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El hombre que fue jueves
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘The Flick’: vidas a la deriva

Marcos Ordóñez

De Annie Baker conocía Circle, Mirror, Transformation (2009), que vi el año pasado en el Lliure bajo el título de Joc de miralls, muy bien dirigida por Juan Carlos Martel, y me apetecía mucho leer The Flick (2013), estrenada en Playwright Horizons (off-Broadway), donde recibió los parabienes de la crítica y algunas protestas de los patronos de la sala, amenazando con cancelar las suscripciones: se quejaban de la duración, del ritmo lento, de los pasajes en silencio. Tres horas con intermedio incluido no me parecen una barbaridad. Intuyo que le convendría algún recorte, pero hasta que no la vea montada no me atrevo a asegurarlo.

La obra ha tenido una segunda y clamorosa vida, impulsada por las críticas y por el Pulitzer de 2014. En mayo del siguiente año saltó al Barrow Street Theater, donde ha permanecido ocho meses en cartel; en febrero se estrena en el Steppenwolf de Chicago, y en abril se presenta en el Dorman (NT) londinense, imagino que con reparto británico pero a las órdenes de Sam Gold, que ya firmó la puesta en Playwright, y casi todas las funciones de Annie Baker.

The Flick habla de gente corriente, a la que pocas veces contempla el teatro de hoy. El veterano Sam, la proyeccionista Rose y el recién llegado Avery trabajan en un cine de Massachusetts (Flick quiere decir “película”, en argot, y también es el nombre del local), último resistente ante la avalancha de las multisalas, y tan sentenciado como el de The Last Picture Show de Peter Bogdanovich. Annie Baker es una cinéfila apasionada, que en su adolescencia llegó a aprenderse de memoria los diálogos de Pulp Fiction, y hay mucho de su pasión en los juegos peliculeros con los que Sam y Avery tratan de escapar de una realidad hostil y sin horizontes, o en el glorioso momento de adoración casi mística en torno a Grupo salvaje, con Rose ejerciendo, a ojos del muchacho, de sacerdotisa del proyector de 35 milímetros, pero, aún tratándose de un asunto central, la cinefilia no es “el tema” de la función.

Lo esencial de The Flick, a mi entender, es todo lo que no consiguen decirse esos personajes incapacitados, como criaturas de Chéjov, para percibir lo que realmente sienten y necesitan los otros. Quizás sea necesario ese ritmo lento, esos silencios y esas avalanchas de texto (que funcionan, nunca mejor dicho, como pantalla) para que los tres vayan conociéndose al mismo tiempo que lo hacemos nosotros, y asomen poco a poco, por los intersticios, su soledad, su frustración, su miedo a un futuro inexorable. No teman, sin embargo, un dramón lacrimógeno: hay tanto arte como emoción en la escritura de Annie Baker, y la mezcla de humor y melancolía de sus diálogos me ha hecho pensar en un insólito cruce entre Louie y Girls. Tengo muchas ganas de verla en el Dorfman. Y aquí.

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