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Ken Loach, el cineasta de lo humano

El director siempre ha batallado en sus trabajos por mostrar las injusticias sociales

El director Ken Loach en Cannes.Foto: atlas | Vídeo: ANNE-CHRISTINE POUJOULAT AFP
Gregorio Belinchón

Ken Loach lo ha vuelto a conseguir. En 12 participaciones en el festival de Cannes ha obtenido dos Palmas de Oro, en 2006 por El viento que agita la cebada, y esta por I, Daniel Blake, a los que se suman dos premios del jurado y varios galardones del Jurado Ecuménico y de la crítica internacional. En teoría, el realizador se iba a retirar con su anterior película, pero fue una falsa alarma. Ha habido aplausos para un drama escrito de nuevo por Paul Laverty, que cruza dos historias, la de un carpintero recién salido de un infarto, y una joven madre con dos hijos, que roza la catástrofe vital a punto de caer en la miseria. “Son necesarios festivales como Cannes para la supervivencia del cine, resistid”.

Como en su cine, tan vivo como político, Loach (Nuneaton, 1936) insiste en la deshumanización del mundo actual, esta vez a través del delirante proceso que vive el excarpintero para avanzar en sus reclamaciones, tanto vía telefónica como por Internet, un monstruo para un hombre que ha dedicado su vida al trabajo manual. “El sistema Welfare [el nombre del sistema de pensiones británico] está hecho de forma cruelmente consciente. Es increíble: a los pobres se les dice que la pobreza es culpa suya, porque depende de ellos tener trabajo. Las personas más vulnerables están siendo arrasadas por el sistema en general”. Loach ha hecho la película para que “rompa corazones y enfade al público”. “Creíamos que el relato era tan poderoso, que debíamos mantener esa sencillez”, dijo el día de su presentación, y es probablemente el mejor resumen que puede hacerse de su forma de dirigir. Años de televisión y de documentales le curtieron el estilo hasta que logró el reconocimiento internacional con Agenda oculta en 1990. Desde entonces un corpus de enormes filmes nacidos de un hombre pequeño, de salud quebradiza pero carácter rocoso: Lloviendo piedras, Riff Raff, Tierra y libertad, La canción de Carla, Mi nombre es Joe, La cuadrilla, Solo un beso, Felices dieciséis, Buscando a Eric, La parte de los ángeles o Jimmy’s Hall.

Nunca tuvo pelos en la lengua. Aquí en Cannes, por ejemplo aseguró no estar de acuerdo con el concepto de la UE, un “invento neoliberal”, pero cree que la cosa puede ser peor, y se opone al Brexit en el referéndum del próximo día 23 de junio: “La mejor manera de cambiar la UE es desde dentro. Los gobiernos nacionales tienden a ir hacia la derecha. Así que debemos unirnos los grupos de izquierdas para poder encarar el ataque de las grandes compañías”. Tras tantos galardones en todo tipo de festivales, incluidos el Oso de Honor en la Berlinale en 2014, el espíritu del viejo guerrillero sigue en pie, alejado de las glorias, manteniéndose vigilante ante las injusticias de este mundo. “Las cosas no mejoran, pero nosotros no podemos bajar los brazos”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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