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‘7 de julio’, una guía emocional del encierro

El periodista Chapu Apaolaza desgrana en un libro las experiencias vitales de la carrera

Un toro cornea a un corredor en un encierro de 2015.
Un toro cornea a un corredor en un encierro de 2015.ANDER GILLENEA (AFP)

"Hoy es el día en que menos miedo vas a tener, porque aún no sabes cómo es". Estas fueron las palabras que el ya desaparecido periodista Paco Apaolaza dijo a su hijo el 7 de julio del año en el que acababa de cumplir 15 y se estrenaba como corredor del encierro de Pamplona.

Ahora, pasado el tiempo, Chapu Apaolaza (San Sebastián, 1977), también obrero del periodismo, ha plasmado en un texto editado por Libros de K.O. su experiencia sanferminera, se ha olvidado de las fotos y se ha adentrado en el alma de quienes cruzan el vallado y se enfrentan a la incertidumbre de la fuerza totémica de seis toros.

Basado en su propia biografía como corredor ("he sido muy mediocre", asegura), y en la de otros muchos que están en la historia de la fiesta, Apaoalaza escribe una crónica emocional en la que recuerda a los 16 mozos que no salieron del vallado y forman parte del balance trágico sanferminero.

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"Ver a un hombre delante de un toro puede ser un asunto de adrenalina, arrebato o locura", afirma Apaolaza, "pero a todos los que corren los cambia por dentro porque los enseña a lidiar con el miedo, con sus fantasmas, con la fragilidad de la vida…; yo creo que salimos muy vivos del encierro".

"¿Merece la pena ponerse delante de un toro?", se pregunta el autor. Y él mismo se responde: "No sé; habría que preguntarle a los que murieron en él".

7 de julio no es un manual sobre el espectáculo central de San Fermín; ofrece, eso sí, unas nociones mínimas para correr, que el autor compendia en un Kit de supervivencia para novatos, pero su objetivo fundamental es convertirse en una herramienta "para que el corredor sepa que se está enfrentando a algo muy grande".

Dedica las páginas a su padre, "por el gran regalo que me hizo", y de su mano revive su primer encierro en la Cuesta de Santo Domingo, ("no hay cuesta abajo en el mundo que se haga más cuesta arriba, y allí las carreras son explosivas, breves e intensas"), y coloca en el recorrido a corredores emblemáticos que han dejado huella en su paso por San Fermín.

Asegura que el miedo al encierro aparece seis meses antes, y que "cuanto más corres, más miedo tienes; se acumula en las venas como un metal pesado y contamina el cerebro con imágenes de pitones que hilvanan femorales, tipos inconscientes y pezuñas que pisan las nucas".

El terror, la jindama, el susto… es el hilo conductor de las páginas. "El día 7 de julio es el día mundial del miedo", asegura Apaolaza. Y añade: "La calle Estafeta es el Gran Cañón del Colorado del miedo". Y cuenta lo que le ocurrió aquella mañana que, metros después de la curva de Mercaderes, cayó de espaldas en la calle, y la chica que corría en la cara de la manada cayó después sobre él. "Rodamos entre pies y pezuñas", recuerda, "ella se sentó en un portal, me tocó el hombro y me preguntó: Perdona, me puedes mirar si tengo los dientes". A los dos les temblaban las manos, y la cara de la corredora estaba manchada de sangre a causa de un labio herido, pero los dientes los tenía en su sitio.

Hasta 1974, las mujeres no podían correr en el encierro, y aunque aún no son multitud, cinco de ellas figuran en el histórico parte de heridos y las cinco son extranjeras.

Apaolaza resucita el protagonismo del escritor Hemingway, responsable de la legión extranjera que cada mes de julio arrasa Pamplona, y rescata a protagonistas históricos del encierro: Fernando Arduras, el neoyorkino Robin O’Connor, los periodistas Gabriel Asenjo y Javier Solano, Sergio Colas, corredor sordomudo, al concejal socialista Javier Pascal, que dejó tirado al escritor Arthur Miller para correr el encierro, al irlandés californiano Matt Carney, Juan Pedro Lecuona, doblador por la mañana y mulillero por la tarde, Damián Sánchez, el alcalde de sol, Julen Madina, Miguel Ángel Eguiluz,…

Y dedica, finalmente, uno de los siete capítulos del libro a los 16 que una mañana se quedaron entre las astas de los toros: Casimiro Heredia, Juan Zabalza, Matthew Peter Tasio, Fermín Etxeberría… y así hasta Daniel Gimeno, que murió en 2009.

"Han pasado los toros", termina el periodista, "piensa en lo libre que has sido y en cómo la vida te hormiguea en los brazos. Nunca olvidarás ese momento. Disfruta, sé humilde y reconoce la inmensa y sencilla suerte de existir. Dame tu palabra de que no dejarás pasar la vida en vano. Viva San Fermín".

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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