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Canto a la vida de una mujer de corazón salvaje

Aitana Sánchez-Gijón protagoniza ‘La rosa tatuada’, el clásico teatral de Tennessee Williams que dirige Carme Portaceli

Rocío García
Aitana Sánchez-Gijón en 'La rosa tatuada'.
Aitana Sánchez-Gijón en 'La rosa tatuada'.DAVID RUANO

“Hagamos una plegaria por todos los corazones salvajes que viven encerrados en jaulas”. Las palabras escritas por Tennessee Williams explican mejor que nadie los anhelos de los corazones reprimidos que laten en su obra La rosa tatuada. Es más que una plegaria, es un grito por la vida, un canto a la búsqueda de la felicidad, a la capacidad del ser humano por sobrevivir. Es Serafina, una mujer siciliana emigrante en Estados Unidos, la que da vida en La rosa tatuada a ese corazón salvaje y libre. Aitana Sánchez Gijón, Max a mejor actriz por Medea, se enfrenta de nuevo a un huracán de mujer excesiva en el montaje que, dirigido por Carme Portaceli, se estrena el próximo viernes en el teatro María Guerrero de Madrid.

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Sin haberse despojado todavía de la tragedia griega de Medea, esa madre que asesina a sus hijos desquiciada de celos y amargura, Aitana Sánchez Gijón (Roma, 1968) se topa con Serafina, otro ejemplo de mujer devastada por el amor a un hombre, dolorida. “No sé si voy a poder con ello después de Medea”, le respondió la actriz a Carme Portaceli cuando le propuso interpretar al personaje que Tennessee Williams escribió en el verano de 1951 en Barcelona pensando expresamente en la intérprete italiana Anna Magnani. Serafina, le convenció de inmediato la directora, es lo opuesto a Medea. “Serafina es la vida, el lado luminoso de la vida. A Serafina le vence la necesidad de amar, de ser amada, a pesar de la cárcel que ella misma se ha creado e impuesto ante el dolor de la pérdida”, se convence ya la actriz tras meses de trabajo con la obra y el primer ensayo completo.

Es La rosa tatuada una obra que transita por unos códigos complicados, que abarca sin transición todos los géneros. Es como una montaña rusa que pasa de la comedia al drama y a la tragedia, de la violencia a la ternura sin descanso ni respiro. Todos concentrados en el personaje de Serafina, una costurera plena de amor y de pasión que se desgarra ante la muerte de su marido, un camionero italiano con una rosa tatuada en el pecho, y que decide entonces encerrarse en su casa con su hija de por vida. Allí, ante la urna con los restos de su amado bajo el manto de la Virgen, los santos y los ángeles, Serafina se enfrenta a años y años de soledad hasta que aparece de nuevo un hombre en su camino. “Serafina es una mujer que ha vivido por y para el hombre, su mayor gloria ha sido amar a ese hombre. En la soledad de su viudedad, mitifica su pasado hasta que la realidad irrumpe como un huracán, al darse cuenta de que no todo es de color de rosa. Es una fuerza de la naturaleza sin canalizar, en medio de una sociedad sujeta a normas estrictas, cerradas y conservadoras con la religión católica muy presente y unos convencionalismos muy arraigados que a ella, mujer mediterránea y pasional, le pesan pero que acata”, explica Sánchez Gijón, cuyo mayor reto en este trabajo, confiesa, ha sido el de mantener el pulso de la verdad de un personaje que da esos saltos emocionales tan bruscos y violentos.

Un dramaturgo feliz en Barcelona

Tennessee Williams (1911-1983), dramaturgo y poeta, es uno de los grandes retratistas del alma humana a través de obras esenciales de teatro que han sido llevadas al cine como Un tranvía llamado deseo, La gata sobre el tejado de cinc, El zoo de cristal o Dulce pájaro de juventud.

La rosa tatuada la escribió en 1951 en el hotel Colón de Barcelona, durante una de las épocas felices de su vida, enamorado del emigrante y actor italiano Frank Merlo.

En apenas un mes, el dramaturgo terminó el texto escrito para la actriz italiana Anna Magnani, quien finalmente no la interpretó en el teatro pero sí en el cine junto a Burt Lancaster en la película que dirigió Daniel Mann en 1955.

En un escenario neutro de grises se levanta y se cierra, literalmente, una vivienda que acoge maniquíes de costura, con alegres vestidos floreados, y un altar de vírgenes y santos junto a la cama de los abrazos rotos. El fondo es una gran pantalla audiovisual donde van apareciendo imágenes de la América más profunda. La intención decidida de Carme Portaceli ha sido la de alejarse en este montaje del costumbrismo de la época retratada por Williams y, guardando sus esencias, sin romper el hilo esencial que recorre la obra, encontrar el tono más actual y vivo de la historia. “Tennessee Williams es mucho más transgresor del retrato que de él se hizo en Hollywood. La rosa tatuada la escribió en un momento especialmente feliz de su vida, enamorado, y refleja el optimismo y la pasión por la vida. Es una historia de superación”, explica su directora que cuenta en esta versión de Vicente Molina Foix, además de con Aitana Sánchez Gijón, con Roberto Enriquez y Alba Flores, entre otros.

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