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Dos poetas ante el laberinto de la belleza y el miedo

El cubano Víctor Rodríguez y la ecuatoriana Carla Badillo, premios Loewe de Poesía, dialogan sobre su concepción de la escritura

Los poetas Víctor Rodríguez Núñez y Carla Badillo Coronado, ganadores del Premio Loewe de Poesía, en una de las tiendas de la marca en Madrid.
Los poetas Víctor Rodríguez Núñez y Carla Badillo Coronado, ganadores del Premio Loewe de Poesía, en una de las tiendas de la marca en Madrid.© Carlos Rosillo

La belleza y el miedo son mellizos del mismo dios. Y, aunque parezcan opuestos e indomables, si se les conoce bien, son agradecidos servidores de su amo. Víctor Rodríguez Núñez y Carla Badillo Coronado son dos de ellos. Dos poetas de una misma lengua, herederos de la literatura universal más que de la nacional y separados por 30 años de edad. Él, de 60, es un cubano que ha recorrido su continente y vive en Estados Unidos. Ella, de 30, es una ecuatoriana que vive en su país y empieza a recorrer mundo.

Y son el miedo y la belleza que palpitan en sus versos lo que los ha juntado en Madrid para recibir este jueves el XXVIII Premio Loewe de Poesía. Rodríguez Núñez por despegue y Badillo, en la categoría Creación Joven, por El color de la granada.

“La terca luz que sostiene las ruinas”, escribe Víctor Rodríguez.

“Una sola calle por la que regresar a nosotros mismos”, escribe Carla Badillo.

Dos poemarios, editados por Visor, en los cuales los escritores dialogan con las personas que inspiraron esos versos. Ahora, sentados el uno junto al otro, dialogan entre ellos. Empiezan por contar la génesis de sus poemarios.

Víctor Rodríguez. En 2012 murió mi madre, Zenaida, y en enero de 2014 murió el poeta argentino Juan Gelman, mi padre intelectual. Entonces me vi solo en el mundo, huérfano. Gelman me había dedicado a mí, a mi compañera Kate y a mi hija el poema despegue. Cuando volví a leerlo sentí que me abría un camino. Pero yo no me siento a escribir un libro. Tomo notas constantemente. Después ordeno y afino el libro.

Carla Badillo. Cuando tenía 25 años vi la película El color de la granada, de Sergei Paradjanov, sobre la vida del poeta y músico armenio perseguido del siglo XVIII Sayat Nova. Algo entró en mí. Escribí de golpe 12 poemas. Me di cuenta de que tenía más adentro y tenía que sacarlo. Lo que hago es convertir en poemas la película. Al fin y al cabo, el poeta es un canal. La poesía no necesita al poeta para existir. Lo que me gusta es despertar algo en quien lea el libro, aunque no conozca la vida de Sayat Nova.

V. R. A mí el lector que me interesa es el lector activo, que contribuya al poema. Un poema que tenga un solo sentido no existe. Por eso se leen en diferentes épocas y su significado va cambiando.

C. B. El arte cuando es legítimo genera algo, es atemporal. La poesía tiene que ver también con la sorpresa, con una revelación.

V. R. Como la belleza y el miedo, que no hace falta llamarlos por sus nombres.

C. B. Tengo un verso que dice: “La belleza es la profanación de la cual yo me alimento”. El caso del poeta Novat fue un constante vivir en la belleza. Vivir no en el miedo, pero sí tener el miedo como generador, como motor de creación. "El miedo es una orgía de símbolos / guerreando en el corazón de mi cerebro".

V. R. Una de las causas por las que se escribe es por miedo. Hay un miedo a algo que no es exactamente el miedo miedo. Es sentirse en un ambiente extraño, hostil, no confortable, aunque lo parezca. Y si uno no se siente bien en un lugar, no está satisfecho, hay que cambiar de situación; y esa es una forma de miedo.

C. B.  A alguien que escribe o crea no lo concibo en un estado de quietud. Esto debe ser un constante desubicarte. Es un no terminar de encajar y ante esa imposibilidad de encajar escribo.

Las palabras de los poetas siguen por los laberintos de la belleza y el miedo hasta que desembocan en sus respectivos países.

V. R. Yo no escribo sobre Cuba sino desde Cuba. No siempre escribo sobre mi país. Uno de los aspectos que más odio es el nacionalismo. Cada vez que hay un vacío ideológico suben los nacionalismos. No quiero que me consideren un poeta nacionalista. Yo soy de Cuba y cubano en el sentido de que nací y crecí en esa sociedad. Pero no me siento identificado con todos los cubanos. Yo trato de deconstruir la identidad nacional cubana. Redefinirla. Me interesa la identificación, no la diferenciación. Mis identificaciones van más allá de los límites cubanos. Nunca me ha interesado ser considerado un escritor del exilio cubano. Quiero ser un escritor independiente.

C. B. A mí como ecuatoriana tampoco me gusta abanderar nada. Soy responsable de mis palabras y actos, pero no de los de otros. Mi camino en las letras ha sido solitario. Aunque es verdad que Ecuador no ha sido visible. Ojalá el mundo se diera la oportunidad de conocer nuevas voces.

V. R. Algo que me interesa de la poesía latinoamericana, como dice mi pareja, Kate, es que tiene un calorcito… No ha renunciado al sentimiento y no ha dejado que el concepto estrecho del racionalismo europeo se imponga sobre el texto. Ha reconocido el lugar para la incoherencia, para la contradicción y, además, ha confiado en la inteligencia del sentimiento. No se ha estancado en fórmulas. Me da risa cuando dicen ‘un representante típico del irracionalismo latinoamericano’. El irracionalismo no existe, porque se trata de una nueva razón. Hay razones que la razón occidental no reconoce. Cuando alguien se siente incómodo con otras cosas las califica de irracional, mágico, romántico o, a veces, surrealista y lo llena de etiquetas.

C. B. Son como máscaras que tienen que ver con la evolución de la belleza, y así va evolucionando la sociedad. Es terrible que me digan cómo sentir o expresar lo que siento. Ya nos dicen cómo vestir, pensar… Con mi escritura trato de volver a lo primario y básico, a lo esencial en las personas: al instinto, a la sorpresa, a lo que se hacía en la prehistoria al coger dos piedras y rozarlas hasta crear fuego.

“No basta con la huella / se precisa del error” (Rodríguez).

“Tocas por dentro el corazón del otro / y el tiempo se detiene” (Badillo).

De lecciones y palabras veraces

El mundo de la poesía española se dio cita ayer, en Madrid, para saludar a los ganadores del XXVIII Premio Loewe, que cada año galardona al mejor poemario inédito en lengua castellana.

El jurado dijo que despegue, de Rodríguez, "es un libro de veta cubana, osado, con serenidad en el conflicto, que une el irracionalismo y la inmediatez social". El autor ha escrito más de 20 poemarios y ganado una decena de premios.

El escritor cubano Abilio Estévez, que presentó despegue, definió a Rodríguez como "un poeta silenciosamente obstinado". "Ha dado una de las mayores lecciones porque por más que creamos que la noche se prolonga en el destierro también amanece".

El color de la granada, de Carla Badillo, Premio a la Creación Joven, es para el jurado "un libro de una gran madurez y concisión, que decanta temas eternos, pero con una gran frescura".

La poeta y filósofa Chantal Maillard dijo: “Necesitamos de una palabra veraz, desprovista de artimañas como la que Carla escribe”.

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