_
_
_
_
_
FESTIVAL DE JAZZ DE VITORIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El tocino y la velocidad

Jaime Cullum es un intérprete muy serio, con un amplio conocimiento de la historia del piano de jazz

El músico Jamie Cullum, anoche, en el Festival de Jazz de Vitoria.
El músico Jamie Cullum, anoche, en el Festival de Jazz de Vitoria.VINCENT WEST (REUTERS)

Había seguidores de Jamie Cullum mendigando una entrada por las esquinas de la ciudad. Ni modo. 11 años después de su primera actuación en nuestro país —misma ciudad, mismo escenario—, el poder de atracción del hiperactivo Culllum se mantiene incólume, sino es que ha aumentado. Total, que imaginando la escena, uno llegó a Mendizorrotza el viernes con tiempo suficiente, o eso creía, y se encontró con el pabellón a punto de saltar por los aires y con dos propias que le preguntan: “¿Sabe usted quién toca primero?”. Y a uno, que le entra la risa: “Léanse el programa, señoritas”.

Es lo que tienen los festivales, que juntan El séptimo sello con Pepito piscinas en un mismo programa, y hay quien va a escuchar una cosa y se encuentra con dos señores trajeados tocando jazz al piano y el contrabajo.

¡Jazz en un festival de jazz!, ¿dónde se ha visto cosa semejante?

Total, que arrancan Kenny Barron y Dave Holland —y no se está hablando de cualesquiera— y las susodichas que aprovechan para ponerse al día, entre los precios del Pilates, menudo disparate, y el chalet en Lekeitio que, desgraciadamente, no va a estar a punto para cuando Marichu vaya. Pobre Marichu. De haberla conocido Dave Holland, seguro que le hubiera dedicado una de sus composiciones.

No hubo un Blues for Marichu, pero sí un vals para Kenny Wheeler, un Pass it on dedicado a Ed Blackwell y un In walked Bud, que Thelonious Monk escribió para Bud Powell. Y, sobre todo, hubo jazz. Del mejor. Y un tema, Rain, de Kenny Barron, impregnado de ese sentimiento de nostalgia imprecisa que es patrimonio exclusivo del jazz. Callaron las parlanchinas vecinas, calló Marichu, callaron todos. La indiferencia inicial tornó en ovación cerrada. “Esto que estáis escuchando se llama jazz”, intento decirles a las susodichas, pero ellas están ya a lo suyo. Ha llegado el gran momento: "Ladies & gentlemen, mr. Jamie Cullum!!!. Las dos acuerdan: “Es más guapo que en las fotos"… “y más bajito”, añade una de ellas.

Comprobación: los nuevos ídolos del pop beben agua mineral. En esto se parecen a los nuevos músicos de jazz. Luego que Cullum se da un aire a lo Bisbal, lo que no parece un dato trascendental y, con seguridad, no lo es. Por lo demás, sigue siendo el mismo culo de mal asiento que conocimos en 2005; alguien capaz de hacer alpinismo sobre el piano por dos veces sin partirse la crisma. Solo que, además, es un intérprete muy serio, con un amplio conocimiento de la historia del piano de jazz, de donde su acompañamiento a lo Erroll Garner de What a difference a day makes; y un crooner más que notable, de donde su versión de Blackbird, de McCartney (sin Lennon). Tiene, además, una banda ágil/fiable/segura que le acompaña, y una habilidad peculiar para mezclar lo inmezcable, Comes love y I put a spell on you, por ejemplo.

La cosa terminó dos horas y media más tarde, se dice pronto, con el personal venido en masa a los pies del escenario y los seguratas de los nervios. Pobre gente. Mientras los festivales de jazz de Niza y Antibes han cancelado su programación en señal de duelo por los fallecidos el 14 de julio, Vitoria sigue su curso. No hay mejor noticia que esa.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_