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CÁMARA OCULTA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Semana de disparates

Lo que ha sucedido con los dos titiriteros encarcelados por una función que no había visto prácticamente nadie pero sobre la que finalmente ha opinado todo el mundo es algo más que un gran disparate. Una aberración, que la Academia define como "grave error del entendimiento". Se ha repetido en casi todas las tribunas sensatas que el espectáculo de guiñoles es generalmente violento e incorrecto porque forma parte de su esencia, y que una función que se anuncia como "apta para todos los públicos", no quiere decir "recomendada para menores". Recuerdo una película mítica del cine español, Surcos, que en 1951 dirigió el falangista José Antonio Nieves Conde, en la que un monigote golpea a su mujer con una garrota hasta descabezarla del todo  mientras él se ríe a carcajadas proclamando que "así es como hay que tratar a las mujeres". O la película Novecento, una obra maestra de Bertolucci, en la que ante un público de niños los títeres defienden una huelga general y acaban a trancazos con los guardias, en la ficción… y también en la realidad. De esta guisa es el humor salvaje de los títeres de la cachiporra, como bien ha recordado Rosana Torres en este periódico. Hasta Lorca inventó al siniestro títere de don Cristóbal, que al parecer reaparece en la función de estos dos granadinos castigados por ella.

¿Le quitarán a Nieves Conde por falangista o por bromear con la misoginia la calle que tiene en Ourense? Debería tener otra honorífica en la madrileña Ciudad de la Imagen por su carrera cinematográfica, tan vapuleada luego por la censura, como por ejemplo la citada Surcos, sobre el hambre y el estraperlo, o El inquilino, sobre los pobres sin casa. Según se ha comentado también esta semana, una cátedra de la Universidad Complutense está elaborando un estudio de las calles franquistas de Madrid, y se han filtrado algunos de los disparates que pensaba proponer. Suprimir los nombres de las calles dedicadas a Miguel Mihura, el autor de la corrosiva Tres sombreros de copa, o de la feminista Sublime decisión; a Alfonso Paso, el del sainete social Los pobrecitos o la humorada antiamericana Las que tienen que servir; a Pedro Muñoz Seca, el del gigantesco guiñol La venganza de don Mendo; a Enrique Jardiel Poncela, el de la hilarante La tournée de Dios, que fue censurada tanto por republicanos como por franquistas; así como los de otros talentos del teatro y el cine. Precisamente del humor, al menos todos estos. ¿Pero qué nos está pasando, nos hemos vuelto majaretas, o al menos se han vuelto así algunos jueces, periodistas y catedráticos?

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