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Panamá se reconoce en las pantallas de cine

El Festival Internacional de Cine de Panamá celebra en su quinta edición el incremento de películas nacionales

Fotograma de la película 'Salsipuedes'.
Fotograma de la película 'Salsipuedes'.

Mientras periódicos alrededor del globo desmenuzan los Papeles de Panamá a diario en sus titulares, en este país mestizo de cuatro millones de habitantes, la segunda mayor economía de América Central, algo raro sucede: todos están hablando también de Panamá. El hecho es inesperado para un tierra cuyo lema oficial es “Para el beneficio del mundo” y donde hay una fuerte atracción por todo lo que viene de fuera. Sin embargo, así como las empresas offshore, el Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF), del 7 a 13 de abril, está haciendo que los panameños se miren a sí mismos y discutan la realidad nacional.

Con 75 películas en la selección oficial, IFF Panamá llega este año a su quinta edición con la expectativa de superar la marca de 30.000 espectadores, conquistada el año pasado. Y lo hace con la ayuda de ocho producciones nacionales –entre largos y cortometrajes de ficción y documentales–, repartidas en las distintas secciones del evento y que abordan sobre todo temas actuales. Dos de ellas son las más esperadas del público: Salsipuedes, una ficción de Ricardo Aguilar Navarro y Manolito Rodríguez y A la deriva, documental de Miguel I. González. Ambas estrenan en casa antes de salir a tocar la puerta de los festivales internacionales.

La promesa de agradar otros ojos además de los panameños está en A la deriva. El documental colecta los testimonios de tres mujeres afectadas por el envenenamiento masivo de dietilenglicol que sucedió en Panamá en 2006, a través de medicamentos distribuidos a nivel nacional por la Caja de Seguro Social de Panamá. La substancia de uso industrial, utilizada por error en la fabricación de remedios contra el resfriado común, ha afectado aproximadamente a 20.000 personas, según las cifras del comité de víctimas, y provocado enfermedades degenerativas en un escándalo sin precedentes en el país y en el mundo. Las enfermedades exigen tratamiento permanente y no tienen cura, y los involucrados en el caso –que cumple 10 años en octubre, cuando la película debe estrenarse comercialmente– no han sido todavía responsabilizados.

Con 75 películas en la selección oficial, IFF Panamá llega este año a su quinta edición con la expectativa de superar la marca de 30.000 espectadores

"Mi objetivo no era hacer un reportaje investigativo, sino un retrato humano de algunas víctimas que pudieran acercar al espectador a un drama que, como todo en Panamá, la gente suele olvidar”, explica Miguel González, realizador de 30 años que vive en Chitré, en el interior del país, y que estudió cine en la EICTV de Cuba, epicentro de formación audiovisual para jóvenes latinoamericanos. Aunque tenga un formato tradicional, muy basado en entrevistas, el documental resulta atractivo justamente por los relatos conmovedores de Iris Barrera, Briseida Moreno y Milagros Rey, cuyo día a día sigue hoy marcado por el dietilenglicol. De acuerdo con González, el Estado no asume totalmente las culpas del envenenamiento o reconoce el número real de víctimas, ni cubre todas sus necesidades. La película, que ha costado 135.000 dólares, recaudados en gran parte con ayuda del fondo nacional de estímulo a la producción cinematográfica que existe en Panamá desde 2012, tendrá su estreno mundial este domingo, 10 de abril.

El realizador panameño Miguel I. González, destaque de este festival.
El realizador panameño Miguel I. González, destaque de este festival.Edison Sánchez/IFF Panamá.

A su vez, Salsipuedes toca la herida de la inmigración para hablar de la relación de un padre y un hijo. Andrés, que creció viendo a su padre boxeador entrar y salir de la prisión, va a vivir en Washington por exigencia de su madre, que busca mejores ejemplos para él y mejores condiciones de vida. Cuando el abuelo por el que tenía gran cariño muere, él regresa a Panamá y, aunque tuviera planes de dejar de nuevo el país, no logra escapar de la sombra del padre –y tampoco de su lugar de origen. A pesar de la atmósfera de telenovela, la película fue muy aplaudida por el público que llenó su estreno este viernes en el Teatro Balboa, uno de los más tradicionales de la capital. Sus realizadores han contado con recursos del fondo nacional, que financió cerca de la mitad de los costos de producción (850.000 dólares).

Un país de cine

Pituka Ortega Heilbron, directora de IFF Panamá y también cineasta, celebra que este año ocho películas panameñas se estrenen en el festival. Una de ellas es su documental La ruta, que aborda los desafíos del transporte público en Panamá. A pesar de estrenarse en el evento, la película no disputa uno de los premios que entregan los patrocinadores a la mejor ficción iberoamericana, a la mejor película de América Central y al mejor documental –al contrario de A la deriva e Salsipuedes. “Cuando empezamos, en el 2012, era muy difícil encontrar películas panameñas. Había documentales, casi ninguna ficción, y teníamos que recurrir a películas más antiguas, de 2005 o 2006, para montar la programación”, relata la realizadora que ha dirigido el largometraje panameño que más viajó por festivales internacionales hasta hoy (casi 70, en las cuentas de la cineasta), Los puños de una nación (2005).

Hoy, después del punto de inflexión que, según Pituka, supuso en 2013 el elogiado documental Reinas, de Ana Endara Mislov –uno de los talentos cinematográficos eminentes del país– el IFF Panamá se ve obligado a dejar candidatos nacionales fuera de su selección. E incluso cuenta con Primera Mirada, un apartado de películas panameñas todavía en proceso que son analizadas por especialistas internacionales, responsables por escoger a un vencedor. El ganador recibe una invitación al Festival de Cannes, el más importante del mundo hoy. Otro giro importante del festival, según su directora, fue el documental Invasión, de Abner Benaim –que se estrenó en Panamá en 2014 y ya circuló por más de 30 festivales en el mundo.

“Estamos muy felices de que nuestros realizadores hagan una apuesta por el festival para lanzar sus películas con nosotros, así como apostamos en ellos. Creo que solo construiremos ese país de cine juntos, con la muy buena respuesta del público panameño al festival”, afirma Pituka, quien cree que su país prefiere todavía la pantalla de cine a las de tabletas y celulares. El año pasado, Panamá contabilizó la venta de 5,7 millones entradas de cine, un resultado positivo, pero mejorable. “Nuestra misión es contribuir a ese crecimiento, buscando maneras para que aquí se vea más cine hecho en Panamá y en la América Central”, dice la directora. Parece que IFF Panamá va por buen camino. En esta edición, todos los estrenos nacionales agotaron sus entradas horas antes de la función. Sin hablar que, después de la filtración de los Papeles de Panamá, las películas panameñas son el asunto preferido en las charlas informales, también aquí.

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