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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Preocupados?

Según una encuesta entre las preocupaciones de los españoles no figura en ningún lugar el destino de los refugiados. Nos la suda

Carlos Boyero

Un amigo que ejerció como corresponsal en Francia de un periódico español me contó que hace muchos años, en amenazante y siniestro esplendor lepeniano (me refiero al padre de tan patriótica familia, al gorilón incendiario, deslenguado y fascista que se forjó un sólido prestigio en la noble y necesaria tarea de torturador durante la guerra de Argelia) entrevistó en Marsella a un carnicero y a un frutero que declaraban su amor por Le Pen y su convicción de que ni un inmigrante más se colara en Francia. Lo tragicómico de estos concienciados personajes estriba en que uno de ellos era marroquí y el otro argelino. Les había ido bien con su negocio en Francia, se sentían integrados, no querían vecinazgo con moracos, con los indeseables refugiados o inmigrantes. A lo peor intentaban hacerles competencia, quitarles el trabajo.

La hija de Le Pen, más fría, lista y supuestamente racional que su progenitor, con estratégico maquillaje democrático, hablando del tema de la inmigración en una entrevista que le hizo Ana Pastor, preguntó a su incisiva y concienciada interrogadora: ¿acaso usted ha ofrecido refugio en su propia casa a algún inmigrante? Creo recordar que Ana Pastor le dijo con gesto nervioso que las preguntas las hacía ella y contestó seca y afirmativamente a la perversa curiosidad de Marine Le Pen.

Asocio esas cosas con los resultados de una encuesta sobre las preocupaciones de los españoles. Y resulta que entre ellas no figura en ningún lugar el destino de los refugiados. Nos la suda. Normal. Mala suerte por haber nacido en naciones tan belicosas o miserables, pero que se resignen a su tragedia y no nos den el coñazo o amenacen nuestros privilegios.

A lo único que somos sensibles es al sufrimiento de los niños. Deberían inundarnos con imágenes de críos famélicos, aterrorizados, ahogados, masacrados. A lo mejor servía para que les abriéramos la puerta. Pero solo a ellos. A los adultos, que les den.

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