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Estéreo Picnic, la música contra la tormenta y el atasco

La séptima edición del festival de Bogotá reúne a Albert Hammond Jr., Alabama Shakes, Noel Gallagher y Snoop Dogg

Ana Marcos
Un momento del concierto de The Flaming Lips.
Un momento del concierto de The Flaming Lips.Equipo de fotografía Festival Estéreo Picnic

Esta debería ser la crónica de tres días de música en Bogotá, pero por causas ajenas a Florence + The Machine, Alabama Shakes, Snoop Dogg y Noel Gallagher, entre otras bandas extranjeras y nacionales que conformaron el cartel de la séptima edición de Estéreo Picnic, se ha convertido (irremediablemente) en una historia de tormenta y atascos. O trancones, como dicen en Colombia. Del 10 al 12 de marzo la capital colombiana celebra uno de los festivales musicales más importantes de la región. Como sucede con Primavera Sound en España, durante tres días artistas de distintas partes del planeta cuyas giras no suelen contemplar territorio colombiano, deciden hacer parada aprovechando esta cita. En un país en el que este tipo de acontecimientos son de factura reciente a causa de su historia de violencia, los flashes solo deberían ser para los colombianos y los artistas. La incapacidad de las autoridades de una ciudad de más de siete millones de habitantes para mirar de frente al siglo XXI y convertir la movilidad en una necesidad, ha obligado a que los titulares se hayan dirigido hacia otro lado.

Unos 30 kilómetros separan el centro de Bogotá del parque 222, recinto de Estéreo Picnic. Una distancia que no debería costar más de 45 minutos en recorrer y que, sin embargo, se ha convertido durante los días del festival en una prueba a la paciencia de los asistentes. Más de tres horas (casi como la distancia entre la capital y Villa de Leyva) ha costado de media llegar. A la falta de metro, la situación de las vías y las debilidades de Transmilenio -el sistema de autobuses de la ciudad-, se unieron las lluvias torrenciales y la incapacidad del alcantarillado de asumirlas. Algunas de las calles se transformaron en piscinas.

Con esta situación, se planteaban dos opciones: llegar a la cita a la hora del desayuno; o resignarse y encomendarse a la suerte. Es decir, asumir que se puede disfrutar de Gallagher en dos canciones heredadas de Oasis, las que levantaron a las 17.000 personas que asistieron a la segunda jornada del festival. O que una cortina de agua intermitente y un público convertido en ejército bajo sus chubasqueros pueden ser el atrezo perfecto para los sugerentes y etéreos movimientos de la cantante de Florence + The Machine. Incluso que los barrizales en algunas zonas de Estéreo Picnic tuvieran un encanto similar al festival inglés de Glastonbury.

En ese trayecto de más de tres horas, las redes sociales y la radio se convierten en la mejor fuente de información. Alabama Shakes, uno de los grandes reclamos del festival y de la música en el último año, tocaron el viernes en plena hora punta de tráfico. No importó que muchos asistentes programaran su llegada con más de dos horas de antelación, abdicaron en el momento en que el medidor de velocidad no pasaba de 20 kilómetros hora y se conformaron con los comentarios de los afortunados que sortearon el caos circulatorio. Unas cuantas caras de satisfacción confirmaron que la descarga de blues y soul de los recientes triunfadores de la última edición de los Grammy mereció la pena pese a todo.

El jueves, primer día de festival, la excusa fue triple. La lluvia molestaba, el tráfico enfurecía y las más de 43.000 personas que disfrutaron por primera vez en su vida de The Rolling Stones se convirtieron involuntariamente en un estorbo más. Albert Hammond Jr., Bad Religion o Die Antwoord no solo tuvieron que competir con los británicos por la atención de los colombianos.

Cuando Estéreo Picnic llegaba a su fin, la tormenta se calmó. The Flaming Lips desplegaron sin inconvenientes una fiesta de confeti, globos y luces de colores que sirvió para entrar en calor. Entonces, con el escenario a punto y el público dispuesto a olvidar las inclemencias, Snoop Dogg, recién llegado de Medellín, apareció con la camiseta de la selección de fútbol de Colombia y empezó a rapear. Rimó sus grandes éxitos, incluso se atrevió a cantar las estrofas de California girls a falta de Katy Perry. Se dio un baño de ego sin mayor esfuerzo gracias a sus artimañas de rey del hip hop: di tu nombre y los asistentes lo repetirán sin parar. Se despidió invitando a un gran cigarro de marihuana, el que siempre le acompaña, y con una canción de Bob Marley para recordar a quienes fueron los responsables de que se transformara de Snoop Dogg a Snoop Lion en 2012.

El productor y DJ Diplo, también culpable de la reencarnación rastafari del rapero, tomó el relevo con su colega Skrillex. Jack Ü, la dupla que han inventado para recorrer el mundo, era una de las sorpresas mejor guardadas. Cuando dispararon el primer golpe, Estéreo Picnic empezó a vibrar. Los visuales esquizofrénicos, los saltos de los artistas y la representación más comercial y efectista de la fusión entre el pop de masas y la electrónica (EDM, electronic dance music) consiguieron el objetivo buscado: miles de personas entregándose a la fiesta. Para disfrutar de un virtuoso de los platos había que sortear a la masa enfervorecida y llegar hasta el escenario pequeño donde Nicolas Jaar honraba su oficio. Al final de la noche, con independencia de la tarima elegida, la lluvia y el tráfico, el festival cumplió su función.

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Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura, encargada de los temas de Arte. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Fue parte del equipo que fundó Verne. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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