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FERIA DE ABRIL
Crónica
Texto informativo con interpretación

Morante, el embrujo sevillano

El torero corta las dos orejas de un torete blando y nobilísimo y enloquece a la plaza de la Maestranza

Antonio Lorca
Morante de la Puebla, en el segundo de su lote en la corrida de hoy viernes en la Feria de Abril.
Morante de la Puebla, en el segundo de su lote en la corrida de hoy viernes en la Feria de Abril.JOSÉ MANUEL VIDAL (EFE)

Cuvillo / Morante, El Juli, Rey

Toros de Núñez del Cuvillo, justos de presentación, mansos, inválidos y muy nobles.
Morante de la Puebla: dos pinchazos, media y tres descabellos (silencio); estocada (dos orejas).
El Juli: estocada trasera y caída (ovación); dos pinchazos y casi entera (gran ovación). Resultó corneado por el quinto y se le apreció una herida en la región glútea de 15 centímetros, de pronóstico grave.
Roca Rey: estocada baja (oreja); dos pinchazos y un descabello (ovación).
Plaza de la Maestranza. Decimotercera corrida de feria. 15 de abril. Lleno.

La Maestranza se volvió loca, presa del embrujo y el delirio provocados por un torero en estado de gracia que en la última carta de su última corrida de la feria se encontró con un torete inválido, un tesoro de nobleza, con el recorrido justo, y dibujó una de esas faenas soñadas, preñada de armonía y plasticidad, que solo se puede hacer realidad con un animal de laboratorio, bondadoso hasta la exageración.

La plaza enloqueció de felicidad y pidió casi de forma unánime las dos orejas, que Morante de la Puebla —no podía ser otro— paseó sonriente.

Todo había comenzado con una buena media verónica tras un intento baldío con el capote, cuando ya el animal mostró su evidente carencia de fuerzas, que arreció en el caballo, y aprobó el examen para ser devuelto a los corrales por su manifiesta invalidez. Las protestas casi ni se notaron, Carretero se lució en un buen par de banderillas, y Morante tomó la muleta, se colocó al hilo de las tablas y plegó el engaño el estilo del famoso cartucho de pescao. Vació la embestida primera por fuera y por alto, continuó por ayudados y cerró el preludio con un largo pase de pecho.

Se fue al centro del anillo, y allí dibujó —así fue— grandes muletazos con la mano derecha, suaves, lentísimos, plenos de empaque y aroma del mejor toreo. Para entonces, la Maestranza ya daba muestras de un frenesí progresivo.

Muleta en la mano zurda. El animal hace ímprobos esfuerzos para superar su modorra, surge un natural y otro de pecho en el aire de una prestancia sin igual. Lo intenta de nuevo con la derecha, el toro se defiende y desarma al torero. La música está sonando, los tendidos embriagados y Morante reacciona con una velocidad inusitada para recoger el engaño y que no se rompiera el encanto. Toma la muleta del suelo, la agarra con las dos manos y, así, a modo de capote, traza un molinete preciosista y un desplante para gloria de los fotógrafos.

A estas alturas, el panorama era ya indescriptible porque el barroquismo tan personal de este torero se había expandido por todos los rincones de la plaza. Aun quedaban dos redondos largos antes de montar la espada —no se oye una mosca y hasta los vencejos han detenido su vuelo para ser testigos del momento— y Morante la entierra hasta la empuñadura y el público vibra de incontenida emoción.

Fue el toro ideal, perfecto para el toreo de Morante de la Puebla, tan grande como irregular artista; el toro moderno, sin trapío y ayuno de codicia y bravura, pero el más adecuado para el toreo que hoy encandila a los públicos. No es cuestión de restar méritos a quien tan grandes cualidades posee, pero el toro bravo es otra cosa.

Su primero, por ejemplo, tuvo más vida, y Morante nunca se acopló a su embestida. Lo intentó por ambas manos, pero los muletazos surgieron siempre enganchados. Todos tuvieron un inicio de dulce y un desenlace desigual. Había recibido al toro con un par de verónicas de categoría, pero a la faena de muleta le faltó consistencia, unidad y templanza. Vamos, que estuvo por debajo de las condiciones de su oponente.

No vino de paseo El Juli, aunque la ganadería elegida —cómoda entre las cómodas— así lo aireara. El joven Roca Rey hizo un quite por tafalleras y gaoneras en el segundo toro de la tarde, y el señor López le replicó con otro por chicuelinas, cerradas con dos medias y una revolera, que fueron muy jaleadas. Después, muleta en mano, el asunto cambió; otro toro desbordante de nobleza que no fue aprovechado como su condición requería. El Juli lo citó siempre al hilo del pitón y las tandas resultaron poco vistosas. El ánimo del animal se fue agotando en la misma medida que la esperanza de los tendidos. Inválido también fue el quinto, sosísimo, por otra parte; un animal sin aparente peligro. El Juli le arrancó un par de tandas de naturales muy estimables y, al final, llegó una voltereta que le produjo una grave herida en el glúteo. Con la plaza rendida, falló con la espada y no pudo pasear un trofeo que tuvo alcance de la mano.

Y Roca Rey, el joven torero peruano, es un torbellino de ilusionada valentía. Ejecuta un toreo acelerado y destemplado, pero conecta con rapidez con los tendidos y no da por perdido un lance. Participa en quites y exprime a sus oponentes en la búsqueda desesperada del triunfo. Esperó a su primero con una larga cambiada en el tercio, y porfió con el cansino animal hasta conseguir que sonara la música a su valor, porque toreo hubo poco. A pesar de todo, le concedieron una oreja sin motivo aparente. Deslucido y aplomado resultó el sexto; salió a por todas el torero: lo esperó en el centro con tres muletazos cambiados por la espalda y lo intentó con pasión hasta los pinchazos finales. No pudo ser porque el toro no lo permitió.

La corrida de hoy

16 de abril. Decimocuarta corrida de feria. Toros de Fuente Ymbro, para Finito de Córdoba, Juan José Padilla y El Fandi.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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