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PURO TEATRO

Eddie vuelve a Red Hook

Lavaudant dirige en versión catalana 'Panorama desde el puente', de Miller. Es un trabajo con grandes momentos, extraños excesos y algunas arritmias

Marcos Ordóñez
Eduard Fernández y Marina Salas en un momento de 'Panorama des del pont'.
Eduard Fernández y Marina Salas en un momento de 'Panorama des del pont'.

1 Si no recuerdo mal, he visto seis montajes de Panorama desde el puente (A View from the Bridge, 1955), de Arthur Miller. En primer lugar me vuelve el descomunal Eddie Carbone de José Bódalo en el Marquina (1980), a las órdenes de José Luis Alonso, con Montserrat Carulla en el papel de Beatrice, la esposa, y Marilina Ross en el de Catherine, la sobrina. Narros la montó 20 años más tarde, en versión de Eduardo Mendoza, con Sancho Gracia, que enfermó en los preestrenos, y Ana Marzoa era Beatrice. Yo vi el espectáculo al año siguiente. Helio Pedregal, que sustituía a Gracia, estaba espléndido: hacía pensar en el John Wayne de Centauros del desierto. Y estaban también eminentes Alicia Sánchez, en el rol de Ana Marzoa, y Nerea Barrios en el de Catherine.

En 2007 llegó al TNC la versión catalana de Joan Sellent (la que ha vuelto al Romea), dirigida por Rafel Duran. Estupendos Antoni Sevilla (Eddie), Pepa López (Bea) y Carlota Olcina, una Catherine pletórica de luz y de vida. Y Andreu Benito, un Alfieri notable. Ocho años después, vi el inconmensurable montaje de Ivo Van Hove en el Wyndham’s londinense, que me deslumbró, con un terceto que cortaba el hipo: Mark Strong (Eddie), Nicola Walker (Bea) y Phoebe Fox (Catherine).

El sexto, algo decepcionante, es el que ahora se representa, dirigido por Georges Lavaudant, en el Romea barcelonés. Eddie Carbone, estibador en el muelle neoyorquino de Red Hook, casado, pierde la cabeza por Catherine, su sobrina adolescente. El gran reto de Miller era conmovernos con ese personaje brutal, loco de celos, delator, corroído por la culpa. Era imposible no querer a Willy Loman, pero ¿quién iba a querer a Eddie? Escribí: “Carbone es un gorila con el corazón en llamas, incapacitado para racionalizar o expresar lo que le está pasando”. Gran personaje y gran tragedia, radiografía de una pasión ciega, autodestructiva. El detonante es la llegada de dos emigrantes ilegales, sicilianos, Marco y Rodolfo, a casa de los Carbone. Y lo que pasa luego más o menos lo cuenta desde el principio el abogado Alfieri. ¿Mi balance? Un trabajo con grandes momentos, extraños excesos y algunas arritmias. Veo en la ficha que la escenografía y el vestuario llevan la firma de Jean-Pierre Vergier: no lo parece. El vestuario es adecuado pero el decorado no me convence, sobre todo ese mobiliario con sillas de muy distintas épocas.

Lavaudant pone la luz: fría o muy oscura, con pocos matices. Las escenas de exterior se dan por plafones que bajan de los telares, y con filmaciones del puente de Brooklyn a cargo de Francesc Isern: buen trabajo, pero no luce mucho. La puesta parece seguir una pauta un poco desconcertante, del estatismo al estallido emocional, a veces con gesticulaciones desmesuradas. Eduard Fernández, muy entregado, me recordó a Peter Falk, el Falk italianísimo de Una mujer bajo la influencia, de Cassavetes, o al Ray Liotta de los últimos años. Me gusta cómo modula su atracción por Catherine, y cómo brotan sus lágrimas, sacudiendo todo su cuerpo. Otro pasaje redondo, muy bien dirigido: el pugilato con Rodolfo, que acaba con el tenso y humillante desafío de la silla. También me gustan sus careos con Mercè Pons (Bea) y con Alfieri (Jordi Martínez). En la mayor parte de las escenas con Catherine (Marina Salas) roza el desafuero, y le da un perfil ocasionalmente clownesco al personaje.

Eduard Fernández, en 'Panorama des del pont'.
Eduard Fernández, en 'Panorama des del pont'.

Eduard Fernández es un actor visceral: diría que es de esos intérpretes que no paran de buscar, y que con el tiempo quizás ofrezca un Carbone distinto, más mesurado, al que está haciendo ahora. Marina Salas, estupenda en el papel de Nina en Los hijos se han dormido, el remix de Chéjov/Veronese, rebosa sensualidad, viveza y encanto, pero aquí le falta contención. Se agita demasiado, forzando la cuerda adolescente. Y su dicción hace pensar en una chica bien: pija sería la palabra. Hay algo muy cantón en ese acento: es posible que Lavaudant no se haya percatado, pero alguien del equipo hubiera tenido que señalárselo. Tampoco me parece buena cosa el hieratismo al que han condenado a Jordi Martínez, un actor excelente, de gran sobriedad.

Su Alfieri, el narrador de la historia, que se debate entre la repulsión moral hacia Eddie y la fascinación por la turbia pureza de su anhelo, está muy bien de tono e intención, pero acaba pareciendo un personaje de Magritte: su presencia en las escenas familiares, vestido de calle (sombrero, abrigo, pajarita) y casi en posición de firmes, le resta proximidad, calidez. Mercè Pons dibuja una Bea muy delicada, soberbia cuando nos hace advertir que ya lo sabe todo, porque sus ojos expresan la convicción del desastre: es muy difícil mostrar eso solo con la mirada y la colocación del cuerpo, como ella hace. Marcel Borràs (Rodolfo) y Pep Ambròs (Marco) dan a la perfección la luminosa inocencia del primero y la rectitud y el poderío del segundo. Rafa Cruz y Sergi Vallès cumplen en sus pequeños papeles. Creo que convendría remontar la escena final. Tuve la sensación de que Lavaudant no se atrevía a ir a fondo ni con la pelea ni con el trágico desenlace, resolviendo la faena con una abúlica estocada.

2 También he visto, en el TNC barcelonés, El professor Bernhardi, de Arthur Schnitzler. Texto sugestivo, con un debate ideológico cercano a Ibsen y a Granville-Barker, quizás de duración excesiva (casi tres horas) para lo que cuenta, pero que hay que ver por su sensacional reparto (14 intérpretes) exquisita y milimétricamente dirigido por Xavier Albertí, con grandes trabajos de Lluís Homar y Manel Barceló.

Panorama des del pont, de Arthur Miller. Dirección: Georges Lavaudant. Adaptación: Joan Sellent. Intérpretes: Eduard Fernández, Jordi Martínez, Mercè Pons, Marina Salas, Marcel Borràs, Pep Ambròs, Rafa Cruz y Sergi Vallès. Hasta el 10 de abril.

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