_
_
_
_
_

Los personajes de la plaza del Mercado

El Bosco vivió en el mismo centro de ’s-Hertogenbosch, donde veía a los mendigos, lisiados, cargadores, músicos, acróbatas, ladrones o charlatanes que luego pintaba

Detalle del mercado de las telas en 's-Hertongenbosch hacia 1530. La casa del Bosco es la séptima empezando por la derecha.
Detalle del mercado de las telas en 's-Hertongenbosch hacia 1530. La casa del Bosco es la séptima empezando por la derecha. Anónimo flamenco / Het Noordbrabants Museum

La vida de Jheronimus van Aken está ligada a ’s-Hertogenbosch (Bolduque, en castellano), la ciudad que lo vio nacer, donde murió y donde, según todo parece indicar, pasó gran parte de su vida, si no prácticamente toda. Situada al norte del ducado de Brabante, era una de sus cuatro ciudades más importantes, más pequeña que Bruselas y Amberes, pero mayor que Lovaina. En la época en la que vivió el Bosco era una ciudad próspera. Su actividad económica, vinculada al comercio y la industria —particularmente la metalúrgica, con sus famosos cuchillos, conocidos en España como "bolduques"—, se vio favorecida por su emplazamiento geográfico. Gracias a pequeños ríos como el Dommel, el Dieze y el Aa, a la cercanía de otros más grandes como el Mosa y el Rin, así como a una importante red de caminos, estaba bien conectada con los grandes centros comerciales y adquirió una posición fuerte en los intercambios entre el norte y el sur.

La ciudad: de lo cotidiano a los grandes acontecimientos

El centro de la actividad económica de la ciudad era la plaza del Mercado, donde se encontraban las casas del pan, de los paños y de la carne. En ella se celebraban ferias anuales en las que se vendían mercancías traídas de muy diversos lugares, algunos muy lejanos. El más importante era el de junio, después de la procesión de la Virgen, que tenía lugar el domingo siguiente a San Juan. También existían mercados semanales los jueves, y lugares donde se podía comprar cada día, dentro y fuera de la plaza, como el mercado del pescado, al comienzo de la Orthenstraat, en el que había una gran grúa de madera con la que se descargaban los productos desde los barcos.

Desde el año 1462 en que su padre compró su casa en la plaza del Mercado, el Bosco vivió en esta misma plaza hasta su muerte en 1516. Como se ha reseñado en distintas ocasiones, durante los 54 años en los que residió en ella —primero con sus padres y luego con su mujer— los acontecimientos de los que fue testigo tuvieron un papel fundamental en su mundo visual, y más si se tiene en cuenta que cuando se mudó allí tenía como máximo doce años. Probablemente uno de los que más le afectó fue el pavoroso incendio que se declaró en la ciudad en el verano de 1463. Aunque su casa no se quemó (si bien por estudios recientes parece que el fuego afectó al tejado), no cabe la menor duda de que el Bosco guardó en su retina el recuerdo de este trágico suceso, como se constata en ese gusto por los incendios que se aprecia en algunas de sus obras, y de forma obligada en las que tratan temas de demonios y del Infierno, como la tabla central del Tríptico de san Antonio de Lisboa o la tabla derecha del Jardín de las delicias.

El Bosco fue un espectador privilegiado de los acontecimientos que tuvieron lugar en la plaza del Mercado de ’s-Hertogenbosch

Sin necesidad de salir de su casa, o fuera de ella si así lo prefería, el Bosco fue un espectador privilegiado, cuando no un participante más, de los acontecimientos que tuvieron lugar en la plaza del Mercado de ’s-Hertogenbosch, de lo cotidiano a lo festivo, del fervor de las procesiones al gozo de determinadas celebraciones. Lo cotidiano de ese gran teatro del mundo que era la plaza del Mercado podía ser desde el uso de la fuente para coger agua hasta la compra y venta de los más variados productos. Punto de encuentro obligado en el que confluían todas las clases sociales, en los días de mercado lo habitual era ir a comprar o a vender, pero también había quien acudía a tocar música o a mendigar, a robar o a estafar. Sin duda, desde niño el Bosco pudo ver allí a mendigos y lisiados despertando la caridad de las gentes —tan presentes en sus obras y dibujos—, a personas que trabajaban cargando sacos o en otros menesteres, y también a músicos y acróbatas, así como a ladrones y charlatanes dispuestos a estafar o a embaucar. Varios de estos personajes serían objeto de su atención en obras como el Carro de heno y la Extracción de la piedra de la locura del Museo del Prado, así como en el Prestidigitador de Saint Germain- in-Laye.

La plaza también fue escenario de todo tipo de fiestas, religiosas y profanas. Entre las primeras cabe destacar la procesión en honor de la imagen de la Dulce Santa María (Onze Lieve Vrouwe) que, desde el año 1381 en que tuvo lugar un milagro ante ella, fue objeto de veneración por parte de multitud de peregrinos que acudían a su capilla en la iglesia de San Juan. En esa procesión solemne todas las clases sociales desfilaban por orden de rango a través de la ciudad y al son de la música. También desfilaban las diferentes cofradías con sus santos y sus miembros vestidos con sus mejores galas, entre ellas la de Nuestra Señora, cuya imagen se sacaba de su capilla en la iglesia de San Juan para incorporarla al cortejo. Dentro de la procesión, los Compañeros de la Pasión representaban a personajes como los tres Reyes Magos o los pastores.

Carácter muy distinto tenía la fiesta que se celebraba durante el Carnaval (y que aún sigue celebrándose por todo lo alto en ’s-Hertogenbosch). El martes de Carnaval, en la sala del Ayuntamiento, tenían lugar combates de gallos ante el regocijo de quienes los presenciaban. Algunos de estos gallos llegaban a mezclarse con los espectadores y el resultado final eran varias ventanas y puertas rotas que debían repararse, según se recoge en las cuentas del municipio. Además, durante el martes de Carnaval, los que participaban en la fiesta no dudaban en ridiculizar a los ciudadanos más respetables. No faltaban los personajes disfrazados, la música, la danza y la bebida. Podemos hacernos una idea de este ambiente por el cuadro de la Batalla entre Carnaval y Cuaresma de un seguidor del Bosco, del que se conservan varios ejemplares, uno de ellos en grisalla.

Pilar Silva es la comisaria de la exposición El Bosco. La exposición del V Centenario.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_