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CRÍTICA | A ESPAÑA NO LA VA A CONOCER NI LA MADRE QUE LA PARIÓ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Puede el capital más que el anhelo

La generación de la Transición y la de la Gran Recesión, emparejadas en un díptico divertido y certero

Javier Vallejo

A España no la va a conocer ni la madre que la parió

Autores: Lucía Carballal y Víctor Sánchez Rodríguez. Intérpretes: Lara Salvador, Carlos Amador, Lorena López, Albert Pérez y Ana Adams. Madrid. Teatro del Barrio, hasta el 29 de mayo.

Un certero díptico generacional, escrito mano a mano por Lucía Carballal y Víctor Sánchez Rodríguez, autores jóvenes comprometidos con nuestro tiempo y muy bien documentados. El primer acto del retablo A España no la va a conocer ni la madre que la parió retrata lúcidamente a la generación de la Transición, a través de Iván, joven obrero de izquierdas, su esposa, hija de falangista; su hermana Nadia y su pareja, ambos universitarios y músicos de la movida, y una prima yonqui. Tras la primera victoria electoral de Felipe González, en 1982, todos ellos se han reunido en torno a Amparo, comunista militante y madre de ambos hermanos, que acaba de encerrarse en el sótano de casa, donde años atrás escondió a camaradas perseguidos por la Brigada Político-Social. “Mamá se ha recluido porque entrevé un futuro de fábricas cerrándose, de ricos apropiándose de las empresas nacionales y de yanquis arramblando con todo”, le dice Nadia a Iván.

La España de las tres últimas décadas se perfila vigorosamente en las inquietudes de esos cinco jóvenes, que en el segundo acto son ya cincuentones; y la España que no pudo ser, en sus evocaciones de los actos e ideas de Amparo —ausente siempre de escena—, que en el sostén financiero y estratégico que prestó al PSOE la Fundación Friedrich Ebert, del Partido Socialdemócrata Alemán (nutrida a su vez en esas fechas por el emporio industrial Flick, según un exdirectivo), ve una operación para impedir que el PCE llegue a ser fuerza hegemónica de la izquierda.

En el segundo acto, ambientado tras las elecciones generales próximas, con la confluencia de Podemos, IU y demás fuerzas del sector zurdo del parlamento gobernando, son los nietos de Amparo quienes evalúan retrospectivamente las tres décadas y media transcurridas, y quienes hacen un retrato plural y bastante exacto de su generación, un pronóstico en absoluto optimista de lo que les espera y un análisis lapidario de las causas últimas del fracaso del ideal frente al capital.

Carballal y Sánchez Rodríguez no dan por válido el relato oficial sobre la Transición, crean una simetría dramatúrgicamente poderosa entre la generación de los años ochenta y la de la Gran Recesión (resaltada al desdoblarse los actores en padres e hijos) y hacen de la casa de Amparo el protagonista último de la pieza, a la par que una alegoría perfecta de la España anhelante y renqueante, pero superviviente al cabo a la estulticia egoísta de sus inquilinos sucesivos. La puesta en escena está mejor que bien, pero para situarla al nivel del texto cabría introducir enmiendas de orden formal. Luminoso, el trabajo interpretativo de Lorena López y Lara Salvador; sumamente eficaz el de Carlos Amador y Albert Pérez, y esforzado el de Ana Adams. No duden: no se lo pierdan.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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