_
_
_
_
_
OSWALDO ZAVALA EXPERTO EN LITERATURA MEXICANA Y PROFESOR EN LA CUNY

“Lo que imaginamos sobre el narco proviene de fuentes oficiales”

Amanda Mars
Oswaldo Zavala.
Oswaldo Zavala.

Oswaldo Zavala (Ciudad Juárez, 1975) es profesor de Literatura Latinoamericana contemporánea en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY). Especializado en narrativa mexicana, Zavala tiene una visión alternativa del fenómeno del narco en su país natal y cree que la imagen del poder de los cárteles está sobredimensionada y auspiciada por el Estado. Narcotraficantes como el Chapo, a su juicio, anhelan esa imagen de fuerza. Lo está abordando en su próximo libro, The Imaginary U.S.-Mexico Drug Wars: State Power, Organized Crime, and the Political History of Narconarratives (1975-2012).

Pregunta. Se ha hablado mucho de la narcoliteratura. ¿Existe el narcoperiodismo?

Respuesta. Hay un fondo oficial en esta forma de representar el narcotráfico que condiciona todos los productos culturales: periodismo, literatura, cine, televisión, música... Y, finalmente, coloniza el discurso académico, que es donde yo me inscribo. Lo que yo he tratado es de salirme un poco de la cadena y tratado de estudiar la historia de representación del narcotráfico como un tipo de hegemonía cultural que tiene origen, no en los creadores o los periodistas siquiera, sino en fuentes oficiales. La tesis de mi libro es que la mayor parte de lo que imaginamos sobre el narcotráfico proviene de fuentes oficiales, no del periodismo.

Más información
El Güero Palma, el sanguinario socio de El Chapo, sale de prisión en California
El Chapo y el narco, una historia de amor con la televisión en EE UU
Cinco grandes mentiras sobre El Chapo y su extradición
"El estado tiene a su alcance todos los aparatos y recursos de inteligencia, después de Edward Snowden, suponer que ellos no pueden escuchar todas las conversaciones me parece ingenuo"

P. ¿Ve enaltecimiento del narco en la literatura?

R. Hay mucho de eso. La literatura del narco ha creado una mitología épica y romántica sobre el narcotráfico, con este deseo de muerte y esta hipersexualidad. Por momentos, el narco se convierte en una economía de símbolos globales como la que produciría una novela de James Bond. El ejemplo más inmediato es La reina del sur, de Arturo Pérez-Reverte, que es muy deleitable, y ha sido un parteaguas en el mundo literario. Tanto en los narcocorridos como en las películas, la literatura o mucho del periodismo que se escribe en México, en realidad concibe esta mitología del narco: un tipo de bandido en las puertas de la sociedad civil. Así, el narco se convierte en el depositario de toda la derrota de la sociedad mexicana, todo lo que el Estado no pudo administrar, que supuestamente el narco vino a llenar de su propio poder. El argumento de mi libro es que todo eso busca hacer circular esta necesidad de movilizar al Ejército y a la policía federal, gastar más en el presupuesto disciplinario policial del Estado.

"El periodismo que se escribe en México en realidad concibe esta mitología del narco: un tipo de bandido en las puertas de la sociedad civil. Así el narco se convierte en el depositario de toda la derrota de la sociedad mexicana"

P. ¿Ha cometido el relato periodístico también alguno de estos pecados?

R. Principalmente también se ha dejado llevar. Ha sido objeto total de esta mediación oficial. Respeto mucho la valentía de los periodistas que han tocado el tema del narco, en ningún momento creo que sean colaboracionistas del Estado: son gente valiente que trata de hacer cosas interesantes, pero por momentos no han reflexionado claramente el orden de representación de su trabajo y se han cuidado muy poco de su acercamiento a la fuentes oficiales.

P. Pero ir al narco directamente tampoco es garantía de un discurso diferente, mire por ejemplo la entrevista de Sean Penn al Chapo.

R. Por un lado, Sean Penn tiene un entendimiento pobre del tema, pero más allá de eso, hay un momento en el que le pregunta: “¿Usted cree que el Estado está intentando asesinarlo?” y él dice: “No, yo creo que me van a detener”. Pero un delincuente como El Chapo tampoco entiende todos los juegos geopolíticos que hay alrededor del tráfico de drogas. El Estado tiene a su alcance todos los aparatos y los recursos de inteligencia y, después de Edward Snowden, suponer que ellos no pueden escuchar todas las conversaciones me parece ingenuo. Están al tanto de los movimientos no solo del tráficos de drogas, sino del dinero que genera ese tráfico, que es mucho más interesante que los traficantes en sí.

P. ¿Y al narco le conviene esa imagen de poder?

R. No sé si le conviene tanto como la desea. En el caso del Chapo, él quiere ver a Kate (del Castillo) porque es este símbolo sexual, pero también porque ella ha encarnado la Reina del sur. Es decir, ella ha vivido la parte más artificial del mito, ella ha participado en la propagación de esta mitología con los grandes medios. Juan Villoro ha dicho que Kate quería saltar del mito de la televisión y la literatura a lo real y El Chapo quería un poco de ese mito que engrandeciera la precariedad supina en la que vive. No parecerse al mito, porque eso es imposible, pero por lo menos verlo de cerca y que algo de su nombre quede inscrito en él. Quería asegurarse de que hagan la película, dejar su nombre en una película y él pueda participar en la confección de ese mito. Para ellos es extraordinario que se cree esta mitología, sobre todo en ese mundo de vida y muerte tan rápido, tan limitado y en realidad tan precario, donde todos ellos viven apestados del país. Luis Astorga llega a decir en un momento que el Estado mexicano y su gran diferencia con respecto al colombiano es esa, que ellos supieron anular el poder político de los traficantes hasta tal grado que fueron marginados del poder oficial. En Colombia, en cambio, Pablo Escobar llegó a ser diputado, eso otra cosa… es la entrada de la economía clandestina a la política, pero aquí nunca ha pasado ni pasará porque es el legado priista. Es un Estado brutal, represor, que a sus traficantes los mantuvo totalmente marginados.

P. ¿Y 2666 es opuesto a todo esto? Ahí se recoge la desidia policial.

R. Los traficantes no lo son en el sentido convencional de esta mitología; casi nunca aparece un narco con botas, con 1.000 amantes, tomando tequila y envuelto de pólvora. El primero que aparece con nombre y apellidos en 2666 se llama Pedro Rengifo, que es un empresario local que tiene varios negocios, uno de ellos creo que es una lechería, y es compadre del jefe de la policía. Y es también traficante, pero ese “también” es el matiz importante, el traficante en la obra de Roberto Bolaño está totalmente inscrito en el tejido social, con un pie en la economía clandestina.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Amanda Mars
Directora de CincoDías y subdirectora de información económica de El País. Ligada a El País desde 2006, empezó en la delegación de Barcelona y fue redactora y subjefa de la sección de Economía en Madrid, así como corresponsal en Nueva York y Washington (2015-2022). Antes, trabajó en La Gaceta de los Negocios y en la agencia Europa Press

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_