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EL LIBRO DE LA SEMANA

Un libro que lleva a otros libros

Coetzee plasma su visión desolada del escritor en una serie de ensayos sobre grandes autores

Los protagonistas de Vidas rebeldes. De arriba abajo, y de izquierda a derecha, Henry Miller, Frank Taylor, Eli Wallach, John Huston (director), Montgomery Clift, Marilyn Monroe y Clark Gable.
Los protagonistas de Vidas rebeldes. De arriba abajo, y de izquierda a derecha, Henry Miller, Frank Taylor, Eli Wallach, John Huston (director), Montgomery Clift, Marilyn Monroe y Clark Gable.Elliot Erwitt (Magnum)

El ensayo literario, en cualquiera de sus variantes, es un género gozoso para ser leído por escritores o por lectores comprometidos. Coinciden ahora en las mesas de novedades tres libros excelentes y muy distintos: El punto ciego, de Javier Cercas; Enemigos de lo real, de Vicente Molina Foix, y estos dos volúmenes de Las manos de los maestros en los que Coetzee, omnívoramente, reúne 27 ensayos breves sobre la literatura y sus aledaños.

No hay una nota introductoria que justifique la selección o el orden ni ofrezca apuntes genealógicos (aunque algunos están fechados y de un par de ellos se especifica a pie de página su origen), pero los 27 ensayos se sostienen autónomamente sin mayor filiación. Hay que advertir que su tono y su propósito son muy diferentes: algunos tienen una voluntad descriptiva (‘William Faulkner y sus biógrafos’ o ‘Irène Némirovsky, escritora judía’, por ejemplo), otros son más interpretativos (‘Sobre Hölderlin’) y algunos se convierten en verdaderos aparatos especulativos (‘Erasmo: locura y rivalidad’). El grado de músculo intelectual que Coetzee exige a sus lectores es, en esta clasificación, creciente, aunque cabe señalar que casi ninguno de los ensayos permite una lectura liviana y superficial.

No está explícitamente subrayado, pero hay una visión desolada del escritor: el escritor es un ser conflictivo y en conflicto, un inadaptado. Apenas ninguno de los que pasan por el muestrario de Coetzee tuvo vidas ordinarias o felices: el conflicto familiar de Doris Lessing, el alcoholismo o el fracaso cinematográfico de Faulkner, la sexualidad no tan pletórica de Whitman, el desarraigo de Joseph Roth, de Sándor Márai, de Irène Némirovsky o de Beckett. Franz Kafka no es protagonista de ningún ensayo, pero sobrevuela algunos de ellos y es elegido como el inadaptado paradigmático, aunque a propósito de él enuncia Coetzee una de las paradojas más expresivas: “Sentimos que Kafka es un inadaptado de una categoría mayor que otros artistas. Kafka es el artista inadaptado por antonomasia, el Ángel Inadaptado (…). Y sin embargo, la cuestión es que Kafka era un liquidador de seguros de lo más competente y respetado por sus colegas”. Y aquí hace su aparición otro de los temas eternos del ensayismo literario, que Coetzee no sólo no rehuye, sino que encara con descaro: los vasos comunicantes —o incomunicados— entre la biografía y la literatura. Él, que ha jugado en algunos de sus libros más célebres a difuminar las líneas de separación entre lo real y lo inventado, hace una lectura sutil de esas conexiones en los autores de los que se ocupa.

Hay dos ideas que están también presentes de forma continuada en Las manos de los maestros y, por tanto, en el pensamiento de Coetzee. La primera es la mirada política: casi nunca se desentiende en su análisis del papel que el escritor tiene dentro del mundo en el que vive, y nunca reduce la literatura, en consecuencia, a un ejercicio onanista o formalista desvincu­lado de la realidad colectiva. Desde el texto que abre el libro, en el que se indaga —a propósito de una conferencia de T. S. Eliot— sobre el centro de gravedad cultural que arrastra al artista, hasta el ambicioso ensayo sobre la locura o la estupidez elogiada por Erasmo para poder resistir su adscripción a la ortodoxia vaticana y a la reforma luterana.

La segunda idea, conectada con todo esto, no es nueva, pero Coetzee la utiliza recurrentemente como contrapunto: el genio literario no garantiza el coraje ni la bondad, ni siquiera la lucidez. A propósito de Un paseo por la sombra, de Doris Lessing, por ejemplo, escribe: “Si hay una pregunta central en el libro, es la de cómo es posible que ella y muchas otras personas inteligentes, con preocupaciones sociales, personas amantes de la paz, se prestaron de hecho a servir de instrumentos del Partido Comunista de la Unión Soviética”. Y en otro de los ensayos recuerda la “anticuada” y biempensante posición racial de Faulkner. El ángulo oscuro de los escritores está siempre en el punto de mira de Coetzee.

Las manos de los maestros es un libro lleno de hallazgos. La idea deslumbrante de llevar el foco de atención de la película The Misfits (Vidas rebeldes, en su título español) a los caballos salvajes que la protagonizan, y de reflexionar, siguiendo ese hilo, acerca del doble plano de realidad que ofrece el cine bien vale por toda la lectura.

Los grandes libros siempre llevan a otros libros. Descubren autores en la sombra —como el premio Nobel australiano Patrick White, prácticamente desconocido en España— y despiertan el interés de leer o de releer, ahora con otra mirada, textos arrumbados pero llenos de vida. A veces leer acerca de un libro es más provechoso que leer el propio libro.

Las manos de los maestros I y II. J. M. Coetzee. Traducción de Javier Calvo Perales. Random House. Madrid, 2016. 224 / 240 páginas. 17,90 euros

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