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Actores, autores y monstruos anfibios

El escritor Albert Sánchez Piñol visita el rodaje de la adaptación de su primera novela, 'La piel fría', traducida a 37 lenguas

Jorge Morla
Momentos del rodaje de 'La piel fría', y de la visita al plató de Sánchez Piñol.
Momentos del rodaje de 'La piel fría', y de la visita al plató de Sánchez Piñol.

El escritor no puede contener la excitación: “Pero si a este tío lo escribí yo”.

El actor Ray Stevenson pasea su metro noventa y tres y su aspecto de náufrago por una nave de la madrileña localidad de Fuente el Saz de Jarama. Pelo largo e hirsuto, ropa raída. Solo hay dos cosas que desentonan con la indumentaria de entreguerras en que se localiza la película que está rodando, y las dos están en su mano derecha. Un anillo de oro con un 13 en números romanos (Que desde que la serie Roma le catapultó a la fama nunca se quita) y un libro. El libro es La piel fría, y su autor se lo acaba de regalar. Acompañamos a Albert Sánchez Piñol en la visita que hace al rodaje de La piel fría, adaptación de su novela La pell freda, (La Campana, 2002), que protagonizan Stevenson, David Oakes y la española Aura Garrido.

La piel fría, traducida a 37 lenguas, narra la historia de un hombre que huye. De un refugio en una isla solitaria y de la relación entre el protagonista y un huraño farero, condenados a ayudarse para sobrevivir al ataque de unas criaturas azuladas y anfibias que asedian la perdida isla.

Aura Garrido, caracterizada como Aneris, y el director, Xavier Gens.
Aura Garrido, caracterizada como Aneris, y el director, Xavier Gens.José Haro.

La novela que escribió hace 14 años ocupa hoy a unas 150 personas que dentro de una nave lijan las ventanas de una caseta, mueven cables, colocan luces o ensayan a las órdenes del director francés Xavier Gens (Hitman, Aislados), bajo una luz amarilla que parece sacada de un cuadro de Caravaggio. Por entre los decorados (diseñados por el oscarizado Gil Parrondo, al que la película sacó del retiro con 95 años) se pasea hoy Sánchez Piñol. Al verse, Gens y Piñol se dan un abrazo cómplice mientras de fondo alguien grita "Silencio". “¿Es como imaginabas?”, le pregunta el director. “Sí”, responde el escritor asintiendo con una sonrisa, antes de ponerse detrás del director y ver cómo, dentro de un faro cortado en sección, los actores se ponen a interpretar.

"El guión atrapa la esencia del relato", confiesa Piñol. "Incluso es más nítido que lo que yo imaginaba. Muchas mentes pensando a la vez introducen en tu idea detalles que a mí se me escapan", dice luego, paseando la vista por los detalles del interior del faro. Botellas rotas, redes colgantes, una mandíbula blanca de tiburón. En el combo donde los productores ven en tiempo real el encuadre que las cámaras están grabando hay hoy unos cascos extra con el nombre de Albert. El silencio se hace y la bronca voz de Stevenson se oye en cada rincón de la nave. "¿Y cómo sabe que no son malas hierbas?", le espeta al personaje de Oakes. Stevenson pule balas y arregla un cinturón de cuero mientras su compañero prepara infusiones de hierbas. “He visto tres veces la serie Roma. Ray es un hombre imponente, con mucha presencia", explica el escritor. "Temía que se comiera al actor que le pusieran enfrente. Pero David aguanta su réplica perfectamente. Lo que me asusta más es ella".

Páginas mutiladas

En su traducción americana, el pasado del protagonista como rebelde del IRA fue mutilado. Era 2002, y todo lo que sonara a terrorismo estaba vetado en Estados Unidos. Algo que hoy lamenta el escritor. “Era un escritor joven y lo acepté. Hoy no lo haría. El trasfondo de ese personaje es algo que creo que es fundamental en la novela", cuenta Piñol.

Ese pasado (que incluye escenas en Irlanda) es algo que no aparecerá tampoco en la película. “El pasado del protagonista puede desaparecer en la película, que tiene que ir cuanto antes al punto de conflicto, eso es algo que entiendo. Pero cuando leo la novela en inglés ahora la siento coja”, confiesa.

Junto a Stevenson y Oakes se mueve, entre torpe y gatuna, Aura Garrido. O algo parecido a ella. Es Aneris, una de las criaturas anfibias, que establece una curiosa relación con los dos protagonistas y detona la posterior acción de la novela y la película. Para interpretarla, Garrido tiene que pasar cada día por una sesión de maquillaje de entre seis y ocho horas. “Yo lo que he intentado es tratar a este personaje como a cualquier otro”, explica la actriz en su camerino, bajo el maquillaje azul que solo deja ver sus enormes ojos verde jade. “Buscar su dignidad, su corazón. No tratarla como si fuera un bicho", explica. Porque en si es o no un bicho radica la clave de todo, el corazón de una novela que ha triunfado por un subtexto que nace muy lejos de la isla en la que la sitúan sus páginas.

“Escribí esta historia porque tuve que salir por patas del Congo. Estaba escribiendo mi tesis sobre los pigmeos", explica Piñol, que también es antropólogo. "De allí tuve que escapar cuando estalló la guerra”. Piñol se refiere a la Primera y la Segunda Guerra del Congo, que dejó el trágico saldo de 3.8 millones de muertos. “Allí uno conoce el horror. Entre hutus y tutsis se mandaban pronunciar una palabra. Si la pronunciabas mal, te mataban a machetazos. Eso significa que las diferencias eran mínimas, que había un componente abismal de construcción cultural del enemigo. Un enemigo que identificamos con el monstruo, aunque en el fondo sea alguien no tan distinto. Eso es algo fundamental que quise trasladar a la novela. Creo que es esa idea la que la hace universal”, confiesa. Sea esa idea la clave de su éxito o no, La piel fría es hoy, con 37 lenguas, la novela escrita en catalán más traducida. “A nadie le interesa lo que yo viví personalmente en el Congo. Pero podía trasladar esa idea a otro contexto. Usarla como metáfora". Lo cuenta cerca de otra nave, donde varios operarios recrean el rasgado casco de un barco hundido y el lecho marino, para rodar escenas subacuáticas. Tras rodar las escenas exteriores en Lanzarote, el rodaje se prolongará aquí en Madrid hasta el 25 de junio. La última localización será Islandia, donde el equipo capturará tomas de las morrenas glaciares.

Sánchez Piñol entre los productores Mark Albela y Denise O´Dell.
Sánchez Piñol entre los productores Mark Albela y Denise O´Dell.José Haro.

“Adaptar es un verbo que hay que conjugar. Ellos tienen, claro, su derecho a dar su visión de la obra. A mí imaginar no me cuesta nada, si quiero meter explosiones, me cuesta lo que me cuesta la tinta y el papel", cuenta Piñol. "Luego, llevar eso a la realidad implica un proceso de concreción más complicado”. Un proceso que se ha gestado durante doce años, desde que los productores Mark Albela y Denise O'Dell (Babieka Films) se hicieran cargo de proyecto. "Ha sido un proceso largo, interrumpido por la crisis y muy complicado para sacar la financiación, enteramente española", cuenta Albela. "Y con mucha ayuda desinteresada de mucho profesional amigo", añade O´Dell. Favores aparte, la película, con unos siete millones de presupuesto, excede con creces el coste medio de una película española.

Monstruos marinos, o no tan monstruos, que concretan la idea del hombre por odiar a lo que teme y recelar de lo desconocido. Desde algún rincón alguien grita que las cámaras están en marcha. “Silencio”, se oye. En el combo y junto a los productores, Piñol se echa de nuevo hacia delante, hacia la pantalla. A ver cómo aquello que un día escribió cobra vida.

El equipo, en un exterior rodado en Lanzarote.
El equipo, en un exterior rodado en Lanzarote.José Haro.
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Jorge Morla
Jorge Morla es redactor de EL PAÍS. Desde 2014 ha pasado por Babelia, Cierre o Internacional, y colabora en diferentes suplementos. Desde 2016 se ocupa también de la información sobre videojuegos, y ejerce de divulgador cultural en charlas y exposiciones. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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