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CRÍTICA | CAMPO DE BATALLA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La guerra de dos mundos

Cata en el estilo de Brook, recuerdo sintético del ‘Mahabharata’, la función deja un ápice de desconcierto en el espectador neófito

Javier Vallejo

CAMPO DE BATALLA

Adaptación del Mahabharata y de la obra de Jean-Claude Carrière, y dirección: Peter Brook y Marie-Hélène Estienne. Música: Toshi Tsuchitori. Intérpretes: Carole Karemera, Jared McNeill, Ery Nzaramba y Sean O'Callaghan. Madrid. Teatros del Canal, del 9 al 12 de junio.

En medio de dos grandes ejércitos, un guerrero detiene su cuádriga y pregunta: “¿Por qué tenemos que luchar?”. Cuando Peter Brook escuchó este relato, inspirado en el Mahabharata, Estados Unidos había iniciado la Guerra de Vietnam con un pretexto que, con el tiempo, se demostró tan falso como el que sirvió al presidente Bush hijo para poner en práctica en Iraq la doctrina Conmoción y pavor.

Cuenta Brook en Hilos de tiempo que él y sus colaboradores, avergonzados de que en el teatro británico no había una sola reflexión sobre Vietnam, decidieron hacer la suya propia en US, espectáculo cuyo título significa: “United States (EEUU)”, pero también “Nosotros”, cómplices por inacción y silencio. Preparando US, dio con el relato mencionado, que, pasados los años, fue el germen de un viaje a la India, junto a Jean-Claude Carrière, donde supieron de narradores unipersonales que escenifican el Mahabharata entero a palo seco: la lucha sin cuartel de dos familias, hasta la victoria pírrica de una, millones de muertos mediante.

En 1985, Pilar de Yzaguirre inauguró el Festival de Otoño de Madrid, que codirigía, con un programa de postín cuyo centro gravitatorio fue la representación del Mahabharata, durante diez horas y media, con 31 intérpretes hollando la inmensidad de los Estudios Bronston, hoy desaparecidos. El 9 de junio se había estrenado en París con éxito arrollador, y luego, en una cantera, cerca de Aviñón. La función tenía dimensiones épicas, sin perder proximidad con los espectadores, que la seguimos cautivados, sinopsis en mano y por simpatía, aguzando el oído a la lengua francesa. En el Festival de Otoño siguiente, la Yzaguirre trajo otro vendaval, de nueve horas inolvidables: La historia terrible pero inacabada de Norodom Sihanuk, rey de Camboya, dirigida por Ariane Mnouchkine, con la troupe innúmera del Théâtre du Soleil (nada que ver con el circo homónimo), que no ha vuelto a España, porque tras aquella época, la tendencia de los festivales ha sido programar mucho pocos días, para engrosar el cartel, antes que programar poco, pero memorable.

Campo de batalla es una cata en el estilo de Brook, un recuerdo sintético del Mahabharata, útil como demostración para actores y profesionales, más que expresivo de lo que es capaz el maestro británico, de origen ruso. Se sigue con curiosidad y agrado, pero deja un ápice de desconcierto en el ánimo del espectador neófito. En ese final: “Cuando todo fue destruido, solo quedaba yo”, la epopeya oriental sabe a Beckett, tan amado por Brook.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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