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Una espoleta en la mirada

La Fundación Helga de Alvear plantea un muestra sin contexto teórico y es el visitante quien detona los significados

Miguel Ángel García Vega
'Detrás de la puerta' (2007), obra de Rivane Neuenschwander incluida en la muestra.
'Detrás de la puerta' (2007), obra de Rivane Neuenschwander incluida en la muestra.EL PAÍS

Una exposición es un relato y también una fisura. Son grietas por donde se deslizan las ideas. A veces forman narraciones sencillas y otras complejas. Pero siempre buscan un discurso original. Chus Martínez (A Coruña, 1972) lo deja claro desde el título de la muestra. Idiosincrasia. Las anchoas sueñan con panteón de aceituna. Casi suena a novela de Stieg Larsson y sus mujeres que fantaseaban con cerillas y gasolinas. Pero no. Es una greguería de Ramón Gómez de la Serna. Y a la vez es la inmersión de la prestigiosa comisaria, formó parte del equipo curatorial de la 13ª edición de la Documenta de Kassel, a través de 52 obras, en los extensos (2.800 piezas) fondos de la Fundación Helga de Alvear (Cáceres). La tentativa de plantear una narración distinta en una colección que devora relecturas cada pocos meses. Por eso Martínez ha optado por colocar en su interior una pequeña bomba de relojería.

En una época en la que o todo tiene un discurso teórico o no existe, la comisaria ha decidido eliminarlo. Al menos en apariencias. Las obras se han dispuesto en las 12 salas despojadas de contexto. Ese trabajo corre por cuenta del visitante y de las propias piezas. Entre todos deben generar microrrelatos que reivindican lo diverso. Y lo ajeno. “En cada espacio existe una tensión distinta que produce relaciones inesperadas”, narra Martínez. Quizá una de las salas mejor resultas sea la que mezcla, como una rayuela, la propuesta canónica de neones y luz de Dan Flavin con la ironía y el humor del dúo portugués Gusmâo y Paiva. Son los dos polos opuestos de un relato que discurre entre la frágil pintura de la libanesa Etel Adnan y el trazo más comercial de las telas del checo Jiri Dokoupil. Junto a ellas una pieza extraña, dentro de su ya de por sí bizarro ideario, de los años 90 del colectivo holandés Atelier Van Lieshout. Todas juntas no dicen nada y lo cuentan todo porque la narrativa aquí es oficio del visitante. “Se trata” —sostiene la comisaria— “de un juego de posibilidades, una invitación a pensar las formas metodológicas en instituciones que no sea la canónica”.

Sobre esa fisura Chus Martínez ha definido —porque solo existe lo que tiene nombre— como “supergrupo” a estas obras despojadas de un contexto teórico. Un artefacto de relojería que quiere activar el pensamiento crítico y la imaginación dentro de un “colectivo homogéneo y cada vez más uniformizado como es la sociedad actual”, apunta la experta. La espoleta de esa mirada bien pudieran ser los dibujos sobre arena (Untitled. Adolfo Bioy Casares) de Dominique Gonzalez-Foerster; las 140 serigrafías en madera (Detrás de la puerta) de Rivane Neuenschwander; las persianas suspendidas (Torre en cadena-Orientación sur) del coreano Haegue Yang; los paneles (Tiempos primitivos) de Hanne Darboven y el redescubrimiento de un fogonazo: el que ilumina un soberbio dibujo (Taller de Braque) de Ania Solinam.

'Entre las olas, Canal II-Danza en el vertedero' (2012), de Tejal Shah.
'Entre las olas, Canal II-Danza en el vertedero' (2012), de Tejal Shah.

En el fondo es una relectura distinta de una colección o, lo que es lo mismo, de una historia, de un tiempo y de un espacio a través de dibujos, instalaciones, vídeos, esculturas y collages. Todos los formatos sirven —dentro de una sólida propuesta— en el empeño de hallar puntos de fuga a través de una muestra que si se le puede asociar algún defecto es su arriesgada proximidad al mercado del arte y sus recurrentes nombres. Tal vez la verdadera idiosincrasia de nuestra época.

Un relectura distinta de la colección

Las obras se han dispuesto en las 12 salas despojadas de contexto lo que supone que el visitante es quien tiene que hacer el trab ajo con la obra.

La exposición, bajo el título Idiosincrasia. Las anchoas sueñan con panteón de aceituna, la conforma 52 obras de los extensos (2.800 piezas) fondos de la Fundación Helga de Alvear, en Cáceres.

Chus Martínez, comisaria de la muestra, realiza una relectura distinta de una colección, de una historia, un tiempo y un espacio a través de diferentes maneras de crear.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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