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Plaza de la Maestranza

Toreo insulso ante una insultante nobleza

Álvaro Lorenzo, Ginés Marín y Pablo Aguado, por debajo de la blanda novillada de El Parralejo

Antonio Lorca

(El equipo presidencial olvidó que el 1 de mayo de 1992 cayó mortalmente herido en esta plaza el gran torero Manolo Montoliú. El minuto de recuerdo era obligado y no se produjo. Censurable fallo.)

Los novilleros de postín se cuidan el cuerpo y procuran anunciarse con una ganadería de las máximas garantías, como El Parralejo, que envió una novillada justa de presencia y blanda, pero de insultante nobleza. El problema es que jóvenes toreros de primera fila, con condiciones y maneras, como Álvaro Lorenzo, Ginés Marín, que toman la alternativa en unos días, y Pablo Aguado dieron una lección de toreo insulso, y no fueron capaces de triunfar, lo cual es motivo serio de preocupación.

Hubo varios novillos que embistieron con dulzura, pero los toreros solo alcanzaron a protagonizar escasos y aislados momentos de brillantez; los mejores, sin duda, el manojo de grandes verónicas, llenas de gracia y hondura, ganando terreno en cada una de ellas, que Lorenzo dibujó ante el cuarto, y los cinco faroles de rodillas, en la boca de riego, con los que Aguado recibió al sexto, abrochados con una ceñida larga que levantó al público de los tendidos. Hubo, además, muletazos bellos, pero desordenados, olvidables, sin poso; y a los tres toreros les faltó garra y les sobró, quizá, suficiencia.

La única oreja -y de poco fuste- la cortó Lorenzo tras la petición mayoritaria de un público poco exigente. El torero hizo ver que domina el sentido del temple, pero toreó siempre despegado y con escasa ligazón; en el otro, solo destacaron dos naturales largos antes de que el animal se desplomara.

El Parralejo/Lorenzo, Marín, Aguado

Novillos de El Parralejo, justos de presentación, muy blandos y nobles; desiguales en los caballos, destacaron primero, segundo, cuarto y sexto en el tercio final.

Álvaro Lorenzo: estocada (oreja); pinchazo, media ­_aviso_ (ovación).

Ginés Marín: estocada (vuelta); estocada _aviso_ (ovación).

Pablo Aguado: dos pinchazos, estocada y tres descabellos (silencio); pinchazo y estocada (ovación).

Plaza de la Maestranza. Novillada de abono. 1 de mayo. Más de media entrada.

Pocos motivos para la alegría ofreció Marín, que no se entendió con su noble primero, en una faena sin mando, de puro acompañamiento y desordenada. Le tocó en quinto lugar el garbanzo negro de la tarde, un manso rajado, incómodo y complicado, y, al menos, no se arredró.

Muy pronto se hundió el tullido tercero y no permitió a Aguado más que un quite de aceptables verónicas. Recibió al sexto con los apasionados faroles ya mencionados, y, muleta en mano, demostró que sus maneras son buenas, pero prefirió ponerse bonito antes que intentar el toreo de verdad.

En fin, que el festejo fue largo, como casi todos hoy día, aburrido y decepcionante. Novillos almibarados -el toro bravo es otra cosa-, y novilleros sin hambre; mal asunto…

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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