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Artistas y desarraigados

‘Vaivén’ y ‘Psicópolis’ y ‘La obra maestra desconocida’, este domingo, en la colección Libros Bilingües

'La obra maestra desconocida', de Honoré de Balzac.
'La obra maestra desconocida', de Honoré de Balzac.

Esta semana presentamos dos literaturas muy distintas a las que, sin embargo, une un hilo firme. La ruptura del artista romántico con las convenciones de su época inaugura la soledad de los individuos modernos y su obligación de vivir una vida “creativa”, la estetización del mercado del mundo.

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Empecemos por lo más cercano en el tiempo. Vaivén y Psicópolis pertenecen al segundo libro de relatos de Ian McEwan (Hampshire, 1948), Entre las sábanas, aparecido en 1978. El autor de Expiación es menos grave en estos primeros textos que en sus novelas posteriores. Su estilo: ágil, fragmentario y provocador (sobre todo en lo sexual) disecciona el desarraigo de una cultura egótica. Apenas sabemos de estos personajes, su pasado o su profesión incierta. Vaivén, construido simultáneamente con dos momentos de la vida del mismo narrador: una noche junto a su amante y una mustia jornada de trabajo, es casi una poética de la cotidianidad y sus breves (y tristes) epifanías. Así el vaivén es la respiración de la amante dormida y el del cambio del punto de vista del narrador.

Anécdotas extrañas

Psicópolis narra un desmoronamiento. Un inglés (probable escritor) pasa unos meses en Los Ángeles, “ciudad llena de narcisistas”. Las anécdotas y extrañeza de los personajes que acompañan al narrador (caricaturas de lo norteamericano), van apuntalando una elegía por la propia personalidad perdida. Es uno de los relatos más hermosos de McEwan.

La obra maestra desconocida, escrito por Honoré de Balzac en 1832 y pulido durante una década, ha hecho correr ríos de tinta. La historia es conocida: a comienzos del siglo XVII el joven Poussin conoce, de la mano de su maestro Porbus, al enigmático pintor Frenhofer, ya viejo, que lleva trabajando en secreto en el retrato de una cortesana.

Frenhofer no quiere copiar la belleza de su modelo. Su afán, pionero del arte moderno, no es imitar la vida sino crear lo vivo en el lienzo, tarea imposible que lo convierte en una figura trágica y aislada de sus contemporáneos. En cierto sentido, a partir de Frenhofer, el único personaje ficticio de este relato, el artista debe romper con las convenciones que hacen de un cuadro una suma de detalles formales: “Aquí hay una mujer, ahí hay una estatua, más allá un cadáver”. Debe aprender a desaprender. Y nos reservamos la sorpresa del cuadro final...

Es difícil resumir la influencia de este relato en el arte moderno (para saber más están los ensayos de Dore Ashton y Francisco Calvo Serraller). Digamos que, desde Cézanne, muchos pintores se han creído, en algún momento de su vida, Frenhofer. Aunque ficticio, el primer pintor abstracto.

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