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De cómo escribir (o no) una segunda novela

'Jambalaia', de Albert Fons, mezcla todas sus digresiones sin empacho, pero quizá le falte una intención globalizante

Aunque la editorial Anagrama siempre ha estado presente en la edición del libro en catalán, es ahora con el primer Premi Llibres Anagrama cuando publica novelas originales en este idioma. Anteriormente, en colaboración con la editorial Empúries había hecho llegar al lector catalán traducciones de sus autores internacionales. Y, por supuesto, había vertido al castellano autores catalanes que escribían en catalán. Uno de ellos, Sergi Pàmies es quien firma el prólogo a la versión castellana del ganador del mencionado Premi Llibres Anagrama. Albert Forns (Granollers, 1982) es periodista y ha publicado anteriormente el poemario Ultracolors (LaBreu Edicions, 2013) y la novela Albert Serra (la novel·la, no el cineasta) (Empúries, 2013) con la que ganó el premio Documenta.

Es casi imposible abordar la crítica de este libro sin tener que ensuciarte los zapatos. Es decir, discusión absurda, moderna e intrascendental. Que si la autoficción, que si el subgénero del escritor escribiendo cómo no puede escribir esa novela que ha escrito y tú lees. Que si el lector mosqueado, divertido, aburrido, entretenido, conectado/desconectado, sabiendo que se acabará el plato hasta el final pero no sabrá nunca si le ha gustado el manjar o sólo no le ha desagradado. Por no entrar a jugar a encontrar las diferencias entre un trozo de la novela y un ensayo de dominical periodístico, trozos hilvanados de Wikipedia, crítica, metáfora de los tiempos que corren y otros nudos en el pelo. Mucha pereza, vamos, de la que no es culpable su autor, por supuesto. Y menos en este caso, porque Forns consigue escribirse desde la neurosis de la búsqueda de la ficción y ése siempre es un logro.

El faro de Montauk (Nueva York), dibujado por Patti Mollica.
El faro de Montauk (Nueva York), dibujado por Patti Mollica.Album

Con la excusa de una estancia para escritores en Montauk, un apacible pueblo invadido últimamente de hipsters y surfistas de Nueva York, Forns indaga en cómo tratar de escribir una segunda novela. Y aquí le cabe todo. Todo lo que narrativamente parece interesante (sus otros compañeros, sus manías y sus miedos, la mirada sobre el supermercado global estadounidense) como lo que, simplemente, se le ocurre, pasaba por ahí o pincha el cursor del ratón de su portátil.

Este guiso criollo de arroz —jambalaya— no proporciona indigestión ya que su autor sabe hacer lo que hace, se corrige y limita los excesos. Además tiene un sensor que le avisa de cuando está a punto de no gustarse, lector y narrador de sí mismo. Y eso sucede, por lo general, cuando está a punto de no gustarnos a nosotros. El producto es su tesis y su antítesis, tan crítico a ratos como con poco mordiente en otros, tan denunciante como acomodaticio, un virus del todo autoinmune ya que no puedes criticar sin caer fuera de lo que pretende el libro, denunciar es denunciarte, y así pasas o a ser palmero o miembro de la Liga Anti Onanista, armando bulla fuera del bar, lo cual tampoco es el caso.

Pero a pesar de su estilo rápido, limpio, entretenido y eficaz y que con él vas consumiendo páginas y páginas sin problemas como paradas de metro que te informan de donde estás pero no te señalan nada más que eso. Uno de los peros a este libro es que da igual en qué parada te bajes, del mismo modo que es indiferente cuando decida su autor acabar el libro. Se echa de menos, quizás, a mi juicio, una intención globalizante que unifique, que dé un sentido a este discurrir, a la dirección que el autor, lo acepte o no, nos obliga a seguir.

Jambalaya/Jambalaia. Albert Forns. Traducción de Ricard Vela. Anagrama. Barcelona. 304 páginas. 19,90 euros

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