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El teatro que provocó ETA

'¿Y ahora?' se estrenó seis meses antes del cese de actividad armada del grupo terrorista

Isabel Valdés
Una escena de la obra '¿Y ahora?'.
Una escena de la obra '¿Y ahora?'.Álvaro García

Goteo sordo, así es como define Iker Ortiz de Zárate la situación en la que vivía el País Vasco en los últimos años de ETA, esos justo antes de que la banda anunciara el cese definitivo de la actividad armada (20 de noviembre de 2011). Este vitoriano de 45 años —que bien podrían ser 35— escribió en aquel periodo un libreto que, de forma bienintencionada según él, muchos le aconsejaron guardar en algún cajón unos cuantos años más.

“Nos habíamos acostumbrado a la violencia, incluso a veces, ya no era ni tema de comentario”, comenta Ortiz con cierta pesadumbre. Quiso romper ese silencio desde los escenarios, los mismos que de forma sistemática lo habían guardado. “Salir de ese coma en el que estábamos como sociedad. Habíamos entendido que posicionarse contra la violencia era posicionarse políticamente y no es así”. Esa especie de letargo queda reflejado con un tercer personaje, una chica en coma que está presente durante los 90 minutos en ¿Y ahora?

Ninguno de los otros dos ha caído en ese sopor. El viudo de un hombre asesinado por ETA (Iker Ortiz de Zárate) y la madre de su asesino (Teresa Ibáñez, la madre de Ortiz en la realidad) atrapados en un caserío alavés por una tormenta de nieve. El encuentro obligado de dos posturas lejos de cualquier consigna política pero muy cerca de las propias: la necesidad de perdón en el caso de la madre, la imposibilidad de perdonar del joven médico. Un choque frontal que traslada la lucha por el acercamiento de los presos de las familias.

Teresa Ibáñez e Iker Ortiz de Zárate, protagonistas de '¿Y ahora?'.
Teresa Ibáñez e Iker Ortiz de Zárate, protagonistas de '¿Y ahora?'.Álvaro García

Datos históricos, argumentos públicos y conocidos y frases objetivas sobre el conflicto aparte, tanto para Ortiz como para Teresa Ibáñez (Murdía, 1944), la obra tiene momentos de profundo lirismo: “Esto no es un teatro meramente documental o instrumental al servicio de una pedagogía, es, ante todo, un trabajo artístico”. La poética de esta pieza lleva cinco años mostrando las cicatrices del conflicto por todo el mundo y aseguran que, excepto la cancelación de un segundo pase en una localidad vasca, nunca han tenido ningún problema. “Los coloquios tras la representación siempre son enriquecedores, la gente habla sin miedo de sus experiencias o da sus opiniones. Es emocionante”.

Finlandia, Italia, Francia, Cuba, Argentina, Puerto Rico, o Estados Unidos por invitación del Instituto Cervantes de Nueva York, donde actuaron el 3 de abril de 2012. “Allí donde no conocían el conflicto o no tenían un conocimiento directo de él, trasladaba la historia a su propia realidad, como la comunidad iraní en Finlandia”, explica Ortiz; en República Dominicana lo que llamó la atención fue la homosexualidad del protagonista: “En otro momento en Euskadi esto también hubiese sido motivo de morbo, ya no”; y en Cuba hablaban sobre la inmediatez de su encuentro, “la convivencia y la reconciliación que les tocará abordar”.

Aquí, en España, ¿Y ahora? Podrá seguir viéndose en varias ciudades. En ninguna de ellas Ortiz espera ningún problema: “El rechazo a la violencia fue radical y ha calado. No es algo reversible. Y cada vez más hay una conciencia de necesidad de reparación, de acompañamiento, y no se puede dejar simplemente atrás”. Heridas abiertas, dice el actor y dramaturgo, pero también puentes.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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