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Europa premia el talento teatral de Juan Mayorga

El dramaturgo recibe en Rumanía el premio de Nuevas Realidades Escénicas de la UE

Juan Mayorga, en su casa de Madrid.Vídeo: Luis Sevillano
Raquel Vidales

“A veces tienes la piel y debes encontrar la forma adecuada a esa piel. Otras veces tienes la forma y buscas la piel”. Esto se lo dijo al dramaturgo Juan Mayorga un amigo de la infancia que se hizo aprendiz de peletero al terminar el colegio. Y a él se le quedó grabado: “En esencia, es lo que yo hago: intento alcanzar ideas y formas adecuadas a cada ocasión”. Esta manera de abordar la creación, siempre en posición de búsqueda, es la que posiblemente le ha llevado a ser merecedor del premio Europa de Nuevas Realidades Teatrales, que concede cada dos años la Comisión Europea a varios artistas del continente que destaquen por la innovación de sus propuestas escénicas. Solo otros dos españoles lo han logrado: el autor y director Rodrigo García en 2009 y la compañía Els Comediants, en 1994.

La ciudad rumana de Craiova, donde se entregan este martes los galardones, acoge desde el sábado conferencias, debates y representaciones de las obras de los laureados. Hasta allí ha viajado Mayorga con su espectáculo Reikiavik, que ha escrito y dirigido él mismo, para mostrarlo ante la plana mayor del teatro europeo. En esta edición, además del español, han sido distinguidos también en la categoría de Nuevas Realidades (dotada con 20.000 euros) el actor y director húngaro Viktor Bodó, el director alemán Andreas Kriegenburg, el autor y director francés Joël Pommerat y el Teatro Nacional de Escocia. El premio principal (60.000 euros), que suele otorgarse a grandes gurús de la escena continental (Harold Pinter, Peter Brook, Giorgio Strehler, Heiner Müller, Robert Wilson, Pina Baush…), ha recaído en el coreógrafo sueco Mats Ek.

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La distinción al autor español, que ya tiene dos premios nacionales y cinco Max, viene a confirmar la enorme proyección internacional de su obra y, en especial, su profundo arraigo en Europa. “Lo siento como una manera de reconocerme dentro de una tribu de europeos que conversamos y buscamos otros modos de decir, de recoger experiencia y compartirla por medio de este viejo arte que es el teatro”, declara el autor a EL PAÍS en su casa de Madrid poco antes de viajar a Craiova. “Aunque, por otra parte, no debemos olvidar que el futuro del teatro siempre está en Atenas. Allí se estableció lo fundamental de este oficio. Podemos explorar nuevas realidades, pero sabiendo que los atenienses ya nos desvelaron lo fundamental”.

Desde la primera vez que asistió a una representación profesional de un texto suyo en un idioma distinto del castellano (“Fue Cartas de amor a Stalin, en Zagreb, en el año 2000”, recuerda), el nombre de Mayorga no ha dejado de sonar en el mundo y casi todos los días hay noticia de un nuevo estreno en algún país del mundo. En español, catalán, gallego, vasco, alemán, francés, búlgaro, checo, croata, danés, esloveno, estonio, finlandés, griego, holandés, italiano, portugués, letón, polaco, ruso, coreano, japonés, chino… Sin olvidar que El chico de la última fila fue llevado al cine por François Ozon (En la casa, 2012). En España hay en este momento cuatro títulos en gira: Reikiavik, Famélica, Animales nocturnos y Himmelweg.

Europa es devota del teatro de Mayorga. Por razones obvias: varias de sus piezas atraviesan momentos y dilemas cruciales para el continente. Desde Cartas de amor a Stalin, protagonizada por el escritor ruso censurado por el estalinismo Mijaíl Bulgákov, hasta Himmelweg, localizada en un campo de exterminio nazi. La devoción es recíproca, aunque el dramaturgo se muestra preocupado. “Europa es un espacio lleno de posibilidades que proceden de sus diferencias. Pero a veces, como ahora con el problema de los refugiados, no sabe estar a la altura de esas posibilidades”, advierte. “No podemos mirar hacia otro lado como hicimos con el nazismo. Si queremos estar a la altura de Europa, debemos estar dispuestos a sacrificar un poco de nuestro bienestar e incluso de nuestra seguridad”, opina.

Se da la casualidad de que el montaje de Reikiavik, elegido para ser representado estos días en Craiova, firmado por el propio dramaturgo en su segunda incursión como director de escena después de La lengua en pedazos (2013), era uno de los finalistas de los premios Max que se entregaron este lunes en Madrid. Competía en las categorías de mejor autor, director y espectáculo y, aunque no se llevó ningún galardón, Mayorga lamentó la coincidencia porque le impidió acudir a la ceremonia española. 

La obra Reikiavik recrea el duelo entre el ruso Spassky y el estadounidense Fischer en el mundial de ajedrez de 1972, en plena Guerra Fría. “Tenía ganas de escribir algo sobre esta historia tan compleja que fuera más allá del enfrentamiento entre dos genios y dos ideologías. Un día, caminando por un parque, vi a dos hombres que jugaban al ajedrez y se me ocurrió la forma de hacerlo: imaginé una situación en la que esos dos hombres del presente intentaban reproducir aquella partida. Y de esa manera se desvelaron muchos otros temas que había debajo”. Así es el teatro de Mayorga. Ante él se rinde hoy Europa.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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