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Tarde de blues con Robert Crumb

Leyenda del cómic 'underground', lanza el tercer volumen de 'Art & Beauty', y una sala londinense muestra 50 dibujos de esta serie

Página del número 3 de 'Art & Beauty', 2016.
Página del número 3 de 'Art & Beauty', 2016.ROBERT CRUMB

Una corbata vintage azul con flores rosas de talla XL se asoma a través de un apretado chaleco gris y una chaqueta de terciopelo negro que podrían haber vestido a un poeta romántico del siglo XIX. Pero en esta ocasión la percha es un hombre enjuto que más que soñar y suspirar por las mujeres, las mira desde su lado más carnal, lujurioso y grotesco. Robert Crumb (1943), esa leyenda viva del cómic underground, responsable de clásicos de la historieta como Mr. Natural y Fritz el Gato, además de maestro del tebeo autobiográfico, confesó hace unos años a este periódico que había hecho “un pacto con el diablo para ganar la pasta gansa”.

Lo encontramos en casa del mismísimo Satán, la galería David Zwirner de Londres, una de las más poderosas del mercado internacional, y cuya editorial, David Zwirner Books, acaba de editar el tercer volumen de su cómic Art & Beauty (Arte y belleza) y una edición especial con los tres números de esta serie que arrancó en 1996. Con motivo del lanzamiento, la sala londinense muestra unos 50 dibujos procedentes de los tres cómics, incluida una veintena de originales del último tebeo. Cada uno de ellos se vende a 30.000 dólares, el sueldo de un año (o dos) de muchos dibujantes en un dibujo. Y todo porque Crumb ya no es solo sinónimo de tebeos sino también de arte contemporáneo. A los dibujos también les acompañan reflexiones sobre la belleza. Algunas la firma él, otras proceden de textos de Leonardo Da Vinci, Van Gogh y otros artistas. En ambos casos, el contraste entre las palabras y su representación de la belleza es chocante, como todo en el universo Crumb.

Empuñando una mandolina y un pañuelo blanco para luchar contra un resfriado inglés, el dibujante acudió a Londres desde su retiro en la campiña francesa para acompañar durante una hora al grupo de folk East River String Band durante la inauguración de la muestra. Es un coleccionista obsesivo de música americana de los años veinte y cuando puede también le gusta sumergirse literalmente en ella. Al terminar el concierto, se escabulló de inmediato, no le fueran a obligar a hablar con alguien. Los responsables de comunicación de la galería ya lo habían advertido: no habrá entrevistas (tiene fama de ser alérgico a ellas), tocará y se irá.

Página de 'Art & Beauty' (2003).
Página de 'Art & Beauty' (2003).ROBERT CRUMB

Antes de que el blues pusiera a bailar a varias docenas de invitados vip, Lucas Zwirner, el joven de 25 años que dirige la editorial de la galería (e hijo del titán de los negocios del arte Zwirner) y Paul Morris, el dealer que hace una década convenció al mundo de que un tipo cuyos dibujos le han propiciado acusaciones de misógino y obseso sexual como Crumb pertenecía al firmamento del arte contemporáneo, ofrecieron sus opiniones sobre la obra expuesta.

"A través de estos dibujos se puede ver el cambio de la sociedad de las últimas dos décadas. Es curioso porque Crumb se niega a entrar personalmente en el siglo XXI pero sí refleja el mundo de hoy en su obra. Contesta a los emails con un papel escrito a mano y escaneado por su mujer porque se niega a escribir en el ordenador pero ya lo veis, hay móviles por todas partes” subraya Morris. Por arte y belleza, Crumb entiende fundamentalmente mujeres: en los dibujos más recientes hay muchas haciéndose selfies o enganchadas a sus teléfonos. Algunas son famosas, como Kim Kardashian o Serena Williams, otras son mujeres anónimas hablando entre ellas, fumando un cigarro, en la playa. No falta su esposa Aline, también dibujante, en múltiples posiciones, algunas seductoras, otras claramente ridiculizadoras. A Crumb le gusta dibujarlas desde atrás, exagerando sus muslos, sus traseros prietos, sus redondeces, subrayando lo grotesco, un estilo que le ha hecho célebre y que según Morris es lo que le acerca al arte contemporáneo. “Sus dibujos se bastan por sí solos. Además lo grotesco tiene una larga tradición en el mundo del arte, por eso lo que hace Crumb gusta en este contexto” sentencia. Zwirner añade: “En su obra no se resuelve la tensión entre lo grotesco y la crítica social, por eso Crumb es tan interesante. Es un artista que lo cuestiona todo”. ¿Estaría Crumb de acuerdo con estos análisis? El editor no duda: “Seguro que pensaría “vaya montón de chorradas que dicen estos tíos, pero no importa, así se crea un diálogo entre nosotros. Además, ya sabes que a él lo que más le gusta es provocar”.

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