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La empresa desbanca al arte en Sónar+D

La innovación al servicio de las nuevas industrias creativas centra la sección expositiva

Una de las obras que se pueden ver durante el Sónar+D de 2016.

Confirmando una tendencia que se fue inexorablemente imponiendo, el pasado año el Sónar cambió su epígrafe de Festival de música avanzada y new media art, por el de Música, Creatividad y Tecnología. Este año, las starts up,las aplicaciones y la innovación al servicio de las nuevas industrias culturales han sustituido los proyectos más estrictamente artísticos, que protagonizaron durante veinte años la finada Sonarmática.

Muchos de los recursos que se promueven en el Startup Garden, donde una treintena de compañías incipientes conviven con 46 fondos de inversión, aceleradoras y mentores, serán utilizados por artistas y músicos y desaparecerán en el conjunto de la obra de arte. La gran mayoría son dispositivos para el mundo de la música, pero los hay que te imprimen gafas personalizadas y miden tu peso y forma de caminar para fabricarte plantillas para bailar toda la noche.

Nuevas tecnologías para la Mercè

Un dispositivo que permite crear una obra de forma colectiva, un experimento de ciencia ciudadana para entender qué importa a los barceloneses, una danza que genera una animación digital, un juego para móviles sobre Barcelona y un conjunto de columpios de los que surgirá la banda sonora de la ciudad. Son los cinco proyectos finalistas del Creative Ring Challenge, una convocatoria de CreatiFI, para la que se pidieron obras artísticas interactivas, capaces de conectar múltiples escenarios simultáneamente. Los dos proyectos ganadores se estrenarán durante las Fiestas de la Mercè, mientras tanto el publico de Sónar puede valorar las cinco propuestas en el stand del Ayuntamiento.

Lo mismo pasa en los 30 stands del MarketLab donde se despliegan más de 60 proyectos de innovación tecnológica: experiencias multisensoriales, realidad virtual, algoritmos que predicen comportamientos y dispositivos interactivos, que no tienen sentido sin los usuarios.

Muchos son proyectos de final de carrera o máster, como los del Royal College of Art, una de las instituciones que mantiene el sutil hilo que une Sonar al arte, junto con las fundaciones Sorigué y Mies van der Rohe. La célebre universidad londinense presenta The Black Box by Absolut, una instalación inmersiva, que juega con las percepciones del visitante y una selección de objetos sonoros, como una hamaca que te arrulla con el sonido de la lluvia, que se genera y modifica según el ritmo del balanceo. “La primera hamaca se basaba en el sonido de las olas, porque en Londres extrañaba el mar. Quiero crear paisajes sonoros más complejos con diversas hamacas, que reproduzcan los sonidos del mar, el viento, la lluvia y demás”, explica la barcelonesa Marta Velasco, coautora del proyecto.

Reactable, la célebre mesa musical ideada por el equipo de Sergi Jordá, presenta un avance de Rotor, el nuevo dispositivo que convierte el iPad en un mini Reactable, a la venta desde septiembre. En el ámbito de la tecnología musical, Eurecat presenta una instalación que permite literalmente mover el sonido en el espacio, mientras que el estudio Makaroni de Zaragoza exhibe un dispositivo wearable, que desplaza objetos sin tocarlos. En el nuevo Sónar+D, incluso el reconocido artista Olafur Eliasson no presenta una obra de arte propiamente dicha, sino un proyecto de emprendeduría social: Little Sun, un nuevo cargador que almacena energía solar y proporciona luz en zonas sin acceso al tendido eléctrico.

Este año también habrá experimentos con la complicidad del público. El Supercomputing Center creará una composición colectiva basada en los gustos de la gente, mientras que Spotify y el estudio barcelonés Domestic Data Streamers han desarrollado una instalación que permite generar una canción para el futuro a partir de los recuerdos.

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