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FOTOGRAFÍA

William Eggleston, sobran las palabras

La National Portrait Gallery dedica una exposición a los retratos del controvertido artista, pionero del color y leyenda viva de la fotografía

Sin título, 1974 (Karen Chatham, izq, con la tia del artista Lesa Aldridge, en Memphis, Tennessee)
Sin título, 1974 (Karen Chatham, izq, con la tia del artista Lesa Aldridge, en Memphis, Tennessee)William Eggleston ©Eggleston Artistic Trust

Dice fotografiar de la misma forma a una persona que a una gasolinera. De forma rápida, instintiva, y sutil, sin apenas dar tiempo a que la persona fotografiada se percate, reaccione y comience a posar. Dispara una sola vez a su objetivo; más, sería causa de confusión para él. En su afán por buscar la belleza, y lo extraordinario en lo cotidiano y banal, William Eggleston (Memphis, Tennessee, Estados Unidos 1939), democratizó la fotografía tratando todas sus obras de la misma manera. Así en las imágenes de este pionero del color, considerado hoy en día como una leyenda viva, se percibe la distancia impuesta por una mirada neutral, donde sorprendentemente lo trivial se torna en trascendental; lo sencillo en excelso.

Pero es justo esa ambivalencia y neutralidad lo que ha hecho que su fotografía parezca lo suficientemente inhumana, para algunos, como para ser calificada como 'retrato'. Sin embargo, esta característica resulta muy significativa para Phillip Prodger, comisario de William Eggleston Portraits, que exhibe 100 obras del artista en la National Portrait Gallery de Londres. Se trata de la primera exposición dedicada a sus retratos. “Eggleston nos hace sentirnos incómodos ante algunas de las presunciones en las que se establece la práctica del retrato”, escribe el comisario en el catálogo que acompaña a la muestra. ”El retrato fotográfico gravita hacía la similitud – se supone que mirar una fotografía nítida, de cabeza y hombros, de alguien con una biografía conocida a una distancia íntima, debe revelarnos algo sobre su persona. Mirar a los ojos del modelo podría equivaler a penetrar en su alma-. ¿Pero quién podría asegurar que en ese momento, a esa distancia, en ese lugar, desde ese ángulo, una fotografía nos dice algo acerca de esa persona, de sus motivaciones, de su pensamiento? Eggleston es el antídoto para esos grandes conceptos”.

Sin título, c.1975 (Marcia Hare en Memphis Tennessee)
Sin título, c.1975 (Marcia Hare en Memphis Tennessee)William Eggleston ©Eggleston Artistic Trust

En un intento por parte del comisario de analizar los retratos de Eggleston, bajo parámetros convencionales, Prodger planteó al artista la posibilidad de que detrás del retrato de su hijo William III durmiendo, existiese una reflexión sobre la infancia, la naturaleza de la familia o la responsabilidad de ser padre. “Es algo mucho más ambiguo que eso”, respondió el artista. A sus 77 años el fotógrafo sigue siendo un rebelde. Capaz de generar controversia ante la posibilidad de que sus retratos puedan ser vistos de forma convencional. Y en cierta forma lo consigue; sus imágenes provocan más preguntas que respuestas. Rechaza de lleno el concepto, que ha dominado la fotografía desde principios del siglo XX y que tiene su origen en el movimiento romántico, por el cual la obra queda encapsulada en el estado emocional del artista. “Para Eggleston no hay conexión alguna entre su estado mental privado y su obra. Va aun más lejos: incluso si su actitud de creador afectase a una de sus imágenes en particular, no existe ningún motivo para pensar que el espectador lo va a entender”, escribe Prodger.

Enemigo acérrimo de lo obvio, la controversia ha estado muy presente en la vida de este elusivo artista. Han pasado ya 40 años desde que The New York Times proclamará su primera exposición individual, que tuvo lugar en el MoMA en 1976 “la exposición más odiada del año”. “Perfectamente banal”, así la describía su crítico Hilton Kramer, El fotógrafo desafiaba entonces las convenciones a través del uso del color, esa nueva frontera que se alzó dentro del mundo artístico de la fotografía en los años 60 y 70 y que solo una nueva generación estaba dispuesta a atravesar. “La fotografía en color es vulgar “ había declarado Walker Evans en 1959. “Si no puedes hacer que sea buena, que sea roja” ironizaba Ansel Adams en contra de Eggleston, después de escribir una carta al comisario de la muestra, John Szarkowski, mostrando su consternación. “El color es una mierda” espetó a Eggleston su admirado Cartier- Bresson la primera vez que se vieron.

Sin título, 1970 - 4 (Dennis Hopper)
Sin título, 1970 - 4 (Dennis Hopper)William Eggleston ©Eggleston Artistic Trust

Heredero de Duchamp no solo convertía en arte lo banal y cotidiano, sino que lo hacía en color, algo asociado entonces a la fotografía comercial y a los aficionados. Al fin y al cabo el mundo existe en color y está plagado de cosas triviales se planteaba. Gracias a la técnica del dye transfer (transferencia de tintes), en aquello días utilizada únicamente con fines comerciales, Eggleston consiguió intensificar aun mucho más el colorido aumentando el poder expresivo de sus imágenes.

Encontró su inspiración en su tierra natal, en el delta del Mississippi, donde aun mantiene su hogar. Compró su primera cámara en 1957 después de haber estudiado arte, sin obtener ninguna titulación. Y gracias a su obstinación por seguir su propio camino, y la de otros que lo fueron tanto como él, la fotografía es hoy en día lo que es. Ha inspirado a toda una generación, entre los que se encuentran fotógrafos como Juergen Teller o cineastas como David Lynch o Sofia Coppola. Alejado del documento social, no persigue ninguna historia o tema en concreto. Son imágenes transitorias que nos mantienen en tensión como retazos de la memoria. Su ambigüedad permite muchas interpretaciones. Nunca titula sus obras- aunque en esta ocasión el comisario se ha permitido la licencia de revelar la identidad de algunos de los fotografiados-.

Sin título, c.1970 (Devoe Money en Jackson, Mississippi)
Sin título, c.1970 (Devoe Money en Jackson, Mississippi)William Eggleston ©Eggleston Artistic Trust

 La fotografía tiende a mostrar más de lo que puede explicar. Así lo manifiesta Eggleston en el documental dirigido por Michael Almereyda, William Eggleston in The Real World :“El problema está en que cualquiera que sea el significado de una imagen es imposible expresarlo con palabras. No tienen nada que ver lo uno con lo otro”. “El arte o lo que llamamos arte, puede gustar, se puede apreciar, pero es algo de lo que no se puede hablar. No tiene sentido”.

 Wiiliam Eggleston Portraits. National Portrait Gallery, Londres. Hasta el 23 de octubre

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