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CRÍTICA | INDEPENDENCE DAY: CONTRAATAQUE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vigilad, de nuevo, los cielos

Hay buenas ideas, pero prevalece la impresión de haber pasado de una secuela acontecimiento a la algo atropellada resurrección de una franquicia

Imagen de 'Independence day: contraataque'.
Imagen de 'Independence day: contraataque'.

INDEPENDENCE DAY: CONTRAATAQUE

Dirección: Roland Emmerich

Intérpretes: Bill Pullman, Liam Hemsworth, Maika Monroe, Jeff Goldblum.

Género: ciencia-ficción.

Estados Unidos, 2016

Duración: 120 minutos.

En Independence Day: Contraataque, la descomunal nave nodriza de una civilización extraterrestre dispuesta a exterminar a la humanidad parece aplicarle un letal abrazo de luchador turco al globo terráqueo. Lejos de la tradicional retórica visual de esos platillos volantes que surcaron, y definieron, el cine de ciencia-ficción de los 50 —con La Tierra contra los platillos volantes (1956) como gran modelo canónico— aquí la invasión avanza como una asfixia lenta, como si estuviéramos viendo un espectáculo de Yağlı Güreş —la centenaria lucha libre turca sobre el barro— o el pasivo éxtasis de una garrapata succionando la sangre de su presa. Que nadie piense, no obstante, que Roland Emmerich se ha pasado al cine contemplativo: precisamente es esa idea lo que aporta un sustancial rasgo de originalidad al tradicional desfile de imágenes apocalípticas que ofrece el cineasta, que, en esta ocasión, se desencadena en forma de pesadilla ralentizada, esbozando un nuevo imaginario que libera al espectador del trance de someterse al tan acostumbrado juego de redundancias en la nueva cultura de la secuela, el remake y el reboot.

Hace 20 años, Independence Day (1996) supuso algo parecido a una culminación en la peculiar, y patológica, relación de amor/odio que Emmerich parecía mantener con la herencia del blockbuster americano de los 80, con el modelo Spielberg a la cabeza. La película asimilaba esas formas expresivas para revivir el viejo modelo del cine de invasiones alienígenas de los 50 en forma de levemente distanciada soflama patriótica: al año siguiente, Starship Troopers (1997) de Paul Verhoeven dejó en evidencia las limitaciones de Independence Day tanto en cuestiones de estilo como de sofisticación de discurso, pero, a pesar de todo, el tiempo no ha privado a esta última de seguir siendo la obra más redonda en la trayectoria de su creador.

Independence Day: Contraataque deja que las dos décadas de distancia entre modelo y secuela pesen en una ficción que recupera, en clave post-traumática, a un buen número de los personajes principales de Independence Day. Hay buenas ideas —la apropiación terráquea de tecnología alienígena— y secundarios delirantes marca de la casa —el Señor de la Guerra africano—, pero prevalece la impresión de haber pasado de una película acontecimiento a la algo atropellada resurrección de una franquicia, mucho más marcada por la urgencia corporativa que por necesidad de discurso. Por lo menos no estamos ante una fotocopia cara, ni ante un blockbuster con metraje gratuitamente desaforado.

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