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¿POR QUÉ CREER EN LOS LIBROS?

Sexto Piso: Kamikazes literarios

Un equipo muy joven, con poca experiencia en el mundo editorial pero con sobredosis de curiosidad, irrumpió en un mercado dominado por grandes grupos en 2005

La tarea de montar una editorial es una peripecia osada, casi kamikaze. No sólo en los tiempos que corren. También en los que ya han corrido. Con esa inicial actitud de no temer al fracaso, nació hace 15 años en México la editorial Sexto Piso. Un equipo muy joven, con poca experiencia en el mundo editorial pero con sobredosis de curiosidad, irrumpió en un mercado especialmente dominado por grandes grupos. En 2005 abrió sucursal en España y desde entonces han ocupado un lugar muy concreto dentro del mundo del libro, pues Sexto Piso es sinónimo de calidad. Un lector podría acudir a su librería de confianza, sacar de sus anaqueles cualquier obra del catálogo de la editorial hispano-mexicana y no erraría en su elección.

“La editorial es literaria en el sentido más amplio de la palabra. Incluso el ensayo es trabajado de forma literaria”, comenta el editor Santiago Tobón. El segundo adjetivo que podemos alinear con la editorial Sexto Piso es 'heterogénea'. Cualquier obra que se rija por la calidad tiene cabida en su catálogo: desde clásicos como Ryard Kipling o Henry James hasta autores jóvenes como Valeria Luiselli o Mariano Peyrou. Desde novela, libros ilustrado, ensayo, pensamiento, pasando por poesía hasta llegar a los exitosos libros musicales como el recién publicado Bowie de Simon Critchley... a nada renuncian en Sexto Piso. El 80-85% de las obras publicadas son traducciones; el 20-25% restantes, libros en español. La editorial que comanda Santiago Tobón junto a Raquel Vicedo y Eduardo Rabasa, tiene una política de publicación rígida que les aleja de objetivos puramente comerciales. Es por ello que además de kamikazes, los editores de Sexto Piso son malabaristas: “No me gusta ser apocalíptico pero los obstáculos han sido muchos. Este es un trabajo vocacional en el que cada año se presenta como una incertidumbre. Vivimos en la permanente crisis”.

La contraparte, por supuesto, es enormemente satisfactoria a juzgar por algunos de los nombres que se erigen como pilares de su conjunto de obras: las novelas de la periodista norteamericana Renata Adler, el mundo hermético y denso de Gregor von Rezzori con su novela La muerte del hermano Abel o el estilo exigente y desasogante de William Gaddis. “Es un autor difícil de leer y su edición conlleva mucho trabajo y esfuerzo pero es un gran orgullo que con el paso del tiempo se asocie a este autor con nuestra editorial, es algo parecido a desarrollar una buena política de autor”, explica Santiago Tobón. Al editor, que asegura que su trabajo no es otro que el de un tenaz lector, todavía le queda tiempo para devorar otros libros. Le ha entusiasmado, concretamente, la última obra que ha publicado en Anagrama el escritor Hans Magnus Enzensberger, Josefine y yo: “una novela inteligente y particular porque está construida como un diario y con muy poca acción”, explica Tobón.

Pocas veces un editor había aseverado con tanta seguridad que creer en los libros es algo parecido a realizar un acto de fe. Como caer desde un sexto piso y pretender salir ileso.

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