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James Blake lucha contra el megaescenario

La amplitud del espacio principal del Sónar perjudicó al cantante mientras que a Flume le ayudó el suyo para triunfar

James Blake, en su actuación en el Sónar.
James Blake, en su actuación en el Sónar.Xavi Torrent (Redferns)

Uno en el escenario más colosal del Sónar, el Club, allí donde las multitudes empequeñecen y el sonido se abre en pos del último rincón. Otro en uno de los dos escenarios exteriores, el Pub, donde el gentío se comprime en un espacio relativamente pequeño delimitado por la estructura que alberga la mesa de sonido. En el primer ámbito actuó James Blake, en formato trío, en el segundo lo hizo Flume, Harley Edward Streten, en solitario, parapetado tras el aparatoso atril donde dispuso su instrumental. Al primero el espacio no le jugó a favor, al segundo le ayudó a alcanzar el éxito. Hay veces en que los músicos pueden intentarlo todo, pero los escenarios acaban por encumbrar a unos y restar brillo a otros. Eso ocurrió con dos de las más destacadas actuaciones en el Sónar nocturno durante la noche del viernes. James Blake hubo de sudar, la multitud sudó por Flume.

Frente a su enorme escenario la multitud esperaba a James Blake y sus canciones para cincelar la intimidad con post dubstep, rhythm and blues digital y nocturnidad. No estaba lleno el recinto, ahora limitado en su capacidad por una barra que ocupa lugar frontalmente al escenario y no en los laterales, como era habitual. Comenzó la actuación y ya desde sus primeros compases –Life Round Here, Choose Me, Timeless- quedó claro que la precisión con la que Blake hace marquetería sonora, encaje de efectos y arreglos con precisión entomológica, no iba a brillar.

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Los graves, empujados por el volumen preciso para llenar la sala, perdían definición y fuerza, polucionando el resto de detalles y convirtiendo a la guitarra eléctrica en un convidado con apenas lugar en la mesa. Tuvo que ser una pieza rimada a cargo del invitado Trim, Confidence Boost, quien en su fundamento hip-hopero diese cuerpo al concierto, que hasta entonces navegaba con elegancia pero con dificultades para pescar a quien no estuviese muy cerca del escenario. Ese fue un punto de inflexión, y Blake subió pulsión con piezas como I Hope My Life o Klavierwerke, pero la suerte estaba echada. No fue un mal concierto, pero el espacio y la falta de espectáculo, bastante pobre, dejaron cierto mal sabor de boca. Fue poco más que bonito. Es complicado administrar sutileza en espacios tan colosales.

El retraso en el inicio de su pase permitió comprobar ya desde el mismo inicio que Flume acabará actuando algún día donde lo acababa de hacer James Blake. Público expectante y sonido épicos para comenzar una sesión marcada por el eclecticismo que da cobertura al r&b, al dubstep, a los beast más voluminosos o al hip-hop, todo ello facturado con una última intención pop, reconociblemente melódica. Traducción: canciones con tonos euforizantes, ganchos melódicos infalibles, pasajes de subgraves terroríficos que hacían vibrar las puertas y latigazos rítmicos que no se eternizaban en el tiempo, entrecortados y fugaces. A todo esto, Flume gesticulaba como un disc-jockey en Pachá, un poco Guetta, señalando lo evidente con sus brazos y sus botes: ahora os toca bailar, parecía decir a un público que por supuesto ya lo sabía.

Pese a actuar en un escenario más pequeño que Blake, Flume si apostó por un entorno visual que ayudase a la progresión de su show. Mares digitales descomponiéndose en olas, motivos geométricos y luz, mucha luz, luz que salía en haces que eran lanzas acuchillando a la multitud. Y él, pelín hortera en su comportamiento, dejando ver que su papel en el escenario, musicalmente, era de poca relevancia, simplemente perfilando y ecualizando las bases y disparando algún efecto. En este sentido fue un directo más bien rácano. Pero llegó Never Be Like You y la multitud gritó con el estribillo, capaz de gustar a casi todo el mundo por su efectividad. Triunfó, no cabía decirlo. Y le ayudó estar donde estuvo, en un SonarPub que jugó a favor. Justo lo contrario de lo que le ocurrió a James Blake.

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