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CRÍTICA / LIBROS

Filosofar es aprender a morir

'Apuntes sobre el suicidio', del británico Simon Critchley, no es un superficial alegato en favor de la autoinmolación, sino una confrontación con un tabú de nuestra cultura

El británico Simon Critchley (1960) no es únicamente filósofo. Catedrático en la New School for Social Research de Nueva York, especialista en el pensamiento de Emmanuel Lévinas y Jacques Derrida, sus libros son un ejemplo de escritor en un sentido amplio, con dotes literarias y pensamiento preciso. Como ejemplo, algunos publicados en España: La demanda infinita (fundamentación ética del pensamiento libertario apoyada en Lévinas), Muy poco… casi nada (magistral historia del nihilismo), Sobre el humor (“el problema más serio que existe”) o El club de los filósofos muertos (manual de filosofía a partir de la muerte de los filósofos). Además, Critchley participa, junto al novelista Tom McCarthy, en la Sociedad Necronáutica Internacional, un casi ficticio movimiento de “vanguardia estética”, consciente de lo añejo de la etiqueta: mezclan ironía, situacionismo, experimentación, pensamiento político y trabajo en las redes.

A pesar de la cantidad de títulos sobre el suicidio (por ejemplo, el monumental Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente, del sabio Ramón Andrés, recién publicado en Acantilado), Critchley sale airoso de las comparaciones. Apuntes sobre el suicidio es un libro cercano a su experiencia y, quizá por eso mismo, pudoroso y breve. Lo escribe en un momento de desmoronamiento como reflexión que imposibilita su propio suicidio: “Esto no es una nota de suicidio”, comienza. Tampoco es un “tema para especialistas universitarios”. Su modelo es una escritura que le sirva de anclaje en el presente, zigzagueante, erudita y bienhumorada. Es decir, Montaigne. Apuntes sobre el suicidio remite al ensayo Que filosofar es aprender a morir, donde Montaigne, partiendo de una frase de Cicerón (cuyo origen está en el Fedón), encuentra la raíz del pensamiento especulativo en la conciencia de la muerte. También para Critchley la historia de la filosofía es paralela a la historia de la muerte voluntaria, desde el ejemplo del suicida Sócrates.

La presencia de este final garantiza nuestra libertad. “La capacidad de suicidarse es lo que nos identifica, cuando menos parcialmente, como humanos”, escribe. Y añade: “El mundo puede someternos al cautiverio, la humillación, el desencanto, la enfermedad…, pero no puede arrebatarnos la posibilidad del suicidio. Pues en tanto conservemos este poder en nuestras manos, seremos, en un sentido mínimo pero real, libres”.

Pero estos Apuntes sobre el suicidio no son un superficial alegato en favor del suicidio, sino una confrontación con un tabú de nuestra cultura: “Abrir un espacio para pensar acerca del suicidio como un acto libre que no debería ser objeto de repulsa moral o condenado en voz baja”.

Por un lado, desmonta la idea del suicidio como crimen contra Dios o, en su versión moderna, contra el Estado. Por otro, no ahorra argumentos contra su estetización: el suicidio como homicidio en los actos terroristas, el suicidio como acto de fe irracional (“los verdaderos pesimistas no se quitan la vida”) y el suicidio como herida narcisista.

Este último aspecto es quizá el más valioso del ensayo. Critchley analiza las notas de suicidio: “El suicida no quiere morir solo, sino en compañía de una o más personas, a quienes la nota va dirigida”. Sobrecogen algunos ejemplos como: “Querida Betty: Te odio. Con todo mi amor. George”.

Con elegante erudición, Simon Critch­ley dialoga con unos pocos autores: el libertino de comienzos del siglo XVIII Alberto Radicati, el poeta John Donne y su “derecho a la autodestrucción”, el superviviente del Holocausto Jean Améry, suicida tardío, o el novelista francés Édouard Levé, autor de dos libros imprescindibles, Autorretrato y Suicidio, antes de suicidarse él mismo. También Camus, Blanchot, Cioran, Virginia Woolf… Y Hume, cuyo breve escrito Sobre el suicidio cierra este volumen.

De ellos extrae una idea que tiene tanto que ver con la muerte como con la vida: debemos aprender a vivir sin poder contestar a la pregunta por el sentido de la vida, cada instante como un éxtasis, la indiferencia del mundo como un don.

Apuntes sobre el suicidio. Simon Critchley. Traducción de Albert Fuentes. Alpha Decay. Barcelona, 2016. 112 páginas. 14,90 euros

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