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El Gulliver gigante nunca pasa de moda

La insólita figura de 67 metros de Valencia, elegida como una de las zonas infantiles extraordinarias por el Museo del Diseño de Boston, cumple 25 años

Figura del Gulliver, en el Jardín del Turia de Valencia.Vídeo: JOSÉ JORDÁN
Ignacio Zafra
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Es un día de julio por la tarde en Valencia, ha hecho un calor de mil demonios y ahora chispea, algo raro en verano. Pero no falla: El Gulliver, la figura de 67 metros de largo y casi 9 de altura que se alza (o más bien se tumba) en el Jardín del Turia de Valencia está bien surtido de niños que trepan por la cabeza y se lanzan por alguno de los toboganes gigantes que forma la ropa. “Hemos viajado por muchos sitios y no habíamos visto nada así. Es muy original”, dice Miriam Grailhe, turista francesa, junto a sus dos hijos de dos y 14 años.

El Gulliver acaba de ser seleccionado por el Museo de Diseño de Boston como uno de los espacios de juego infantil extraordinarios del planeta. Y es una apuesta segura desde que se inauguró, hace ahora 25 años. La pieza fue ideada por el arquitecto Rafael Rivera, que la materializó junto a Manolo Martín, gran renovador del arte fallero, y Sento Llobel, dibujante de la llamada Nueva Escuela Valenciana, cuyas ilustraciones forman parte de la primera exposición sobre cómics que acoge el IVAM.

Niños sobre el Gulliver.
Niños sobre el Gulliver.JOSÉ JORDÁN

“Nuestro objetivo era crear un espacio lúdico donde los diferentes elementos de juego, en vez de ser piezas aisladas, estuvieran unidos en un elemento común”, dice Rivera. El arquitecto había recibido un encargo municipal de una zona para niños. “Estuvimos dándole vueltas a qué es un parque infantil: un miniparque de atracciones. Pensamos que en lugar de poner columpios, toboganes y piezas de catálogo podíamos integrar todos esos juegos en un conjunto con un hilo conductor”.

“Cuando me hicieron el encargo, ya habían probado a hacer algo más realista”, recuerda Llobel. “Pero hacer un señor así, ahí tumbado, quedaba un poco tétrico, un poco como si estuviera muerto. Se trataba de darle una cierta irrealidad. Un diseño más sintético y menos analítico”, afirma el dibujante. El autor de Un médico novato compró todos los libros ilustrados y las películas que encontró sobre Los viajes de Gulliver. “Al final me dije: ‘No me sirve nada. Tengo que inventármelo de verdad”. Y lo hizo, eso sí, después de investigar a fondo los trajes de la época.

Uno de los toboganes del Gulliver.
Uno de los toboganes del Gulliver.JOSÉ JORDÁN

El éxito del Gulliver y su resistencia al paso de los años se explica porque supone “un espacio de experiencia singular para los niños”, cree Elisabet Quintana, arquitecta paisajista y miembro del equipo de redacción de Paisea, una publicación que ha abordado las zonas de juego. “Con excepciones, hoy se plantean de forma muy estandarizada. Se hace lo mismo en un parque natural, una plaza o una playa”. Quintana destaca la relación del Gulliver con la cultura literaria -la novela de la que forma parte el personaje creado por el irlandés Jonathan Swift en 1726- y la creación de los monumentos falleros, lo que implica un conocimiento adicional para los niños.

El coste del Gulliver gigante frenó varios años su construcción. 1,2 millones de euros de finales de los años ochenta que palidecieron después al alzarse más abajo del antiguo cauce del Turia la Ciudad de las Artes y las Ciencias, con 1.000 millones de sobrecoste. Sevilla, que preparaba la Expo de 1992, se interesó por la figura. Y la Barcelona olímpica incluso planeó situarla junto al mar. La Generalitat valenciana retuvo en el último momento el proyecto garantizando la financiación. Rita Barberá, elegida alcaldesa meses después de su apertura, nunca le prestó demasiada atención.

Otra razón para el éxito del Gulliver, cuyos materiales garantizan unas necesidades de mantenimiento bajas, es que es gratis. En la figura confluyen al cabo de la semana centenares de niños de todos los estratos sociales jugando al mismo juego. “Tiene el valor de un espacio público”, dice Rivera. “Esos lugares en los que la ciudad respira y la hilvanan”.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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