de los Cahiers, sus viajes a las islas griegas, la lectura del diario de Jünger, la recepción de Ínsulas extrañas…—, todo merece unas pocas líneas de elevados comentarios cuya lectura, a la larga, produce una cierta insatisfacción. Por poner algún ejemplo, en el diario se mencionan los varios congresos sobre Juan Goytisolo (de cuya obra Robayna es un experto) a los que asiste en el periodo que cubre el volumen actual (de 2001 a 2007) y echamos de menos un retrato del novelista, una valoración intelectual de esos congresos, es decir, el aporte de un escritor cuyo juicio deseamos conocer. Lo mismo ocurre con las páginas dedicadas al Congreso de la Lengua Española en Cartagena de Indias (2007). El autor llega, se instala en el hotel y sus paseos por la ciudad absorben todo el protagonismo. La escritura deviene una muralla opaca que sustrae al autor del compromiso con la realidad, sin duda menos complaciente, para reflejarse en una esfera ideal de conocimiento: el sujeto en su relación con el arte, el paisaje, la lectura. Como si fuera de ellos, con todo lo que significan para el espíritu, la vida no mereciera abordarse y el poeta callara. En pocas ocasiones —unas oposiciones en la Universidad de Barcelona, un comentario malintencionado, ciertas derivas políticas— Robayna sale de ese hechizo para mostrarnos con franqueza su valiosa opinión. 

Andrés Sánchez Robayna. Mundo, año, hombre. Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2016551 páginas. 24 euros

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