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Los parásitos, qué tipos

Las historias de este más que entretenido volumen nos llevan a las tripas y a la cabeza de animales que sufren la visita de parásitos molestos o asesinos despiadados

Viven a costa de otros y, con frecuencia, acaban con ellos. Son seres vivos especializados en colonizar a otros seres vivos, porque su ciclo vital exige uno o dos o tres colaboradores, no voluntarios, por los que tiene que pasar para reproducirse. Y, algunas veces, uno de esos pasos somos nosotros. Los parásitos han encontrados sus nichos biológicos en todos tipo de seres, desde hormigas hasta humanos, de saltamontes a peces, de arañas a caracoles. Y su forma de estar en el mundo tampoco es fácil: por ejemplo, la Cymothoa exigua, que sustituye la lengua de un pez para, tras necrosarla, cambiar de sexo y reproducirse. O el Toxoplasma gondii, que hace que los ratones sean más imprudentes para que los gatos los cacen mejor, porque solo se reproducen en el intestino de los felinos.

Las historias de este más que entretenido volumen, que recibió el premio de la Casa de las Ciencias de La Coruña en 2014 y por eso acaba de publicarse, nos llevan a las tripas y a la cabeza de animales que sufren la visita de parásitos algunas veces sencillamente molestos y otras asesinos despiadados. David G. Jara –tres licenciaturas y un doctorado, profesor de instituto en Ávila- ha escrito con humor y sencillez, dos estupendos pilares de la divulgación de la mejor estirpe, los breves ensayos que componen este libro, que no deberían leerse antes de comer.

Muchos de los parásitos de los que habla Jara, y de ahí el título, varían la vida de sus hospedadores haciéndoles desarrollar comportamientos que acaban con ellos o, simplemente, impulsándoles a refrescarse los pies. Este es el caso del Dracunculus medinensis, una larva que vive en el agua pero que para reproducirse necesita un estómago, por ejemplo uno humano, de donde pasa a las ingles y las axilas y se convierte en un gusano plano que llega a medir un metro y que provoca un notable picor y escozor de pies o manos que impulsa al portador a meterlos en el agua, lo que aprovecha el gusano para salir al exterior y proseguir su ciclo vital.

Saltamontes que saltan al agua, hormigas en cuyo cerebro crece un hongo, avispas que ponen huevos en el interior de arañas cautivas, plantas sin raíces –como el muérdago o la Rafflesia arnoldii, la flor más grande que existe-, grillos mudos, caracoles enceguecidos, el universo de los parásitos es inmenso y, con frecuencia, cruel. Esta guía de Jara nos muestra a muchos de ellos, siempre bajo el prisma de la evolución, la teoría que permite entender estos comportamientos dado que, como recuerda el autor en la frase de Theodosius Dobzhansky, “Nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución”.

El encantador de saltamontes. David G. Jara. Guadalmazán. Córdoba, 2016. 235 páginas. 15 euros


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