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“El jazz es la música del pasado, pero también del futuro”

Marcus Miller, mítico bajista y productor presenta su nuevo disco, ‘Afrodeezia’, donde recorre la antigua ruta de los esclavos

Álex Vicente
Marcus Miller en el Idol Hotel de París.
Marcus Miller en el Idol Hotel de París.Éric Hadj

Marcus Miller (Brooklyn, Nueva York, 1959) tiene una convicción: la música es una de las pocas cosas que logran cambiar la vida. Cuando el legendario bajista de jazz y ryhthm and blues tenía ocho años, observó las reacciones que el asesinato de Martin Luther King suscitaba en su país. Hubo revueltas violentas, aunque a Miller le impresionaran más las pacíficas. “Me quedé con la imagen de miles de negros manifestándose mientras cantaban We shall overcome. Ese día entendí que la música era uno de los agentes de cambio social más poderosos”, explicaba el lunes en París, donde acaba de llenar el Olympia durante dos noches seguidas, antes de desembarcar en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid el próximo martes.

La gira le sirve para presentar en Europa su último álbum. Se titula Afrodeezia y se inspira en su experiencia como embajador del proyecto La Ruta del Esclavo de la UNESCO, pensada para evitar la ocultación de la trata negrera y promover el entendimiento mutuo en las sociedades multiculturales de hoy. “Quise grabar un disco que reflejara mis vivencias al frente de ese proyecto. Seguí la misma ruta que siguieron los esclavos y colaboré con artistas de Mali, Senegal, Burkina Faso, Marruecos, Brasil, el Caribe o Luisiana”, explica Miller, quien decidió someterse a un test genético para conocer la procedencia de sus ancestros (venían de los actuales Costa de Marfil, Nigeria y Camerún). “Me afectó muy profundamente. Claro, ya sabía que todos los negros venimos del oeste de África y no de Carolina del Sur, pero hasta entonces no lo entendí del todo”, apunta. “Con cada nueva generación, la historia se diluye un poco más. Yo aspiro a que los jóvenes recuerden nuestra herencia, pero enfatizando lo positivo: hoy aquel esclavismo ya no existe”.

Miller no es el incorregible optimista que parecen reflejar sus palabras. Para el músico, el actual debate racial en Estados Unidos demuestra que la situación ha mejorado bastante menos de lo que se cree. “En los setenta, mi padre me enseñó una lección: si te detiene la policía, pon las manos sobre el coche y no las muevas. En los noventa, les transmití exactamente lo mismo a mis hijos”, confiesa. Sus amigos blancos lo encontraban “ridículo” y lo acusaban de “racismo invertido”. Tras el escándalo de Ferguson en 2014, cambiaron de opinión. También el reciente debate sobre la ausencia de candidatos negros en los Oscar demuestra su déficit de representación y reconocimiento en la cultura popular. “En la música sucede lo mismo que en el cine. Cuando un blanco gana un Grammy en las categorías de R&B o de rap, vuelve a emerger el problema de siempre: los blancos prefieren el Hound Dog de Elvis Presley que el original de Big Mama Thornton. En el fondo, seguimos siendo una minoría que lucha por la igualdad de derechos y oportunidades”, añade.

En su extensa lista de colaboraciones figura la práctica totalidad de la música de la última mitad de siglo, de Frank Sinatra a Jay Z, pasando por Dizzy Gillespie, Wayne Shorter, Elton John, Bryan Ferry, Chaka Khan, Mariah Carey o incluso Michael Jackson. De sus largos años como músico de estudio, Miller recuerda tres experiencias fundamentales. La primera fue grabar junto a Aretha Franklin a los 19 años: “Era espectacular descubrir cómo alcanzaba la cumbre con cada canción”. La segunda, conocer a Luther Vandross, con quien terminó registrando una veintena de álbumes: “Te llevaba de viaje con cada uno de sus temas”. Y la tercera, formar parte de la banda de Roberta Flack. “Un día llegó y me dijo que me iba a despedir. Dijo que servía para algo más que acompañar a otros músicos, que me veía produciendo y tocando con Miles Davis”, recuerda. Le pareció una mentira piadosa. Hasta que, poco después, su augurio se convirtió en realidad: Miller compuso y produjo para Davis un álbum mítico como Tutu en 1985, además de colaborar en seis discos más.

Para su concierto madrileño, Miller ha invitado a tres músicos locales: Josemi Carmona (Ketama), Pepe Bao (O’funk’illo) y Amir John-Haddad (Zoobazar). “Cuando decides tocar un instrumento de cuerda, mejor que prestes atención a la guitarra flamenca”, recomienda. Se define como un forofo de Paco de Lucía y Vicente Amigo, aunque su primer contacto con el flamenco se produjo de forma tardía, de la mano del propio Davis. Al mito del jazz le habían encargado una banda sonora de reminiscencias flamencas para la película Siesta, que dirigió Mary Lambert, de moda en los ochenta por sus vídeos para Madonna. “Miles me pidió que le echara una mano, pero me encallé. Me encerró en una habitación de su mansión de Malibu con decenas de cintas de flamenco clásico hasta que salí con una melodía digna”, recuerda.

A finales de los setenta, Miller también formó parte de la banda del programa cómico Saturday Night Live durante dos temporadas, cuando coincidió con cómicos ascendentes como Bill Murray, Steve Martin o Eddie Murphy. “No sé cómo será ahora, pero entonces era un lugar muy loco, con muchas drogas”, recuerda. Muchas veces los primeros ensayos de sus sketches eran más divertidos que los del directo. “Como productor, aprendí que las primeras tomas suelen ser las mejores. Hay una magia en ellas que luego se pierde”, sostiene.

Acostumbrado a ser siempre el más joven en cualquier banda, le costó ceder el testigo a la siguiente generación. “Empiezo a hacerlo. En mi grupo hay chicos de 23 a 27 años, de los que aprendo mucho”, sostiene. También revela haber colaborado en el nuevo álbum de Beyoncé, que debería publicarse este mes. “Había grabado el bajo con otro músico, pero el resultado no le gustaba, así que decidió llamarme. Me dijo que lo había clavado”, afirma con orgullo. “Beyoncé tiene mucho más control sobre su arte de lo que la gente suele creer. Es ella quien toma todas las decisiones”.

Cuando Miller escucha esa socorrida coletilla que reza que el jazz es una música del pasado, responde con una sonrisa descreída. “Sí lo es, pero también del futuro. A lo largo de mi vida lo he oído muchas veces, pero el jazz siempre ha terminado volviendo. Igual que en otros momentos se ha mezclado con guitarras eléctricas o con la tradición cubana, yo apuesto por fusionarla con la música africana. África fue el primer lugar y será el próximo lugar”, sostiene. “El jazz sale de 20 años de fuerte conservadurismo, que lo han hundido en un agujero muy profundo. Pero el jazz ya ha estado en otros agujeros y siempre ha logrado salir de ellos”, concluye.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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