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¡Desvergüenza general en Huelva!

El Juli, Perera y Roca Rey lidiaron una corrida anovillada y se marcharon de vacío

Antonio Lorca

Si en Huelva hubiera aficionados, el escándalo hubiera sido mayúsculo; pero como no los hay, la gente salió de la plaza lamentando que el mal uso de las espadas evitara el corte de orejas.

Pero lo ocurrido en el coso de La Merced es tan serio que pone de manifiesto la gravísima situación que sufre la fiesta de los toros a causa de los propios taurinos. Ayer, la empresa, el ganadero, el equipo veterinario, el presidente y los toreros se confabularon para perpetrar un bajonazo infame a este espectáculo que se desangra por los cuatros costados a causa de los violentos ataques de propios y extraños.

Lo de ayer fue una burla descarada, una broma de mal gusto, un engaño, una infamia, un fraude…

¿Qué pasó? Pasen y vean.

Domecq/El Juli, Perera, Roca Rey

Toros de Santiago Domecq, anovillados, mansos, noblotes unos y deslucidos otros. El primero, un becerro, fue devuelto y sustituido por otro de Victoriano del Río, también chico y manso.

El Juli: pinchazo, metisaca, casi entera atravesada _aviso_ y un descabello (ovación); media estocada (ovación).

Miguel Ángel Perera: tres pinchazos y estocada _aviso_ (ovación); dos pinchazos y casi entera (ovación).

Roca Rey: dos pinchazos _aviso_ dos pinchazos y estocada (ovación); pinchazo hondo _aviso_ y tres descabellos (ovación).

Plaza de toros de Huelva. Segunda corrida de feria. 6 de agosto. Casi lleno.

Se anuncian dos ‘figurones’ del toreo, El Juli y Perera, y un joven que empuja con fuerza hacia arriba, Roca Rey; y lo hacen con una corrida de Santiago Domecq.

Sabido es que Huelva es plaza de segunda, pero no una portátil; y requiere, pues, el respeto adecuado a su categoría.

Salió el primero de la tarde, anunciado en la tablilla con 520 kilos peso. Sería verdad porque lo dice la autoridad, pero era un becerro sin carnes, sin hechuras ni pitones de los que no se admitirían en un festejo sin caballos. Cómo sería que mientras El Juli le daba trapazos con el capote, el bendito público onubense inició una protesta que aumentó por momentos y abochornó tanto al presidente, que se vio obligado a devolver el animal a los corrales.

En su lugar salió un sobrero de Victoriano del Río, ¡de 525 kilos!, tan esmirriado como su compañero, al que el diestro trató como un juguete.

Y así, uno tras otro, sardinas infames, escasísimas de fuerzas, con las que se simuló la suerte de varas, y los diestros ofrecieron lecciones varias de insufrible vulgaridad y un mitin con los estoques. No hubo más; si acaso el ánimo juvenil de Roca Rey por agradar, y lo intentó con todas sus fuerzas ante su primero, de pie y de rodillas.

Pero, al final, no hubo orejas, y lo que se presagiaba como un espectáculo festivo se tornó en una desvergüenza general por la manifiesta responsabilidad de todos los intervinientes.

Los señores El Juli y Perera olvidaron que la fiesta hay que defenderla en el ruedo y no insultando a los espectadores. Sobran declaraciones vacías de contenido de apoyo a la tauromaquia y faltan compromisos serios. No pueden venir a Huelva a engañar a la gente con una becerrada. Eso no es de toreros. Y menos, de figuras.

¿Esa era la corrida que tenía preparada el ganadero Santiago Domecq para la feria de Huelva? ¿Para las muy respetables fiestas Colombinas o para un festival de pueblo? ¿Dónde está la dignidad del criador de toros?

¿Cómo es posible que los dos jóvenes empresarios onubenses compraran este saldo de novillos? ¿De tal modo pretenden prestigiar la feria y su propia capacidad como gestores?

¿Qué criterios utilizaron los veterinarios para aprobar esa primera sardina y las cinco restantes? ¿Y el presidente? ¿Quién lo presiona, quién le ordena que organice una pantomima de espectáculo que atenta contra los más elementales derechos de los espectadores? ¿O, acaso, es que él está convencido de que la fiesta debe ser así? ¿Qué se puede esperar, en fin, de un presidente que permite que el reloj de la plaza esté retrasado cinco minutos para que se acomoden los impuntuales, y convierte el festejo es un espectáculo soporífero que supera las dos horas y media por su desesperante toma de decisiones?

Y el papel de las figuras no tiene nombre. Hay que ver para creer que El Juli y Perera acudan a Huelva para protagonizar semejante desfachatez. Y, después, se sigue culpando a los antitaurinos. Que no se preocupen estos, que la fiesta se muere sola. Si el ganadero, los empresarios, los veterinarios, el presidente y los toreros de ayer continúan en activo, este espectáculo no dura ni dos minutos.

¡Qué pena de fiesta de los toros…!

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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