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Loco genial busca guionista

La ambición de algunos visionarios es materia perfecta del argumento cinematográfico

Luis Pablo Beauregard
Función de cine en Arte Careyes
Función de cine en Arte Careyes Paco Díaz

A principios de los años noventa, Barry Levinson llevó al cine la vida de Bugsy Siegel, el mafioso cuyo sueño cimentó la moderna Las Vegas. El protagonista, interpretado por Warren Beatty, abrió en la década de los cuarenta el Flamingo, el tercer casino erigido en el desierto de Nevada y el más antiguo en pie hasta hoy en esa urbe del exceso y el capitalismo. El cine siempre se ha nutrido de las salvajes fantasías de hombres como Siegel, cuya desenfrenada ambición es un motor incombustible para los guionistas empecinados en capturar en unas cuantas páginas las vidas inabarcables de los visionarios.

La Costa alegre mexicana, al occidente del país, tiene su propio Siegel. Se llama Gian Franco Brignone y nació hace 90 años en Turín. El italiano tardó 40 años en aparecerse por México. Cuando lo hizo cambió su vida y el destino de esta zona en la frontera entre los Estados de Colima y Jalisco. El personaje irrumpió en esta historia en 1968. En ese entonces el sujeto, que tenía más de 40 años, era un empresario al que la suerte le había sonreído cuando su banco Crédit d’Escompte cerró varias operaciones inmobiliarias en París.

Llegó a México por recomendación de Antenor Patiño, el magnate mundial del estaño, de origen boliviano. Un día un amigo español, ingeniero, paseó al italiano en una avioneta por la costa. El apetito de hombre de negocios lo llevó a comprar con dos millones de dólares un terreno con nueve kilómetros de costa en una playa donde las tortugas de caparazones de carey surgían de las aguas. Así nombró a su fraccionamiento privado: Careyes.

Con el paso de los años la zona se convirtió en un refugio de la élite mundial. Careyes atrajo a magnates como los Espíritu Santo, de Portugal, y el francés Jimmy Goldsmith. Era el escenario elegido por las súper modelos para descansar. Aquí, Seal y su entonces esposa, Heidi Klum, compraron una casa al arquitecto Duccio Ermenegildo.

La Copa del sol, en Careyes.
La Copa del sol, en Careyes.Paco Díaz

Pero todos los personajes principales sufren cambios en el desarrollo del argumento. Brignone comenzó en Careyes un intenso diálogo con la naturaleza. Guardó los trajes y comenzó a vestirse con chilabas de algodón. Cambió las corbatas por collares hechos con conchas de mar. Su familia siguió desarrollando la región con edificios armonizados con el cosmos. En el año 2000 inauguraron La casa del tigre, que cuenta con una escalera al cielo para que los extraterrestres desciendan a la Tierra. A los pies de los peldaños espera una botella de aguardiente para dar la bienvenida a los galácticos.

En 2001, el patriarca de la familia, parecido cada vez más a un predicador de largas barbas que se paseaba con un bastón de otate, dio a conocer los 27 requisitos para vivir en Careyes. Entre ellos figuran “amar las raíces mexicanas”, “haber visto la cara de un ser humano extasiado de placer salvaje” y “haber llorado por otros, no solo por uno mismo”.

Careyes es hoy un sitio peculiar que no se salva de las contradicciones mexicanas. Los hijos de Gian Franco crearon una fundación para auxiliar a las comunidades vecinas, que viven del fraccionamiento donde la noche de alojamiento cuesta 1.000 dólares y que guarda, entre sus exotismos, un campo de polo. Hace seis años, se inauguró un elitista festival de arte y cine que no está abierto al público. Para acudir a Arte Careyes hay que comprar una pulsera que cuesta 200 dólares. Careyes no oculta su anacrónico origen aristocrático. “Soy alérgico a los turistas”, dijo el patriarca al escritor Carlos Tello Díaz en 2006, el mismo año que le fue otorgada el Águila azteca, la máxima condecoración que un extranjero puede recibir del Estado mexicano.

Arte Careyes ha llevado una sala de cine a este exuberante paraje costero. En su última edición, se presentaron la colombiana El abrazo de la serpiente, la cinta polaca ganadora del Oscar Ida, la más reciente obra de Diego Luna, Mr. Pig, y Captain Fantastic, de Matt Ross, que será exhibida en mayo en el Festival de Cannes.

En esa sala, nombrada Cinema Paradiso en un guiño a Tornatore, también fue exhibido el primer corte de un documental sobre Gian Franco Brignone dirigido por Andresa Pinheiro, una periodista expareja del italiano. La obra muestra al rey en sus dominios y enseña el golpe más duro que este reino del Pacífico ha recibido en los últimos años: el paso del huracán Patricia en otoño pasado, que dejó pérdidas millonarias. Aunque es una obra en construcción, el documental es prueba de que la vida del nonagenario es una historia que vale la pena contar.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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