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La música para imágenes de Rodrigo Leão

El compositor portugués publica ‘O retiro’ con la orquesta y coro Gulbenkian

El músico portugués Rodrigo Leão, retratado en Madrid.
El músico portugués Rodrigo Leão, retratado en Madrid.Samuel Sánchez

Para un compositor que trabaja en casa, con ordenador y sintetizador, poder tener 100 miembros de una orquesta clásica y un coro al servicio de su música es algo muy especial. “Me emocioné al escuchar por primera vez estas piezas en el gran auditorio Gulbenkian porque lo que yo había imaginado estaba allí y sonaba aún mejor que en mi cabeza”, dice Rodrigo Leão (Lisboa, 1964). “Al contrario de muchos de mis proyectos, que son producciones relativamente pequeñas, este involucraba a muchas personas, requería una logística importante, y todo eso me producía cierta ansiedad”.

Leão fue uno de los fundadores, con 19 años, de Sétima Legião, grupo histórico del pop portugués, y, poco después, de Madredeus. “Soy autodidacta y he ido aprendiendo con los años. En O retiro, a pesar de haber creado la música, me siento muy pequeñito. Que un músico que mal sabe tocar esté grabando con esta orquesta…”. Considera este disco “la puerta de entrada a un espacio imaginario, que el ser humano tiene cada vez más necesidad de crear en su interior. Una especie de refugio en el que escapar de la realidad”.

“La idea inicial era retomar piezas de los primeros discos, y arreglarlas para orquesta, pero me resultaba más interesante componer cosas nuevas”, cuenta. “Estaba un poco asustado, pensando qué iba a hacer, pero me quité ese peso de encima e intenté seguir el instinto y buscar el camino de la sencillez”. Trabajó con dos arreglistas a los que ya conocía, el estadounidense Steve Bartek -“vía correos electrónicos”- y el portugués Carlos Tony Gomes, chelista de su banda. El gran auditorio del Museo Gulbenkian en Lisboa es territorio familiar: meses antes de la grabación de O retiro (Deutsche Grammophon/Universal) había presenciado boquiabierto la proyección de 2001: Una odisea del espacio, de Kubrick, con la banda sonora tocada en directo por la orquesta Gulbenkian. Y de pequeño solía acudir a conciertos de música erudita. “Estaba cerca de nuestra casa y mi madre me llevaba a escuchar a Beethoven, Mozart… Incluso al comenzar todo aquello de Sétima Legião, Joy Division y New Order, yo seguía escuchando música clásica”.

La música de Rodrigo Leão tiene vocación cinematográfica. Por eso sorprende que no le hayan requerido más cineastas. Aunque en 2013 le llamaron de cuatro películas: El mayordomo, de Lee Daniels, sobre la historia real de un mayordomo que estuvo en la Casa Blanca al servicio de ocho presidentes de Estados Unidos; A gaiola dourada (La jaula dorada), comedia del francoluso Ruben Alves; Njinga, rainha de Angola, del angoleño Sérgio Graciano y O frágil som do meu motor, largometraje del portugués Leonardo António. Y acaba de terminar la banda sonora para un documental del brasileño João Moreira Salles sobre Mayo del 68. “Claro que tengo ganas de hacer más cosas. Tampoco querría hacer solo música para cine porque me gustan los discos con comienzo, mitad y final”, explica.

“Creo haber evolucionado en la manera construir las canciones, aunque sigue presente en mi música aquella melancolía no necesariamente triste, y la huella de los años ochenta. Las influencias van de Daniel Melingo y el tango al pop británico, la música clásica, la brasileña…”. Se siente libre de colaborar con músicos de otros géneros y lo ha hecho con Beth Gibbons, de Portishead, o Heil Hannon, de The Divine Comedy. “Vivo muy alejado de la actualidad, pero me gustan las cosas que están haciendo Ólafur Arnalds, Nils Frahm o Ludovico Einaudi, que mezclan música electrónica más suave con música clásica”.

Su disco anterior, A vida secreta das máquinas, que incluye sonidos grabados con su móvil durante un viaje a Goa y en una antigua fábrica en Lisboa, lo define como “una aproximación tímida a la música electrónica”. El próximo, de pop “alternativo”, está ya grabado y lo firma a dúo con el cantante australiano Scott Matthew. Su obra de mayor duración hasta hoy –los trece minutos del último corte de O retiro - se titula Florestas submersas y suena en la instalación de Takashi Amano, fotógrafo japonés fallecido recientemente, que puede visitarse en el Oceanário de Lisboa hasta 2017. Hay planes para tocar O retiro, que ya presentó en noviembre en Oporto y Lisboa, en otras ciudades con orquestas locales. “Enviamos las partituras y con un par de ensayos es suficiente”, asegura. La primera cita podría ser en Berlín.

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